En septiembre de 1989, la policía de Los Ángeles abrió el candado de mala calidad con el que se aseguraba una bodega en la zona suburbana de Sylmar, al norte de la ciudad estadounidense. En su interior hallaron más de 21 toneladas de cocaína y 10 millones de dólares en efectivo en más de mil cajas de cartón.

El botín de Sylmar fue —y lo continúa siendo— la mayor incautación de cocaína jamás registrada. Marcó además un hito en la historia del tráfico de cocaína, que por entonces estaba dominado por los carteles de la droga de Medellín y Cali. La incautación generó una conmoción que se sintió no solo en América Latina y Estados Unidos, sino además al otro lado del Atlántico, en Europa.

*Este artículo hace parte de una investigación de otro capítulos que sigue la evolución del tráfico europeo de cocaína y las redes criminales latinoamericanas y europeas que lo han configurado. La serie es el producto de trabajo de campo e investigaciones a lo largo de dos años en más de 10 países de Latinoamérica, el Caribe y Europa. Lea los demás capítulos de la investigación aquí o descargue el informe completo aquí.

Al momento de la incautación, la arremetida contra las rutas aéreas y marítimas preferidas de los carteles colombianos a través del Caribe hacía que estos dependieran cada vez más de la capacidad de los mexicanos para pasar drogas a través de la frontera con Estados Unidos. Y los mexicanos lo sabían. La cocaína en la bodega de Sylmar estaba siendo retenida por traficantes mexicanos que se negaban a entregarla a sus dueños, pues había una disputa por el pago.

Según la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), la enorme pérdida financiera causada por la incautación llevó a que los dos carteles llegaran a un nuevo acuerdo para evitar tales enfrentamientos en el futuro. Los colombianos comenzaron a pagarles a los mexicanos no en efectivo, sino con hasta el 50 por ciento de la cocaína de cada cargamento. Con el tiempo, el modelo se extendió, y los mexicanos se convirtieron no solo en transportadores, sino además en propietarios de la cocaína y en los principales distribuidores en Estados Unidos.

En su historia oficial sobre el tráfico de drogas, la DEA concluye que “el hecho de comenzar a usar la cocaína como pago por los servicios de transporte cambió radicalmente el papel y la esfera de influencia de las organizaciones de tráfico mexicanas en el comercio de cocaína hacia Estados Unidos”.

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En el lapso de una década, el equilibrio de poder en el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos se trasladó a los mexicanos, quienes establecieron un dominio absoluto en las fronteras con Estados Unidos, reduciendo a los colombianos al papel de proveedores.

A los colombianos les quedaban dos opciones. La primera era luchar contra los mexicanos y tratar de derrocar su monopolio con el fin de recuperar el acceso directo al mercado de cocaína más grande del mundo. Esto implicaba no solo enfrentarse a los cada vez más poderosos y violentos carteles mexicanos en su propio territorio, sino además convertirlos en objetivos prioritarios de los programas antinarcóticos cada vez más agresivos de Estados Unidos. O bien, podrían ceder el mercado estadounidense a los mexicanos mientras concentraban su atención en nuevos mercados con precios más altos y menores riesgos. Mercados como el europeo.

El cambio hacia Europa

En 1998, cuando los mexicanos comenzaban a consolidar su control del mercado estadounidense, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) estimaba que a Estados Unidos habían ingresado 267 toneladas de cocaína, en comparación con 63 que ingresaron a Europa. Diez años más tarde, el mercado estadounidense había disminuido 38 por ciento, llegando a 165 toneladas. Por su parte, el mercado europeo había aumentado un 98 por ciento, alcanzando las 124 toneladas.

Tal vez lo más significativo es que la ONUDD estimaba que hacia 2009 el tráfico hacia Europa representaba la mitad de las ganancias obtenidas por los traficantes de cocaína de Suramérica, Centroamérica y el Caribe, mientras que el mercado estadounidense representaba un tercio. Otra década después, casi con toda seguridad, esa brecha se ha ampliado.

El tráfico de cocaína hacia Europa está alcanzando máximos históricos. En 2017, las autoridades de la Unión Europea (UE), Noruega y Turquía incautaron una cantidad récord de 142 toneladas de cocaína, el doble que el año previo y más de 20 toneladas más que el anterior, según el informe anual de la UE sobre drogas.

El mismo informe estima que en la región se consumieron entre 100 y 137 toneladas de cocaína. Sin embargo, incluso con la cifra más alta de esta estimación, ello significaría que las autoridades europeas confiscaron más de la mitad de la cocaína que los traficantes intentaron ingresar a Europa, lo que representaría una sorprendente y muy improbable tasa de éxito.

Las autoridades policiales internacionales y las fuentes del hampa tanto en Europa como en América afirman que se espera que se incaute entre el 15 y el 20 por ciento de los cargamentos en cualquier eslabón de la cadena de suministro. Esto significaría que entre 568 y 804 toneladas habrían ingresado a Europa, o habrían pasado por el continente, en 2017.

Desde entonces, los principales puntos de entrada, como Bélgica, los Países Bajos, Italia, el Reino Unido y Alemania han registrado enormes aumentos en las incautaciones. Si estos reflejan una tendencia regional, la cifra actual puede ser de cientos de toneladas más.

Este aumento puede explicarse en parte porque las fuerzas de seguridad europeas han hecho avances en la incautación de cocaína. Pero esto por sí solo no es una explicación. Según el informe sobre drogas publicado por la UE en 2019, los precios al por mayor han disminuido a largo plazo, mientras que los niveles de pureza han ido aumentando y los precios al por menor se mantuvieron estables o disminuyeron ligeramente —todo lo cual indica que el mercado no está desabastecido—.

Los datos sobre incautaciones y consumo indican que, no obstante, el mercado estadounidense sigue siendo ligeramente mayor. Sin embargo, la cantidad es solo una parte de la historia.

Europa sigue siendo un mercado más lucrativo que Estados Unidos. Los cálculos de la ONUDD indican que, en 2017, el precio promedio al por mayor en Europa, ponderado por población, fue de US$41.731, en comparación con US$28.000 en Estados Unidos.

Europol estima que el mercado minorista de la UE valía entre 7.600 y 10.500 millones de euros (aproximadamente entre US$8.400 y US$11.800 millones). Pero haciendo un cálculo utilizando el rango de 568 y 804 toneladas y los precios de la ONUDD, entonces el mercado mayorista de cocaína de Europa podría representar entre US$23.700 y US$33.600 millones. Sin embargo, es probable que una parte significativa de la cocaína que entra a Europa se dirija a otras partes del mundo.

Sin embargo, los narcotraficantes no solo se fijan en las ganancias; también sopesan los riesgos. Y mientras el tráfico a Estados Unidos está actualmente repleto de peligros, en Europa la balanza está a favor de los criminales.

Estados Unidos ha librado una implacable “guerra contra las drogas” en América Latina desde la década de los ochenta, y aunque esto no ha logrado reducir el consumo de drogas ni disminuir el impacto social del crimen organizado, los estadounidenses se han vuelto muy hábiles en dos cosas: incautar drogas y encarcelar a los narcotraficantes. Las autoridades europeas, en cambio, hacen pocas incautaciones y han mostrado poco interés en priorizar el arresto, el enjuiciamiento y el encarcelamiento de traficantes latinoamericanos.

Las diferencias entre los dos enfoques se pueden ilustrar con cifras. Según la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas (Office of National Drug Control Policy, ONCDP), Estados Unidos invierte US$17.400 millones en la reducción de la oferta, lo que incluye incautación de drogas, investigaciones policiales y enjuiciamientos. Si bien la UE no ha publicado cifras precisas a este respecto, los datos disponibles indican que la UE gasta entre US$3.000 y 4.000 millones en la reducción de la oferta.

Las cifras de extradición también muestran el contraste. Aunque los datos disponibles públicamente son dispersos, permiten algunas comparaciones. Un estudio de la Comisión Europea sobre la extradición en Europa y América Latina y el Caribe entre 2008 y 2011 muestra que los países europeos extraditan a un promedio de 61 personas de la región al año. En contraste, entre 2002 y 2010, Estados Unidos extraditó a un promedio de 128 personas al año solo de Colombia, según una investigación de El Tiempo.

Europa ofrece una ventaja adicional con respecto a Estados Unidos: hay mucha más democracia entre los traficantes. Los carteles mexicanos controlan las fronteras de Estados Unidos mediante el uso de la violencia extrema. De esta manera mantienen su monopolio sobre gran parte del mercado mayorista de cocaína en Estados Unidos, dejándoles a los traficantes de otros países las funciones de proveedores y transportistas.

Pero en Europa no existen este tipo de barreras, pues cualquiera que tenga el capital, los contactos y los conocimientos puede entrar en el mercado de la cocaína. Además, hay innumerables rutas hacia el continente. Por eso los traficantes latinoamericanos pueden aumentar significativamente sus beneficios vendiendo en el mercado mayorista europeo, a la vez que reducen sus riesgos, y las mafias europeas pueden beneficiarse al aumentar su parte de las ganancias.

El rostro cambiante del tráfico de cocaína

La producción de cocaína está en auge actualmente. En Colombia, la producción de cocaína ha aumentado año tras año desde 2012. Los últimos resultados del monitoreo en Perú y Bolivia muestran un aumento del 36 y el 10 por ciento en el cultivo de coca, respectivamente. El mundo está repleto de cocaína.

Es cada vez más común ver miembros de los carteles mexicanos en Colombia. Estos envían a sus emisarios para cerrar tratos, y para monitorear y supervisar la producción y el tráfico. Incluso, según múltiples investigaciones, han financiado grupos armados colombianos para asegurar un flujo constante de cocaína.

Sin embargo, esto no es una señal de fortaleza, ni un indicio de que los mexicanos se estén apoderando del tráfico de drogas colombiano. Es una señal de su frustración no solo con el hampa colombiano, cada vez más fragmentado y descentralizado, sino además por la dificultad para conseguir la cocaína que necesitan para abastecer el mercado estadounidense.

Desde la poderosa federación narcotraficante del Cartel del Norte del Valle (CDNV), hasta la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), todos los proveedores colombianos más confiables se han fragmentado en una multitud de redes mucho más pequeñas. Esto les dificulta a los mexicanos garantizar el abastecimiento constante de las grandes cantidades de cocaína que requieren para mantener sus líneas de suministro.

Para los colombianos, la venta de cocaína a los mexicanos para el mercado estadounidense todavía representa un gran porcentaje de su negocio. Pero para muchos traficantes, el mercado europeo es ahora su prioridad. Un kilo que podrían vender por US$3.000 a los mexicanos cuesta una diez veces más en el mercado mayorista europeo.

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Con más cocaína que nunca, los traficantes colombianos también han estado abriendo agresivamente otros mercados en todo el mundo, algunos de ellos con un potencial increíble y que apenas se está empezando a explotar. Mercados como el de China, con una enorme población y una creciente prosperidad, o el de Australia, donde los precios de la cocaína al por mayor oscilaban entre US$110.000 y US$154.000 por kilo en 2018, según la ONUDD —un sobreprecio que podría ser de más del 7.000 por ciento para los traficantes colombianos—. 

Los grandes traficantes tienen claras señales de entrada a estos mercados. Anteriormente, Asia y Oceanía eran en general abastecidos mediante el tráfico en pequeños volúmenes, como el uso de mulas o correo postal. Sin embargo, en los últimos años a los puertos de estos países han comenzado a llegar contenedores con cientos e incluso miles de kilos. En septiembre de 2019, las autoridades malasias incautaron 12 toneladas de cocaína en un solo cargamento.

Sin embargo, por el momento, el tamaño del mercado europeo, los precios, los niveles de riesgo y la infraestructura marítima del continente, que le permite llevar millones de toneladas de mercancías a todos los rincones del planeta, lo convierten en el mercado de cocaína más atractivo del mundo. Cuando los carteles colombianos hicieron sus primeros acuerdos tentativos con los contrabandistas gallegos y la mafia italiana para trasladar cocaína a Europa en la década de los ochenta, habría sido impensable que algún día pudieran alejarse de Estados Unidos para incursionar en el viejo continente. Pero hoy en día es un negocio casi obvio.

*La investigación para este artículo fue realizada por Maria Fernanda Ramírez, Douwe den Held y Owen Boed.