El Frente 57 de las FARC está activo a lo largo de la frontera entre Colombia y Panamá, donde ha utilizado durante mucho tiempo la densa franja de selva conocida como el Tapón del Darién, para traficar drogas hacia Centroamérica y armas a Colombia. De igual forma, utiliza a Panamá como refugio frente a las fuerzas de seguridad colombianas.

Se sabe que el frente colabora con organizaciones transnacionales dedicadas al narcotráfico, particularmente con las de México y Colombia. La unidad guerrillera también ha estado implicada en el descubrimiento de plantaciones de coca y laboratorios de procesamiento de cocaína en el área del Darién.

Las autoridades panameñas y colombianas a menudo colaboran entre sí en operaciones contra esta facción, las cuales habrían debilitado al grupo durante los últimos años.

Historia

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupo guerrillero marxista, se formaron en Colombia durante la década de 1960. El Frente 57 fue establecido en la década de 1990 como parte del Bloque Noroccidental, o Bloque Iván Ríos. Los primeros registros de actividad ilegal de la guerrilla en territorio panameño datan de 1993 con el secuestro de los ciudadanos estadounidenses Ricardo Tenenoff, David Mankins y Marcos Rich.

Aunque las FARC afirman que solamente imponen impuestos a los traficantes de cocaína, se sabe que el Frente 57 está implicado en el tráfico de cocaína a Centroamérica, Norteamérica y Europa, en colaboración con organizaciones criminales transnacionales. El frente maneja la mayoría de los movimientos del narcotráfico del Bloque Iván Ríos en Panamá, al tiempo que controla el tráfico de armas hacia Colombia. La unidad también ha estado implicada en los cultivos de coca y el procesamiento de cocaína en la región del Darién.

Para transportar las drogas a través de la apenas penetrable franja de 60 millas de selva que separa a Colombia de Panamá, el Frente 57 utiliza a los habitantes indígenas del Tapón del Darién, pertenecientes a los pueblos Emberá y Wounana, como mulas de drogas y guías. Las mercancías ilegales se transportan a pie, y en botes pequeños. Hay informes que indican que los indígenas son amenazados y forzados a colaborar con la guerrilla, mientras que a otros se les ofrecen pagos de hasta US$300 por cargamento de drogas. Los niños son especialmente explotados para este uso.

El frente presuntamente incursiona en aldeas, roba suministros, acosa a mujeres de la zona e instala minas terrestres. La violencia de los guerrilleros y los enfrentamientos con las autoridades han provocado el desplazamiento de muchos habitantes. El frente es conocido por practicar la extorsión y ha tomado represalias contra aquellos que no pagan.

Tras una emboscada de 2013 que llevó a la muerte de un comandante del Frente 57, Virgilio Antonio Vidal Mora, alias “Plata”, las autoridades descubrieron los registros financieros del grupo de enero a agosto de 2013. En estos ocho meses, el frente tuvo un ingreso neto de aproximadamente US$ 900.000 (2.700 millones de pesos colombianos). Sus flujos de ingresos incluían “gravar” a los narcotraficantes y tomar drogas de aquellos que se negaban a pagar la tarifa. El frente también gastó cientos de miles de dólares en armas como granadas, rifles, escopetas, lanzagranadas M79 y municiones. Otros gastos incluyeron los costos legales para los miembros arrestados, los pagos por hombres golpeados, y la compra de bienes raíces para lavar el dinero procedente de la droga.

El frente es políticamente activo hasta cierto punto; los registros demuestran que gastó cientos de miles de dólares en la financiación de Marcha Patriótica, un movimiento político de izquierda asociado con las FARC.

Las cifras de esta facción han ido cayendo en los últimos años debido a los continuos esfuerzos en materia de seguridad de Panamá y a las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno colombiano. En 2009, durante punto más alto, se informó que el frente tenía más de mil miembros. En 2015, la cantidad de miembros del grupo habría disminuido a 220 miembros.

El Frente 57 ha sido fuertemente atacado por las autoridades de ambos lados de la frontera. El Servicio Nacional de Fronteras de Panamá y el Ejército de Colombia anunciaron en 2013 que construirían una base conjunta en la frontera para combatir las actividades ilícitas de las FARC en la región.

Las tácticas utilizadas por los funcionarios de seguridad panameños han incluido el intento de extirpar a los guerrilleros de la región del Darién bloqueando suministros y restringiendo el transporte en la zona. Sin embargo, esta forma de aplicación de la ley también ha dificultado el movimiento de las comunidades indígenas.

Las autoridades han incautado cientos de kilogramos de cocaína, armas de fuego y explosivos en redadas en el Frente 57.

Liderazgo

José David Suárez, alias “El Becerro”, fue el jefe del Frente 57 hasta su muerte en marzo de 2015, después de haber sido supuestamente traicionado por personas dentro de su estructura de seguridad. Como miembro del Estado Mayor Central de las FARC, El Becerro, supervisó las finanzas y las compras de armas para el Bloque Iván Ríos. Se creía que pasaba la mayor parte de su tiempo en el lado panameño de la frontera y gestionaba negocios ilícitos en Ciudad de Panamá. El Becerro supuestamente trabajó con traficantes panameños para trasladar drogas hacia el norte usando lanchas, y mantuvo vínculos con grupos criminales hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses.

El comandante de la guerrilla parece haber sido muy influyente en el movimiento de las FARC hacia el narcotráfico transnacional. En la década de 1990, El Becerro presuntamente decidió que las FARC ampliarían sus actividades de gravar a los cultivadores de coca, a controlar otras etapas del tráfico de drogas.

Virgilio Antonio Vidal Mora, alias “Silver”, uno de los comandantes del frente, jugó un papel clave en las finanzas del grupo. Según algunos informes, proporcionó la principal fuente de apoyo financiero para toda la organización de las FARC y fue un derrochador extravagante de las ganancias provenientes del tráfico de drogas. Vidal Mora era conocido por llevar a cabo actividades de tráfico de drogas y secuestros en la región, y se creía que era responsable del 70 por ciento de las desapariciones en los departamentos colombianos de Antioquia y Chocó. Después de casi 30 años con el Frente 57, Vidal Mora fue asesinado tras un atentado bomba perpetuado por las fuerzas aéreas colombianas, el 25 de agosto de 2013.

Otro de los comandantes del frente es, al parecer, el panameño José Luis Valencia Mosquera Asprilla, alias “El Pana”, que sirvió como oficial de policía en Panamá durante dos años antes de unirse a la guerrilla colombiana en 2001.

Geografía

El frente se ubica principalmente en la frontera entre Colombia y Panamá, donde se encuentra la densa jungla del Golfo del Darién. En Colombia, está presente en la región de Urabá del departamento de Chocó.

Aliados y enemigos

El Frente 57 tiene un acuerdo de larga data con la organización narcotraficante más poderosa de Colombia, Los Urabeños, que especifica las fronteras territoriales, los movimientos de drogas y posiblemente la puesta en común de envíos de drogas. Según informes, Los Urabeños han ayudado a defender el Frente 57 de las fuerzas de seguridad colombianas.

El frente también suministra drogas directamente a los cárteles mexicanos. Emisarios de los carteles mexicanos de Sinaloa y Los Zetas han sido detectados en la región fronteriza, obteniendo base de coca para el tráfico hacia Norteamérica y Europa.

Perspectivas

En los últimos años, los esfuerzos de seguridad panameña y las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y la organización de las FARC han reducido la amenaza planteada por el Frente 57 en Panamá. Sin embargo, las fuertes de finanzas criminales que ofrece la región fronteriza y los vínculos de esta estructura con la delincuencia organizada internacional aumentan la probabilidad de que sus miembros decidan permanecer en el campo si las FARC se desmovilizan.

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