Grupos que se hacen pasar por pandilleros para extorsionar a sus víctimas aprovechan el temor generalizado a las bandas callejeras en los países del Triángulo Norte. Estos operadores criminales son ahora parte importante del problema delictivo.

Eran las 2 de la madrugada cuando el esposo de Eliza* recibió la llamada. Se dirigía al estacionamiento donde la pareja guardaba sus camiones recolectores de basura cuando contestó el teléfono y oyó las mismas amenazas que han oído otros muchos guatemaltecos.

“Le dijeron que sabían dónde vivíamos, sabían cuántos hijos teníamos”, dijo Eliza, recordando el episodio ocurrido en diciembre de 2014. “Sabían cómo trabajábamos, dónde guardábamos los camiones, quiénes trabajaban con nosotros…”

*Este artículo hace parte de una investigación sobre varios tipos de extorsión en Centroamérica, realizada por InSight Crime en conjunto con The Global Initiative. Vea la serie completa aquí.

Esa fue la primera de muchas veces que Eliza y su esposo acudieron en busca de ayuda a la división del Programa Nacional contra el Desarrollo Criminal de las Pandillas (Dipanda) de Guatemala.

“La policía comenzó a investigar y descubrió que quien estaba detrás de esto era uno de nuestros empleados”, explicó Eliza.

Un hombre que trabajaba como recolector de basura en uno de sus camiones se hacía pasar por pandillero para engañar a la pareja y obligarla a pagar.

Miedo e impunidad

“[La extorsión] es un delito asociado con las pandillas, pero eso no es lo que pasa necesariamente”, señaló Carmen Rosa de León, directora del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible (IEPADES) de Guatemala. Ella cree que hasta un tercio de las tentativas de extorsión pueden ser obra de imitadores.

“Es un delito tan fácil de imitar… y se funda en el miedo y la impunidad”.

Los datos del Ministerio Público de Guatemala muestran que en 2017 se presentaron cerca de 8.400 denuncias por extorsión, pero se lograron menos de 700 condenas. En medio de esta impunidad, el temor a las represalias por no pagar extorsión a las pandillas es una gran preocupación entre las víctimas.

“Desafortunadamente, [la extorsión] es un delito tan fácil de cometer. A fin de cuentas, lo único que se necesita es un teléfono para llamar a la gente y decir, ‘soy pandillero’… la gente entra en pánico y deposita sumas de dinero”, comentó Emma Flores, fiscal antiextorsión de Guatemala. Los imitadores incluso copian la forma de hablar de los pandilleros y su jerga, explicó.

El fenómeno se ha extendido lo suficiente para tener un impacto en la dinámica extorsiva en Centroamérica.

El antiguo ministro de gobernación de Guatemala, Francisco Rivera, dijo que uno de cada cuatro intentos de extorsión es obra de imitadores. En El Salvador, oficiales de policía de alto rango plantearon que estos oportunistas criminales pueden ser responsables de entre 40 y 70 por ciento del total de los intentos de extorsión.

Un reflejo de la escala de la extorsión en la subregión, el fenómeno ha ido mucho más allá de algunas personas deseosas de ganar dinero fácil. Ahora sustenta a estructuras criminales completas.

El 8 de agosto de 2018, las autoridades guatemaltecas desplegaron36 operativos coordinados para desmantelar una organización de estos imitadores conformada por 30 personas, que se extendía a 6 de los 22 departamentos del país. Menos de seis meses antes, se desmontó otro grupo de 30 imitadores de pandillas, lo que hace plausible a la idea de que los imitadores son responsables de una proporción importante de la extorsión en Guatemala.

Los casos de imitación incluso señalan casos frecuentes de extorsión de un pariente a otro en toda la subregión, lo que pone de relieve la normalización de la presencia de la extorsión en los países del Triángulo Norte e indica que ahora es tanto un problema social y cultural como delictivo.

¿Amenazas vanas?

No obstante, estos oportunistas criminales tienen un modus operandi distinto a las pandillas. Tienden a evitar el encuentro físico con la víctima, pues podrían quedar en evidencia. Y en lugar de imponer esquemas de extorsión sistemáticos con pagos relativamente bajos, como hacen las pandillas, los imitadores hacen varias llamadas telefónicas y piden un único pago por una suma elevada a las posibles víctimas, esperando que alguna caiga en la trampa. Aunque los grupos de imitadores aprovechan el vacío creado por el terror a las pandillas, no comparten la brutalidad de estos últimos. Las autoridades afirman que ellos abandonarán pronto el intento de extorsión si la víctima se resiste, y rara  vez cumplirán sus amenazas de muerte.

“Ese es el punto de partida que usamos para saber si se trata de un imitador”, comentó Francisco Cisneros, jefe del departamento de homicidios de la División Especializada en Investigación Criminal (DEIC).

“Porque un pandillero tomará un teléfono, hará la amenaza, y no habrá ninguna negociación [si la víctima no paga], terminará con un intento de asesinato”.

Flores estuvo de acuerdo.

“[Los grupos imitadores] se caracterizan por el hecho de que no tienen la capacidad operacional de hacer daño a la víctima”, explicó.

Cuatro años después, Eliza y su esposo pagan una cuota mensual de 1.000 quetzales (cerca de US$130) por camión en extorsiones. Una pandilla tuvo acceso a la lista de dueños de camiones de basura de la ciudad, y al contrario de los imitadores, está presto a castigar a cualquier propietario que se resista. Y nadie está dispuesto a correr ese riesgo.

*Se cambió el nombre de la víctima por motivos de seguridad.

Crédito fotografía: AP