Tras un periodo en el que la producción de coca había bajado a fuerza de desmovilizaciones y sustitución de cultivos, el bajo Putumayo ha resurgido como el segundo principal centro productor de Colombia. Las falencias de las autoridades para darle seguimiento a sus promesas es la principal causa.

El departamento de Putumayo, ubicado al sur de Colombia, comenzó a experimentar un crecimiento en el número de hectáreas de coca cultivadas desde 2015, pasando de 20.000 a casi 30.000, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

La reactivación del narcotráfico en la zona también quedó ejemplificada con el aumento del 170 por ciento en las incautaciones de cocaína en Puerto Asís, municipio ubicado en el departamento de Putumayo, entre 2017 y 2018.

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El cambio tuvo lugar en el contexto de la firma de los acuerdos de paz entre la desmovilizada guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos en 2016.

Tras el acuerdo, una gran parte del Frente 48 de las FARC, los principales compradores de coca en la zona y quienes controlaban todos los eslabones del narcotráfico en Putumayo, comenzó a desmovilizarse.

Durante el mismo periodo, campesinos de la zona firmaron 15 acuerdos de sustitución de cultivos en los que se comprometieron a erradicar la coca.

Pero al tiempo, bien fuera por necesidad o por presión, muchos guerrilleros y campesinos regresaron al negocio.

Análisis de InSight Crime

El resurgimiento del bajo Putumayo como uno de los centros productores de coca de Colombia muestra lo que ocurre cuando las autoridades descuidan los procesos de desmovilización de exguerrilleros y a los campesinos que intentan integrarse a la economía legal.

En los últimos años, un gran número de guerrilleros en proceso de desmovilización abandonaron las zonas de reincorporación para buscar oportunidades laborales. Algunos regresaron al negocio del narcotráfico a causa del incumplimiento de las promesas de seguridad del gobierno o por la presión de otros disidentes.

Por otro lado, a pesar de que la Dirección de Sustitución de Cultivos Ilícitos reportó que en el primer trimestre del 2018, “11.385 familias firmaron acuerdos para levantar de raíz 7 mil hectáreas de hoja de coca y dar el paso hacia la economía legal”, varios miembros de la comunidad le dijeron a InSight Crime que el gobierno no ha cumplido con lo acordado.

Por esto, muchos volvieron a sembrar la hoja de coca. Algunos incluso emplearon el primer, y único, pago para sembrar nuevas plantas.

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La misma situación se repite en otros departamentos. InSight Crime reportó que casi ninguna de las 99.097 familias inscritas a nivel nacional en el programa de sustitución ha recibido la totalidad de los pagos acordados. Al menos 40.000 de estas familias todavía no han recibido ni siquiera el primer pago.

Respecto a esto, la fuerza pública de Putumayo aseguró que, en ciertos puntos, la transición hacia los cultivos lícitos no fue inmediata. Incluso en algunos puntos las matas de coca no fueron reportadas en su totalidad porque los campesinos las conservaron como “garantía”.

La erradicación forzada a manos del Ejército, por su parte, sigue adelante y está generando enfrentamientos con las comunidades en el departamento.

En este escenario, el ganador es el crimen organizado, representado por los dos grupos criminales que actualmente dominan la zona: por un lado, elementos de las ex-FARC mafia que, según fuentes en terreno, volvieron para retomar el control del narcotráfico, desde el cultivo de la hoja hasta el envío de la droga al exterior, mediante el monopolio de la compra de la base de coca a altos precios. Por otro lado, sus financistas, La Constru, considerados el actor criminal dominante en el departamento actualmente, y quienes pusieron el dinero para reactivar el tráfico.

Con este panorama, los temores de los campesinos comienzan a hacerse realidad. Según la Defensoría del Pueblo, varias familias han denunciado el reclutamiento forzado de sus hijos. Además, han tenido que salir desplazados de sus territorios para evitar ser asesinados por grupos ilegales que prohíben la sustitución de la coca, de acuerdo con fuentes en el lugar. Así, la esperanza de la paz se ha desvanecido, y el narcotráfico se está posicionando como el gran vencedor.

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