En poco más de cuatro años que Felipe Calderón ha sido presidente de México, el gobierno mexicano ha registrado 34.162 muertes por violencia relacionada al crimen organizado. También ha incautado 93.000 armas, la gran mayoría de las cuales provienen de Estados Unidos, según las autoridades mexicanas. Y aunque nadie sabe exactamente cuántas armas cruzan la frontera mexicana ilegalmente al año, la relación entre la cantidad de armas de fuego y la violencia es inconfundible en México.
*El proyecto es parte de una investigación de FRONTLINE, el Investigative Reporting Workshop, el Center for Public Integrity, InSight Crime y el Romanian Centre for Investigative Journalism. Vea la serie completa aquí.
Desde 2004, las organizaciones criminales mexicanas comenzaron una guerra de armas que se ha extendido de norte a sur, e incluso ha tocado países vecinos como Guatemala y Honduras. Las armas han permitido que grupos como el Cartel de Sinaloa construyan mini-ejércitos que, al igual que sus homólogos militares en México, han buscado luchar y ganar control territorial de los corredores estratégicos y lucrativos del narcotráfico.
La tasa de homicidios, debido al crimen organizado, desde entonces se ha disparado llegando a 15.273 el año pasado. Esto incluye la muerte de cientos de políticos, policías y ciudadanos del común. A medida que el saldo de muertos por la guerra contra las drogas aumenta, también lo hace la letalidad de las armas adquiridas por los carteles. Un país con una sola tienda de armas y unas de las leyes más estrictas con respecto a las armas en el mundo, está ahora inundado de armas de asalto de tipo militar.
Uno de los más populares, y foco de nuestra investigación, es una imitación barata durable del rifle AK-47, llamado WASR-10 y fabricado en Rumania. Se le conoce como el “Cuerno de Chivo” en México, a causa de su cargador curvo; es el arma más popular de las mafias mexicanas. Se puede cambiar fácilmente de un modo semiautomático a uno completamente automático, es fácil de operar y es virtualmente indestructible, incluso mientras se enfrenta a cualquier tipo de clima.
Estos fusiles semiautomáticos están fácilmente disponibles en muchas de las 6.700 tiendas de armas a lo largo de la frontera sur, a pesar de la prohibición en Estados Unidos sobre la importación de armas de asalto desde 1989. Bajo las actuales interpretaciones reglamentarias, fusiles como el WASR-10 se importan a Estados Unidos por compañías como Century International Arms, donde se someten a una “reconfiguración” que aumentar su letalidad y popularidad en las tiendas de armas como Calibre X en Phoenix, Arizona.
El proyecto de investigación “Traficantes de Armas” sigue la cadena de distribución – en este caso desde la fábrica rumana, donde nacen estas armas, hasta las calles de Culiacán, Sinaloa, y Cuernavaca, Morelos, donde éstas causan estragos y, en última instancia, la muerte -en un esfuerzo por comprender la naturaleza interconectada del negocio de armas y cómo la poca supervisión por parte de las agencias gubernamentales a lo largo de la cadena mantiene este ciclo en marcha.