La actual decadencia del Cartel del Golfo y Los Zetas ha dejado el noreste de México sin un poder criminal dominante. Pero la antigua rivalidad de los dos grupos criminales ha mantenido el derramamiento de sangre en una región clave para el narcotráfico.

En la superficie, las cosas en el noreste de México siguen igual que en la mayor parte de la última década: el Cartel del Golfo y Los Zetas mantienen un control estricto en diferentes lugares de Tamaulipas —el estado fronterizo clave que fue cuna de ambos grupos— pero ninguno es lo bastante fuerte para derrotar al otro.

Las fuerzas del gobierno, en particular la marina, han mantenido cierta presión consistente en los grupos criminales que operan en Tamaulipas.

Un importante operador financiero del Cartel del Golfo, que también hizo parte de la lista de los más buscados de la Administración para el Control de Drogas (DEA por sus iniciales en inglés), fue detenido en Ciudad de México en septiembre pasado. Ese mismo mes, una figura importante del Cartel del Noreste, rama de Los Zetas, también fue arrestado. Las autoridades también han apuntado a una gran cantidad de activos pertenecientes a estos grupos, desde casinos hasta refugios.

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La ofensiva del gobierno, en combinación con otros factores, ha dejado desperdigada una maraña de varias células alineadas con los dos grupos alrededor de Tamaulipas, lo que incluye dos de los cruces fronterizos más grandes de México, Reynosa y Nuevo Laredo. Según un informe de Milenio en mayo, hay siete células del Cartel del Golfo en disputa con tres células de Los Zetas por el control del estado.

El Cartel del Golfo tiende a concentrarse en ciudades específicas, lo que indica una cierta independencia. Y en los últimos meses han corrido rumores de que diferentes células del Cartel del Golfo libran una lucha a muerte allí. La región también fue testigo de la aparición de grupos disidentes de Los Zetas, como el Cartel del Noreste, de los que se tuvo noticia por primera vez en 2015, aunque ninguno de ellos parece haber desplazado a los otros.

Aunque debilitado, el Cartel del Golfo y Los Zetas también siguen siendo actores importantes en amplias franjas de Coahuila y Nuevo León, dos estados fronterizos justo al oeste de Tamaulipas.

Violencia en Veracruz

En una parte importante de la región del Golfo, sin embargo, el cálculo es un poco más complicado. Los Zetas han dominado por largo tiempo a Veracruz, el populoso estado con amplias costas sobre el Caribe, al sur de Tamaulipas, mientras que el Cartel del Golfo nunca ha tenido mucha presencia allí.

Pese a eso el control de Los Zetas se ha puesto a prueba por multitud de factores, en particular la incursión del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). El grupo —que se formó de los restos de la organización del fallecido Ignacio Coronel, antiguo jefe del Cartel de Sinaloa  y ha incursionado en regiones de todo el país— ha librado una batalla con Los Zetas en Veracruz por casi todo lo que va corrido de 2017.

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Una de las primeras apariciones públicas del CJNG como grupo fue llamarse los Mata Zetas,  en videos publicados desde Veracruz a comienzos de la década de 2010. En ese sentido, el CJNG parece haber regresado a sus raíces, y representa un aliado muy formidable que los rivales de Los Zetas en otros lugares del noreste.

No es coincidencia que la seguridad pública haya exhibido un declive mucho más dramático en Veracruz que en otros estados del noreste. El número de homicidios en Veracruz dio un salto de 487 en 2014 a 1.258 en 2016, y dicha cifra se encamina a dar otro brinco para superar los 1.600 este año, un incremento de más de 300 por ciento en solo tres años.

En contraste, el número total de homicidios en Tamaulipas parece dirigirse hacia los 700 para 2017, un aumento relativamente leve desde el total de 628 en 2014. En Nuevo León, la proyección es que esta cifra pasará de 490 en 2014 a unos 650 este año. En Coahuila, es posible que el número de homicidios registre una baja de casi 40 por ciento desde 2014.

Alteración de alianzas

Una de las explicaciones del anómalo repunte de la violencia en Veracruz puede desprenderse de la particular interconexión que tenían Los Zetas con el gobierno estatal que recién dejó el poder, cuya cabeza anterior fue el exgobernador Javier Duarte. Aunque durante largo tiempo las organizaciones criminales han pagado a los representantes de gobierno por su apoyo, en Veracruz, la línea entre Los Zetas y el gobierno de Duarte se borró, hasta el punto en que muchas veces se ha hablado del gobierno como poco más que una rama del grupo criminal.

El escándalo que rodea el ejercicio de Duarte, terminado en 2016, ha puesto las operaciones de Los Zetas en la mira de todos, y hay evidencia de que las fuerzas del gobierno han redoblado sus esfuerzos por someter al grupo en Veracruz. Este colapso simultáneo del régimen político —el reemplazo de Duarte fue un gobernador de la oposición por primera vez en la historia reciente de Veracruz— y el poder criminal dominante parece haber dejado un vacío de caos en el estado.

Con tantos nuevos actores en escena y tantos actores diferentes en el juego, es poco probable que se produzca un balance del poder criminal en Veracruz, lo que significa que el actual derramamiento de sangre podría continuar y quizás incluso empeorar.