La inmensa biodiversidad de Bolivia lo convierte en un objetivo primordial para los traficantes.  Es uno de los países con mayor biodiversidad del mundo, ya que alberga casi la mitad de las especies de aves de Suramérica, unas 350 especies de mamíferos y 260 especies de reptiles. 

Además, las extensas y porosas fronteras de Bolivia ofrecen amplias oportunidades para el tráfico de animales silvestres, tanto grandes como pequeños, incluidos los cazados furtivamente en países vecinos. 

*Este artículo forma parte de una investigación conjunta de InSight Crime y el Instituto Igarapé sobre minería ilegal, tráfico de fauna silvestre, madera y drogas en la Amazonia boliviana. Lea los demás capítulos aquí, o descargue el PDF completo.

Los jaguares que deambulan por los bosques de Bolivia son cazados furtivamente por docenas cada año. Sus garras y colmillos alimentan un mercado ilícito de productos de grandes felinos en Asia, donde estos artículos alcanzan precios altísimos. 

Entre 2014 y 2021, las autoridades bolivianas decomisaron al menos 760 dientes de jaguar, la mayoría con destino a China.  

Mientras tanto, las aves capturadas en la naturaleza acaban en los mercados locales para el comercio de mascotas, mientras que otras, incluidas las codiciadas guacamayas, se trafican en los países vecinos. Los huevos de las tortugas del río Amazonas se recogen por centenares para el consumo local, lo que supone una amenaza para estas especies vulnerables. 

La demanda en Japón de escarabajos vivos de gran tamaño, para tenerlos como mascotas o utilizarlos en combates de lucha escenificados, está alimentando la recolección de escarabajos rinoceronte en los bosques húmedos.  

“El hecho de que nuestro país esté en el corazón de Suramérica ha facilitado mucho a los traficantes la extracción y el traslado de animales y sus partes a la frontera”, afirmó Eduardo Franco Berton, periodista ambiental radicado en Santa Cruz.

Una cadena criminal de tráfico de dientes de jaguar 

Los traficantes de fauna se han aprovechado de la amplia gama de ecosistemas de Bolivia, desde su selva amazónica, bosques nublados y sabanas hasta sus bosques secos y montañas andinas. Su objetivo son muchas especies, en respuesta a la demanda de un mercado globalizado de flora y fauna exóticas.

Para Mariana Da Silva, jefa de investigación sobre tráfico internacional de fauna silvestre de la organización sin fines de lucro Wildlife Conservation Society (WCS), el comercio de jaguares pasó desapercibido en Bolivia durante mucho tiempo. 

Comerciantes llegaron desde 2014 a poblaciones como San Borja, Rurrenabaque y Riberalta, todas en el departamento nororiental de Beni, en busca de jaguares y sus partes.  

Uno de los casos más infames ocurrió en 2017, cuando emisoras de radio locales emitieron anuncios de colmillos de jaguar, preferiblemente “largos y limpios”.  Los investigadores de la WCS habían oído la petición de los dientes mientras realizaban un seguimiento con cámaras trampa. 

“Obviamente, no era algo habitual. Era la primera vez que ocurría algo así y fue alarmante”, dijo Da Silva. 

Las matanzas de jaguares se deben en gran medida a que se alimentan del ganado. Con escopetas, los ganaderos cazan a los felinos en las riberas de los ríos y en los bosques cercanos a las explotaciones ganaderas.

Los cazadores locales que se topan por casualidad con un jaguar mientras acechan a otros animales, como cerdos de monte, también matan a los felinos. En algunos casos, los cazadores reciben encargos de cazadores furtivos por parte de comerciantes que conocen el alto precio que alcanzan sus partes. 

Según un estudio realizado en 2021 por investigadores de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), de 1.100 personas que viven en zonas rurales del noroeste de Bolivia, el 17% afirmó haber sido contactado para matar un jaguar.  De los entrevistados, muchos dijeron que habían matado jaguares y comerciado con sus partes en nombre de otros. 

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Las creencias sobre los grandes felinos en los países del este asiático, especialmente China, han alimentado durante mucho tiempo un mercado ilícito de sus partes. Los dientes y las garras son emblemas de estatus y poder. Los huesos y otras partes del jaguar, incluidos los genitales, se utilizan en medicina tradicional. 

Según un reportaje publicado por el periodista Roberto Navia en el medio de comunicación El Deber, en China, un colmillo de jaguar puede llegar a venderse por US$2.500.   Los colmillos, garras y genitales de un solo animal pueden generar ganancias de US$20.000.

El jaguar figura en el Apéndice I de la CITES, lo que significa que su comercio está prohibido. La Lista Roja de la UICN clasifica a la especie como “casi vulnerable”, con poblaciones en disminución. Sin embargo, en Bolivia se cazan furtivamente unos 61 jaguares al año, la mayor cantidad de todos los países latinoamericanos, según el informe de CITES de 2021.

Mariana Da Silva, de WCS, dijo que China tiene una gran importancia en el comercio de jaguares de Bolivia. 

“De todas las incautaciones [de jaguar] realizadas desde 2010 en adelante, más del 50% están relacionadas con China de alguna manera. O bien se trata de paquetes interceptados de camino a China, o de casos en los que están implicados ciudadanos chinos en algún momento del proceso de incautación”, explicó.

Los traficantes, muchos de ellos chinos, contactan con cazadores experimentados en disparar y matar a los felinos. 

Los intermediarios bolivianos han sido eliminados de esta cadena de tráfico para reducir el riesgo de detección, según Berton. 

“Cuando viajamos y pudimos seguir entrevistando a la gente, nos dimos cuenta de que ya había un cambio en la modalidad… Ya no había [intermediarios], ya había ciudadanos chinos que contactaban directamente con los cazadores”, dijo. 

Hasta hace poco, el tráfico de partes de jaguar en Bolivia se realizaba principalmente por correo. Entre 2014 y 2016, se incautaron 337 colmillos de jaguar en 16 envíos realizados a través del servicio postal de Bolivia, ECOBOL, con destino a China.  

También se ha sorprendido a pasajeros de vuelos comerciales traficando cantidades importantes de dientes de jaguar. En 2015, un empresario chino residente en Bolivia fue detenido en el aeropuerto de Pekín con posesión de 109 colmillos. 

Earth League International (ELI), organización no gubernamental que investiga los delitos contra la vida silvestre, ha rastreado las redes de tráfico de jaguares en Bolivia. En un informe de 2020, realizado con la UICN y el gobierno boliviano, los investigadores identificaron a unas 25 personas en Bolivia, y a otras 50 “personas de interés” fuera del país, relacionadas con el comercio. El informe describía tres redes criminales implicadas en el comercio de jaguares como “plenamente operativas”. 

Los traficantes llevan a cabo negocios legítimos paralelamente a su implicación en el comercio de jaguares. Utilizan restaurantes o tiendas como centros de recogida y para lavar los beneficios. Por ejemplo, en marzo de 2022, las autoridades incautaron 16 garras en una redada en un restaurante de pollos de Santa Cruz. 

Se han descubierto vendedores de objetos artesanales en mercados locales que ofrecían garras y dientes a la venta. Berton se encontró con un vendedor en el mercado de Trinidad, situado en Beni, que le ofreció venderle un colmillo por US$100. 

Estos vendedores también aceptan pedidos personalizados. Los vendedores muestran sus productos en sus teléfonos y a través de cuentas en WeChat, una plataforma china de redes sociales de mensajería, donde se pueden negociar los acuerdos de pago y envío.  Los mejores comerciantes mantienen conexiones directas con mayoristas radicados en China.  

Para sacar los artículos del país, los traficantes sobornan a policías y funcionarios de aduanas. Los pasajeros de vuelos comerciales transportan las piezas ocultas en su equipaje o en su cuerpo. Debido al mayor escrutinio, ya no se utilizan las rutas directas a China. En su lugar, los traficantes utilizan puntos de tránsito en Brasil, Vietnam y Hong Kong.  Aunque todavía se utiliza el transporte marítimo internacional y los servicios postales, las incautaciones de partes de jaguar enviadas por correo han disminuido significativamente después de 2019, lo que indica un probable cambio en las tácticas de tráfico. 

Algunos conservacionistas han señalado el rápido aumento del tráfico de partes de jaguar de Bolivia a China como señal de que se están utilizando como sustituto de los cada vez más escasos tigres. 

Curiosamente, los dientes de jaguar son las partes más incautadas con destino a China, lo que indica que los caninos del felino colman la demanda de los coleccionistas. 

Sin embargo, las partes utilizadas en la medicina tradicional china no han sido tan incautadas. Por ejemplo, en Bolivia no se ha detectado el tráfico de una pasta apetecida elaborada hirviendo el cadáver de un gran felino, normalmente un tigre, pero sí se ha identificado en Surinam, otro punto caliente de la caza furtiva de jaguares en América. 

Ha surgido un factor común en los países de América Latina y el Caribe en los que se ha capturado un gran número de jaguares: la inversión china. 

Según un estudio publicado en 2020 en Conservation Biology, los investigadores descubrieron que en los países de América Central y del Sur con un nivel relativamente alto de corrupción, inversión china y bajos ingresos per cápita se producían entre 10 y 50 veces más incautaciones de jaguar.  

A la caza de pájaros, tortugas y escarabajos

Según Berton, los lugareños también persiguen a las aves, y la caza furtiva es en gran medida oportunista. Los loros, los periquitos y las cacatúas son las principales especies capturadas, apetecidas por su vibrante plumaje amarillo, naranja y verde. Debido a su popularidad, los cazadores tienen como objetivo especies como el loro amazónico de cabeza amarilla y el pinzón azafrán.

Generalmente, las aves se capturan cuando son jóvenes y aún están en sus nidos. Muchas de ellas acaban en los mercados locales. En algunos casos, se ha observado a indígenas vendiendo las aves directamente. Las comunidades indígenas se ven a menudo tentadas a capturar aves para los comerciantes. 

Las tortugas de río amazónicas suelen ser objetivo de cazadores furtivos por sus huevos y su carne. Hay dos especies especialmente amenazadas: la arrau o tortuga gigante del Amazonas (podocnemis expansa) y la tortuga de río de manchas amarillas, conocida localmente como mascota del río. La tortuga de río de manchas amarillas está clasificada como “vulnerable” en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. Mientras que la tortuga arrau está clasificada actualmente como de menor riesgo, los especialistas en tortugas de la organización han abogado por su reclasificación como “en peligro crítico”.  

Ambas especies de tortugas son consumidas habitualmente por las comunidades que viven en las riberas de los ríos de departamentos como Beni, Cochabamba, La Paz, Pando y Santa Cruz.  Ciertos grupos indígenas, como la comunidad indígena Tsimané, están autorizados por razones culturales a recolectar huevos de tortuga para su consumo. 

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Pero grandes cantidades de huevos suelen acabar a la venta en mercados locales. Por ejemplo, una serie de redadas durante cuatro semanas a mediados de 2017 condujo a la incautación de unos 50.000 huevos. Las tortugas de río bolivianas y sus huevos también se han introducido masivamente en Brasil. 

Aunque la mayoría de los productos de aves y tortugas se venden localmente, también existe tráfico transfronterizo. Berton afirmó que las especies de loros y cacatúas de Bolivia se trafican hacia Brasil, Ecuador, Chile y Perú. 

A medida que las autoridades se han vuelto más expertas en la identificación del tráfico de grandes loros, o guacamayas, las aves más pequeñas también se han visto amenazadas, debido a su tamaño y coloración distintiva. Por ejemplo, las autoridades incautaron unos 500 pinzones azafranados, conocidos localmente como botones de oro, en la aduana peruana de Cabanillas de Puno, cerca de la frontera con Bolivia. Los pájaros fueron descubiertos en cajas en un autobús. 

“Hemos visto migrantes de la parte occidental del país transportando grandes cantidades de aves en camiones y flotas. Hablamos de cantidades que oscilan entre 100, 200 y 500 loros y periquitos”, afirmó Berton.

Los habitantes de la región montañosa de Yungas del Norte se han vuelto expertos en identificar y recolectar dos especies de escarabajos rinoceronte, el dynastes hercules y el dynastes satanas. Mientras muestra una réplica de un escarabajo Hércules, negro y azul, con grandes cuernos de la longitud de su mano, Berton explicó que estos escarabajos se trafican hacia Japón. 

“Descubrimos que la cría de estos escarabajos no es ilegal. Hay centros y tiendas de mascotas donde se crían. Sin embargo, esto ha abierto una ventana a un mercado ilegal”, afirmó Berton. 

Los cazadores, que recogen los escarabajos por la noche, pueden ganar entre US$10 y US$20  por escarabajo de los contrabandistas. En Japón, el precio de un ejemplar sano de gran tamaño puede alcanzar los US$500.

El Ministerio de Medio Ambiente de Bolivia clasifica al escarabajo satanás en peligro de extinción, mientras que la CITES lo incluye en el Apéndice II, lo que significa que su comercio está restringido. Según los cazadores de escarabajos que hablaron con Berton, los escarabajos vivos son transportados en autobús en cajas de cartón hasta un recolector en Perú que se encarga de llevarlos en avión hasta Japón. 

Los cazadores también han aprendido a recoger larvas de escarabajo, que tienen menos probabilidades de ser detectadas por los funcionarios de aduanas de los aeropuertos. 

Tráfico de especies silvestres: una prioridad baja

La Policía Forestal y de Protección al Medio Ambiente (POFOMA), el organismo encargado de investigar los delitos ambientales en Bolivia, está en los huesos. Sus oficinas principales, en el centro de La Paz, están en una vieja casa cuyo patio se emplea como centro de rescate de animales. Durante una entrevista, un funcionario policial que pidió no ser identificado por no estar autorizado a hablar dijo que la falta de recursos les dificulta hacer su trabajo. 

Siguen trabajando con registros físicos, según Da Silva, que ha ayudado a crear una base de datos digital que hace un seguimiento de ocho años de incautaciones.  “Gran parte de los esfuerzos que hacemos consisten en ayudar a las autoridades a sistematizar su información”, afirmó. 

Según Da Silva, la presencia de POFOMA en departamentos como Beni es muy limitada. Operan con un número escaso de agentes y carecen de los vehículos necesarios para la movilización. En ocasiones, WCS proporciona combustible para apoyar operaciones conjuntas con POFOMA. 

Además, una reestructuración de la Fiscalía en 2020 ha relegado los delitos contra la vida silvestre a un segundo plano dentro del sistema jurídico boliviano. Los delitos ambientales quedaron bajo la autoridad del departamento que investiga el narcotráfico y el lavado de dinero. Para Da Silva, esto ha dado lugar a que los delitos contra la vida silvestre sean percibidos como menos críticos. 

“El narcotráfico se considera un delito grave, mientras que el tráfico de especies silvestres se ve como un delito menor”, afirmó.