En pocos días, Brasil llevará a cabo la primera ronda de las elecciones generales de este año, y los crecientes niveles de criminalidad e inseguridad cumplirán un papel decisivo en los resultados de la contienda, lo que a su vez influirá en la manera en la que el país enfrentará la deteriorada situación de seguridad.

Las encuestas previas a las elecciones han demostrado que la violencia es uno de los temas más apremiantes para los brasileños. Una encuesta realizada en septiembre por la firma de investigación Datafolha muestra que los votantes consideran que la violencia es el segundo problema más importante del país, después de la crítica situación del sistema de salud.

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La preocupación de los brasileños no es infundada. La tasa de homicidios a nivel nacional ha estado aumentando en los últimos años, y, según un informe reciente del Foro Brasileño de Seguridad Pública (Fórum Brasilerio de Seguranca Pública), en 2017 alcanzó el nivel máximo de 30,8 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Hay muchos factores que influyen en este aumento de la inseguridad. Las dificultades económicas han reducido la capacidad de los gobiernos locales para invertir en seguridad pública, las guerras territoriales entre pandillas han generado continuos brotes de violencia, y la falta de voluntad política ha impedido corregir las políticas fallidas.

La atención se ha enfocado sobre todo en Río de Janeiro, la segunda ciudad más grande de Brasil. A principios de este año, el presidente Michel Temer les ordenó a las fuerzas militares federales que asumieran el control de las operaciones de seguridad. Los detractores de dicha medida sostienen que la decisión fue más una jugada de posicionamiento político en el año de elecciones, que un genuino intento de mejorar la seguridad pública.

Sin embargo, las regiones del norte de Brasil, más rurales y de menos recursos económicos, se encuentran en peores situaciones. Las tasas de homicidio han aumentado mucho más en estados del norte como Pernambuco, Ceará y Rio Grande do Norte que en las zonas urbanas del sur. En aquellas áreas, el tema de la seguridad puede influir aún más en la decisión de los votantes en las urnas en el mes de octubre.

Análisis de InSight Crime

La retórica de las campañas y la cobertura de los medios de comunicación han dejado claro que la seguridad es un tema trascendental en estas elecciones. Y los expertos coinciden en afirmar que, en general, muchos brasileños tomarán su decisión en las urnas basados en ese tema.

“Los problemas de violencia y criminalidad han sido los que más se han discutido durante estas elecciones, en tanto son las principales preocupaciones de los votantes. Por eso muchas personas se inclinarán por el candidato que consideren más apto para resolver el creciente problema de violencia”, dijo Aline Bundi, candidata al doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil, tras ser consultada por InSight Crime.

Bundi considera que la preocupación por el tema de la violencia ha impulsado al candidato derechista Jair Bolsonaro, defensor de la ley y el orden quien actualmente es el favorito en la contienda electoral.

“La estrategia de Bolsonaro es explícita: dice que el crimen debe ser combatido mediante la fuerza y que va a invertir en la represión armada, incluso con medidas que le den mayor importancia a la policía”, señaló Bundi. “En Brasil no existe la cultura prevalente de los derechos humanos, por lo que el discurso de ‘un buen criminal es un criminal muerto’ atrae a mucha gente”.

Existen fuertes evidencias que permiten sustentar esta conclusión. Según la mencionada encuesta de Datafolha, los votantes a favor de Bolsonaro consideran que la violencia es el principal problema de Brasil, mientras que quienes apoyan a otros candidatos, como el exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad, de orientación izquierdista, ubican el tema de la violencia por debajo del asunto del sistema de salud.

Bundi considera que los temas de seguridad tendrán un mayor impacto en las elecciones presidenciales que en las votaciones para el Congreso.

“El electorado considera que el presidente es quien tiene más poder para hacer cambios drásticos, y el asunto de la violencia requiere medidas urgentes”, afirma. “Pero en términos de las reglas y la dinámica de la propaganda electoral […] la elección de los miembros del Congreso depende más de la proximidad personal —el respaldo de figuras bien conocidas o de otros políticos— que de la plataforma que estos propongan”.

Los principales candidatos presidenciales tienen ideas bastantes diferentes sobre cómo enfrentar el crimen y la violencia, lo que significa que estas elecciones podrían generar una profunda reorganización de la estrategia de seguridad que Brasil implementará en el futuro.

“Los dos rivales que lideran la contienda, Haddad y Bolsonaro, tienen opiniones totalmente opuestas sobre cómo resolver la cuestión de la inseguridad en el país”, apunta Bundi, contrastando el enfoque de Haddad, sustentado en los derechos humanos y en la prevención del crimen, con el de Bolsonaro, que es más de mano dura y se enfoca en la represión y el castigo.

“En este sentido, según quien sea elegido, podría haber un cambio drástico en el marco de la política de seguridad que se adopte en adelante”, puntualizó Bundi.