Han pasado casi 25 años desde que las autoridades de Colombia mataron a Pablo Escobar, antiguo capo del Cartel de Medellín, abaleado en la azotea de una casa en un barrio de la ciudad. Mucho ha cambiado en el mundo del hampa del país desde la muerte de uno de los criminales más legendarios del mundo.
Desde entonces, el mapa criminal en Colombia ha tomado nueva forma, desde el final de la era de los extravagantes narcotraficantes y sus exuberantes riquezas, su creciente participación en el tráfico internacional y el cambio de las rutas de tráfico del Caribe por las del Pacífico.
A continuación, InSight Crime analiza cuatro de los cambios más recientes en la criminalidad de Colombia después de la muerte de Escobar el 2 de diciembre de 1993.
1. Un nuevo mapa criminal
Tras la desaparición de Escobar, la criminalidad de Colombia —y de Medellín en particular— pasó gradualmente de ser jerárquica y dominada por unos pocos personajes poderosos, a ser bastante fragmentada y vertical. Actualmente, se compone de varios grupos que cada vez expanden más sus actividades criminales.
Durante el apogeo del Cartel de Medellín en los años ochenta y principios de los noventa, Escobar controlaba casi toda la cadena de suministro de cocaína, desde la importación de grandes cargamentos de varias toneladas desde Perú y Bolivia hasta Colombia, su almacenamiento, y más adelante el envío de la droga a Estados Unidos.
Su control sobre Medellín aumentó cuando, a mediados de los ochenta, fundó un sistema de cobro de deudas conocido como la Oficina de Envigado. Escobar usó la Oficina para coordinar diversas pandillas callejeras de la ciudad con el fin de cobrar violentamente los dineros que le debían los actores criminales y no criminales.
Tras la muerte de Escobar, Diego Murillo Bejarano, alias “Don Berna“, asumió la dirección de la Oficina de Envigado. Pero Don Berna, quien le había proporcionado al grupo gran influencia a nivel internacional, fue arrestado y extraditado a Estados Unidos en 2008.
Esto generó una mayor fragmentación al interior de la Oficina de Envigado, ya que varios capos se enfrentaron por el control de la estructura, que se estaba volviendo cada vez más horizontal. Hoy en día, la Oficina de Envigado se considera una federación criminal conformada por varios grupos criminales de tamaño mediano que operan en zonas específicas de Medellín.
Este paso de una estructura jerárquica a una franquicia se replicó en el hampa de toda Colombia. A medida que los grupos armados ilegales del país empezaron a desmovilizarse, fragmentarse y cometer más actos criminales, también conformaron redes más activas en torno al comercio ilegal. Estas redes son coordinadas por una nueva generación de “invisibles”.
2. Narcotraficantes invisibles y menos llamativos
A Escobar no le preocupaba hacer alarde de sus riquezas. En su lujosa hacienda Nápoles, cuyo valor se estima en varios millones de dólares, tenía su propio zoológico con animales exóticos, mantenía despampanantes autos de alta gama y al parecer comía en vajillas de oro.
Actualmente, el comercio de cocaína está experimentando un auge sin precedentes. La producción de cocaína en Colombia alcanzó el nivel récord de 1.379 toneladas en 2017. Sin embargo, ha surgido una nueva generación de traficantes, a los que InSight Crime denomina los “invisibles”. Estos han aprendido que ostentar un estilo de vida lujoso y usar la violencia extrema es perjudicial para su negocio. Por el contrario, el anonimato es su manera de protegerse.
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El mejor ejemplo del perfil de los invisibles lo representa José Bayron Piedrahita Ceballos, alias “El Árabe”.
Antes de su arresto en septiembre de 2017 en un municipio cerca de Medellín, Piedrahíta era más conocido por su papel como blanqueador de dinero sucio del narcotráfico —incluso por fuera de Colombia, en Argentina— utilizando la fachada de exitoso ganadero y empresario. Esto le permitió mantenerse fuera de la atención de las autoridades durante su carrera criminal, que se extendió por más de 20 años. En principio, nadie se habría imaginado que Piedrahíta era uno de los mayores capos de la droga en Colombia, lo cual demuestra lo bien que se adaptó a las cambiantes dinámicas criminales a lo largo del tiempo, para mantenerse por fuera del radar de las autoridades.
3. Mayor influencia y participación en el extranjero
Las organizaciones criminales de Colombia, entre ellas el Cartel de Medellín y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupo guerrillero ya en gran parte desmovilizado, durante años han establecido alianzas con grupos mexicanos para transportar cocaína a Estados Unidos.
Sin embargo, el acuerdo de paz firmado entre el gobierno de Colombia y las FARC en noviembre de 2016 obligó a los grupos mexicanos a buscar nuevos socios, por lo que han tenido que hacer mayor presencia en el país y forjar nuevas alianzas para asegurar el flujo continuo de cocaína hacia el norte.
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Al parecer los grupos mexicanos, como el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), están respaldando a las organizaciones narcotraficantes rivales. Los mexicanos están además supervisando la producción de cocaína en laboratorios clandestinos en Colombia para verificar su calidad.
De hecho, el hijo de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, excapo del Cartel de Sinaloa, realizó una larga visita a Medellín en 2016, supuestamente bajo la protección de la Oficina de Envigado.
Dado que los mexicanos tienen el control del suministro del mercado estadounidense, los grupos criminales colombianos están dirigiendo la mirada hacia otros lugares, como Europa y China. Allí las ganancias son altísimas (por ejemplo, un kilo de cocaína que vale alrededor de US$1.600 en Colombia, se puede vender por más de US$35.000 en Europa y más de US$50.000 en China) y el riesgo de ser extraditado o de que los cargamentos sean confiscados es relativamente bajo en comparación con la presión ejercida por las autoridades estadounidenses.
4. De la ruta del Caribe a la del Pacífico
Escobar y el Cartel de Medellín dominaron en gran parte la ruta aérea del tráfico de cocaína del Caribe hacia Estados Unidos. En su mayor parte, esta ruta ha sido bloqueada por las autoridades, y por eso la ruta de tráfico del Pacífico ha ganado mayor importancia a medida que los grupos criminales han desarrollado técnicas de tráfico más diversas.

(Gráfico cortesía de Adam Isacson)
Incluso en los últimos años, la arremetida del Estado contra los grupos de traficantes en la costa Caribe —como Los Urabeños— los ha obligado a cambiar sus rutas y dirigirse hacia el Pacífico.
Además las autoridades están detectando más “narco subs” (submarinos o semisumergibles utilizados para el narcotráfico y a los que se ha recurrido desde la época del Cartel de Medellín), que generalmente parten de la costa del Pacífico, donde se ha disparado la producción de cocaína.