Los pepinos de mar comenzaron a llegar. Y luego llegaron más y más. A los investigadores les pareció demasiado pepino de mar para ese rincón del noroeste del estado de Nueva York.

Como declararon más adelante los fiscales estadounidenses en una acusación, los cargamentos contenían algo más que la pequeña delicia de los arrecifes marinos, apreciada en Asia porque, además de sabrosa, provee potencia sexual. En ellos se camuflaban los cargamentos de varias drogas, entre las que se encontraba el fentanilo, un mortal opiáceo sintético.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDC) estiman que en 2017 en Estados Unidos murieron más de 47.000 personas por sobredosis con opioides —28.000 de esas muertes por opioides sintético—, lo cual, según los CDC, ha sido en gran parte resultado del aumento en el abuso del consumo de fentanilo.

*Este artículo hace parte de una serie sobre la creciente demanda de fentanilo y sus mortales consecuencias, que fue realizada con el apoyo del Mexico Institute, del Woodrow Wilson International Center for Scholars. Vea la serie completa aquí.

Los cargamentos ingresaban por México a San Diego y de allí eran enviados por vía aérea a Buffalo, donde se separaban para ser distribuidos en varias partes de Nueva York. Según dijeron las autoridades estadounidenses, este tráfico «convirtió a la ciudad de Buffalo en la zona cero del tráfico de fentanilo y heroína en el estado de Nueva York, promoviendo la drogadicción, las sobredosis y los crímenes violentos».

Específicamente, la acusación señala que «los palés que contenían narcóticos ilegales se ocultaban en contenedores sellados con aislantes de aerosol o espuma para evadir la detección de los organismos de seguridad».

Durante algún tiempo, pasar las drogas como si fueran pepino de mar permitió minimizar el riesgo de requisas por parte de las autoridades fronterizas, como lo señala el Albuquerque Journal en una serie de informes sobre el Cartel de Sinaloa.

«Cada puerto tiene un presupuesto limitado para ‘descomposición’ durante las requisas infructuosas en búsqueda de drogas, por lo que, si no hay información específica o indicios de drogas en los cargamentos de mariscos, las cargas (congeladas) son procesadas rápidamente», dice el informe.

La organización estableció además cuatro compañías fachada —tres en California (Triton Foods Inc, Kamora Investment Enterprises y Fresh Choice Produce) y una en el estado de Nueva York (Corral Seafoods LLC)— para encubrir sus actividades de tráfico. La estructura utilizó las cuentas bancarias de estas entidades para depositar y lavar unos US$20 millones de ganancias procedentes de la droga en un solo año.

Influencia del Cartel en Estados Unidos

Los agentes estadounidenses relacionaron la red con el Cartel de Sinaloa. José Rubén Gil, exalcalde del municipio de Izúcar de Matamoros, en Puebla, México, tenía vínculos con el cartel, según un informe de Buffalo News.

Nacido en el tradicional epicentro de la producción de opio y marihuana, el Cartel de Sinaloa fue originalmente un grupo de familias lideradas por Joaquín «El Chapo» Guzmán, Ismael «El Mayo» Zambada y los hermanos Beltrán Leyva, que trabajaban de manera conjunta en aspectos que iban desde la producción hasta los puntos de venta. Sus tentáculos llegaron a lo más profundo de las fuerzas de seguridad y los círculos políticos, convirtiéndose en la más terrible organización criminal del país.

«La influencia del Cartel de Sinaloa desde México hasta las ciudades estadounidenses ha quedado más evidente en esta investigación», afirma el agente especial de la DEA James J. Hunt en un comunicado de prensa del Departamento de Justicia.

Durante la investigación se incautaron 8,5 kilogramos de fentanilo, pero las autoridades afirman que la red de Gil «traficó miles de kilos de narcóticos ilegales, entre ellos heroína, fentanilo y cocaína, por todo Estados Unidos».

El caso demostró la agilidad de las grandes redes de narcotráfico mexicanas. Cuando surgió el mercado del fentanilo, los presuntos afiliados al cartel incluyeron fácilmente el nuevo producto entre sus cargamentos de múltiples drogas.

Otros casos en Estados Unidos también han sido relacionados con el Cartel de Sinaloa. En el Distrito Sur de Ohio, por ejemplo, un gran jurado federal acusó a 12 individuos por participar en una conspiración para traficar drogas y blanquear dinero, mediante la cual supuestamente distribuían fentanilo desde México hasta Middletown, Ohio, y enviaban las ganancias al Cartel de Sinaloa en México. Y en el Distrito Norte del mismo estado, 20 personas —supuestamente con vínculos con el Cartel de Sinaloa— fueron acusadas por su papel en una empresa de tráfico de fentanilo, heroína y cocaína.

Un fantasma de Sinaloa

Aun así, la conexión con el Cartel de Sinaloa parecía espuria, casi automática. El solo nombre genera miedo y hace pensar en un fácil enjuiciamiento. Sin embargo, las autoridades no dieron detalles sobre dicha conexión, y en la acusación, en la que se imputó a 17 individuos, 15 de los cuales habían sido declarados culpables en diciembre de 2018, se refirieron a la organización como «la OTD Gil/Aguirre”.

Algunos funcionarios mexicanos nos dijeron durante nuestra investigación sobre las redes de tráfico de fentanilo que esto está relacionado con las nociones simplistas sobre cómo operan las organizaciones criminales en México.

«Claro, todos somos el Cartel de Sinaloa. ¿Por qué no?», dijo en broma un funcionario judicial de alto rango, quien habló con InSight Crime bajo condición de anonimato.

El funcionario señaló el ejemplo de El Chapo, cuya participación en las operaciones cotidianas de sus proveedores y distribuidores era mínima, y el hecho de que había fricciones continuas y significativas con sus presuntos socios en el Cartel de Sinaloa.

En realidad, en el hampa mexicana existen un montón de organizaciones pequeñas que son subcontratadas por grupos paraguas como el Cartel de Sinaloa. Ello incluye remanentes de organizaciones que antes se especializaban en la importación de precursores, así como en la producción y exportación de metanfetamina, como la Familia Michoacana o los Caballeros Templarios. Hay segmentos de ambas organizaciones que fueron subsumidas por grupos como el Cartel de Sinaloa o continúan operando de manera independiente, como le dijeron las autoridades mexicanas y estadounidenses a InSight Crime.

También hubo integrantes de los grandes grupos paraguas que se especializaron en la metanfetamina antes del auge del fentanilo, como Ignacio «Nacho» Coronel, quien fue un importante miembro del Cartel de Sinaloa y murió en un tiroteo con militares mexicanos en julio de 2010, y los hermanos Valencia, que dirigían el Cartel del Milenio y operaban fuera de Michoacán antes del surgimiento de la Familia Michoacana.

Integrantes de la antigua organización de Nacho Coronel y el Cartel del Milenio conforman ahora el núcleo del principal rival del Cartel de Sinaloa, el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), el otro grupo que se suele culpar por el flagelo del fentanilo en Estados Unidos. Pero, sin duda, hay otros grupos que trabajan principalmente para el Cartel de Sinaloa, y otros más que continúan siendo independientes.

La reconfiguración de estos grupos criminales es casi permanente. Y si bien para los analistas del crimen, la policía y los fiscales resulta fácil ubicarlos en grandes estructuras, la verdad es que las suyas son relaciones fluidas, dependientes de un gran número de variables que cambian constantemente. De hecho, en los últimos años ha quedado claro que las organizaciones de narcotráfico mexicanas que solían ser jerárquicas han sido sustituidas por organizaciones más llanas y ágiles, cuyas redes no están muy cohesionadas.

En este contexto, es probable que el Cartel de Sinaloa y el CJNG subcontraten a grupos criminales más pequeños para que se encarguen de ciertos aspectos de la producción y el tráfico. En particular, se cree que el Cartel de Sinaloa opera con una estructura cada vez más horizontal, en la que las bandas locales y regionales que se especializan en operaciones particulares son subcontratadas por sus servicios.

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Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...