El 22 de octubre de 2018, las autoridades de Estados Unidos pararon a un ciudadano dominicano que se identificaba como Angel Javier Morell-Oneill, cuando conducía en Methuen, Massachusetts. Lo investigaban desde junio de 2018, según un comunicado del Departamento de Justicia. Tras una pesquisa en su auto encontraron dos kilos de fentanilo en el asiento trasero.
El hallazgo era turbador, pero no inusitado. El noreste del país encabeza el consumo nacional de fentanilo, según datos recolectados por autoridades antinarcóticos (vea el gráfico siguiente). Y el fentanilo se ha convertido en el estupefaciente preferido, que ocasionó cerca de 30.000 muertes por sobredosis en 2017.
En esta ocasión, las autoridades también hicieron efectiva una orden de cateo en el apartamento de Morell-Oneill, en Pleasant Valley Street, Methuen, donde hallaron otros 30 kilos de fentanilo, la mayoría envueltos en paquetes de un kilogramo, ocultos por todo el lugar. Las drogas, según el Departamento de Justicia, tenían un valor estimado de US$29 millones. Además, encontraron una pistola de 9 mm Millennium G2, municiones y una careta antigás.

*Este artículo hace parte de una serie sobre la creciente demanda de fentanilo y sus mortales consecuencias, que fue realizada con el apoyo del Mexico Institute, del Woodrow Wilson International Center for Scholars. Vea la serie completa aquí.
Mientras vigilaban el apartamento, las autoridades también observaron y detuvieron a José Rodríguez, cuando llegó con US$20.000, que según los fiscales estadounidenses representaba “la mitad de los costos de transporte de un cargamento de narcóticos” para Morell-Oneill.
Estos dos personajes hacen parte de un numeroso grupo de dominicanos repartidos en todo el noreste de Estados Unidos, cada vez más en ciudades pequeñas como Methuen, de 50.000 habitantes, y Lawrence, de 80.000, lugares que un agente de la DEA describió como el “epicentro” de la distribución de fentanilo, adonde llegan los dominicanos usando identificaciones falsas, como fue el caso de Morrell-Oneill. “Ellos son dueños de la tierra”, comentó el oficial a InSight Crime, haciendo referencia a los dominicanos.

El agente señaló que las redes dominicanas usan un proceso rudimentario —procesadores de alimentos, purificadores de aire industriales y “narcan”, la naloxona usada para contrarrestar los efectos de la sobredosis de opioides— para mezclar heroína con fentanilo o simplemente eliminan por completo la heroína, pues el fentanilo es bastante fuerte. “Muy pronto, dejará de hablarse de la heroína”, anunció. “Nunca volverán a la heroína”.
Sin duda; hoy por hoy es cada vez más común que se mezcle el fentanilo con adulterantes y se venda como si fuera heroína, sin que haya heroína en el producto. Esta observación está respaldada por los datos de la NFLIS, que muestra que en 2016 las trazas de solo fentanilo superaron de lejos la heroína cortada con trazas de fentanilo.
Entrevistas con agentes locales de la policía y de salud pública en estas regiones para nuestra investigación sobre las redes de tráfico de fentanilo indican que las sustancias de la familia del fentanilo se han convertido en una sustancia única y dominante en los mercados locales de opioides, y que los grupos criminales también la están introduciendo en los mercados locales en auge de pastillas de venta controlada, cocaína y metanfetaminas para ampliar la población dependiente de los opioides y el fentanilo.

“El fentanilo se está usando para mezclar una amplia variedad de estupefacientes, marihuana incluida, y debido al [alto] poder adictivo de […] algo como el fentanilo, la gente se vuelve rápidamente dependiente de la droga. Y eso lleva a que se despierte la necesidad, aun cuando no se sepa que es el opioide, se sentirá la necesidad de la droga con la que se experimentó aquella sensación”, explicaba la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional contra el Abuso de Drogas (National Institute of Drug Abuse), en una conferencia reciente organizada por Animal Político.
Esta opinión la comparte un oficial de la policía local del condado de Hamilton, en Ohio.
“La mitad de las sobredosis por metanfetaminas y basuco [en el condado de Hamilton] contenían fentanilo”, le relató el agente a InSight Crime. “Los opiáceos sintéticos son las principales fuentes de ingresos para la mayoría de los carteles, ya que son a lo que es adicta la mayoría y se puede llegar a diferentes grupos demográficos comenzando a mezclar fentanilo con cocaína y metanfetaminas”.
Cabe destacar que según la Evaluación Nacional 2018 de Amenazas por Drogas, son los mayoristas criminales en Estados Unidos, no en México, quienes al parecer están mezclando las drogas con fentanilo en el país.
“Aunque muchas veces se hacen decomisos de fentanilo como parte de cargamentos de varios narcóticos (por lo general, cocaína, heroína y metanfetaminas), las mezclas de fentanilo con otras drogas ilícitas son muy raras en el mercado mayorista”, escribió la DEA. “Eso indica que la mezcla de fentanilo con otras drogas ilícitas se hace con mayor frecuencia dentro de Estados Unidos, y no es representativa de ninguna estrategia definitiva de alguna organización criminal transnacional mexicana”.
Sin embargo, los grupos mexicanos han prestado atención al auge en el consumo de la droga, dicen las autoridades. Un kilo de fentanilo puede generar hasta US$1,3 millones, mientras que un kilo de heroína puede generar US$75.000, comentó el agente de la DEA en New England.
En vista de los márgenes de ganancia, es probable que las organizaciones mexicanas estén ingresando al negocio mayorista en el noreste de Estados Unidos, comentan la DEA y fiscales estadounidenses. Las autoridades temen que se haya iniciado una lucha violenta por el poder. “Sabemos quién ganará esa pelea”, sentenció un fiscal estadounidense, haciendo referencia al poder de fuego de los grupos mexicanos.
