El gobierno colombiano ha anunciado, con bastante optimismo, la desaparición de uno de los grupos criminales más agresivos del país, en una región que ha visto el reciclaje constante de actores criminales desde los días del Cartel de Medellín.

El 1 de junio, el ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, emitió una declaración en video en la que afirmaba que los Caparros, un grupo de narcotráfico con base en los departamentos de Antioquia y Córdoba, había sido eliminado.

«Hoy podemos asegurarle a Colombia que los Caparros llegaron a su fin, no nos dejamos distraer de nuestra labor, haremos caer a todos los símbolos del mal», señaló Molano, rodeado de altos mandos militares.

Esta declaración se produjo después de que el líder del grupo, Robinson Gil Tapias, alias «Flechas», fuera asesinado por un francotirador del ejército el 27 de mayo en Cáceres, al noroeste de Antioquia.

La noticia fue celebrada por el presidente colombiano Iván Duque, quien declaró en su cuenta de Twitter que Tapias estaba «a cargo de las acciones violentas de este grupo criminal», y había sido vinculado a «secuestros, desplazamientos forzados, asesinatos de líderes sociales, reclutamiento forzado y extorsión».

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Exintegrante de los Urabeños hasta 2017, Tapias asumió el mando de los Caparros en noviembre de 2020 después de que el anterior líder, Emiliano Alcides Osorio, alias «Caín», también fuera asesinado por el Ejército colombiano en Antioquia. Las autoridades ofrecían una recompensa de 500 millones de pesos (alrededor de $136,000) por información que llevara a la captura de Tapias.

En su declaración, Molano agregó que el gobierno había prometido derribar a cinco grupos criminales: los disidentes de las desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); el Ejército de Liberación Nacional (ELN); los Urabeños, también conocidos como el Clan del Golfo; el Ejército Popular de Liberación (EPL) y los Caparros.

Análisis InSight Crime

Habiendo sido una vez estrellas ascendentes en la jerarquía criminal de Colombia, los Caparros ciertamente se han debilitado por las repetidas operaciones de seguridad, perdiendo varios de sus principales líderes y luchando contra rivales criminales más grandes.

Pero la forma fluida en que se formó el grupo, sus numerosas alianzas con otros grupos armados no estatales y las posibilidades de que sus miembros sean reclutados en otros lugares, hacen que la declaración del gobierno sea algo hueca. Sin embargo, frente a un segundo mes de protestas a nivel nacional y un empeoramiento de la situación de seguridad, el Presidente Duque necesita reclamar una victoria.

De 2017 a 2019, los Caparros, anteriormente conocidos como Caparrapos, aumentaron rápidamente en la jerarquía criminal de Colombia. Aunque fueron una facción de los Urabeños, el grupo se rebeló contra el líder de estos, Dairo Antonio Úsuga, alias «Otoniel», para tomar el control de la minería ilegal de oro y el tráfico de drogas en la región del Bajo Cauca compuesta por partes de Antioquia y Córdoba.

Aunque nunca fue el grupo más fuerte en términos de fuerza armada o extensión geográfica, hizo alianzas inteligentes y localizadas con el ELN y elementos de la ex-FARC Mafia para luchar contra la amenaza común de los Urabeños.

Sin embargo, después de ser blanco de repetidas operaciones de seguridad, luchando contra amenazas criminales más grandes y perdiendo varios líderes clave, los Caparros se han debilitado. Su base en el Bajo Cauca, que es el hogar de cultivos de coca y minas de oro ilegales, y se encuentra a lo largo de la carretera principal a la costa Caribe desde Medellín, es una propiedad criminal de primera mano. Esta ha estado dominada por actores criminales desde la época del Cartel de Medellín.

Después de la caída de Pablo Escobar en 1993, esta zona se convirtió en el corazón del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Después de la desmovilización de las AUC, la región se convirtió en el hogar de una serie de grupos criminales, incluidos los Rastrojos y el ELN.

Bajo Cauca ha sido testigo de interminables guerras por el control y actualmente es hogar de al menos cuatro grupos criminales diferentes. En 2021, por ejemplo, el Nudo de Paramillo, que colinda con el Bajo Cauca y es una de las regiones de narcotráfico y minería ilegal más importantes de Colombia, vio avances de los Urabeños, mientras que los frentes 18 y 36 de la ex-FARC junto con los Caparros eran aparentemente incapaces de sobreponerse. A la disputa también se suma el ELN, quienes tienen presencia en el Bajo Cauca.

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El debilitamiento del frente 18 de las ex-FARC, un aliado clave, después de una campaña militar sostenida en 2020, solo ha dejado a los Caparros más vulnerables.

Pero los factores que han debilitado a los Caparros no son irreversibles. El gobierno siempre tiene prioridades de seguridad cambiantes y ahora puede desviar la atención del Bajo Cauca, lo que permitiría al grupo reformarse o se renovarse. Los Urabeños están desplegando hombres y recursos para llegar a otros departamentos en Colombia, y con las opciones de narcotráfico y minería ilegal siempre disponibles, las economías criminales de la región permanecen intactas.