Las autoridades del departamento del Valle del Cauca, al suroeste de Colombia, se están preparando para otro reajuste violento de las fuerzas criminales tras la captura del líder más poderoso de la región, Diego Rastrojo.
El 3 de junio en el estado de Barinas, la policía venezolana, en colaboración con los servicios de inteligencia colombianos, detuvieron a Rastrojo, cuyo verdadero nombre es Diego Pérez Henao. Su grupo, llamado los Rastrojos en su honor, domina grandes áreas de producción de drogas y corredores de movimiento para su tráfico; desde el norte de este fértil departamento, extendiéndose hacia el sur hasta la frontera con Ecuador, contando con hasta 1.000 hombres armados.
No obstante, el grupo rival conocido como los Urabeños, parece estar dispuesto a llenar el vacío dejado por Rastrojo y sus antiguos socios: los hermanos Calle Serna, conocidos como “Los Comba“, quienes compartieron el liderazgo de los Rastrojos hasta hace poco. Javier Calle Serna se entregó a las autoridades de Estados Unidos en mayo; en abril, las autoridades ecuatorianas capturaron a Juan Carlos Calle Serna, alias “Armando”, en ese país. Luis Enrique Calle Serna, un tercer hermano, es aún libre, pero se cree que está negociando su entrega con Estados Unidos.
No hay un claro sucesor al trono de los Rastrojos, aunque varios nombres se han mencionado, que parecen compartir un tema gastronómico en sus alias: “Galleta”, “Chorizo”, “Pollo Bobo” y “Avestruz”, todos aparecen en la lista de posibles líderes del grupo. El hermano de Rastrojo, alias “Burro”, también puede estar compitiendo por el poder, según El País.
La situación se complica por la doble estructura de la organización y por las recientes luchas internas. Mientras “Los Comba” surgieron de las filas de los anillos urbanos de sicarios de Cali, capital del departamento; Diego Rastrojo provenía de la parte norte, más rural, del Valle. Las dos facciones se dividieron en los últimos meses, debido a los esfuerzos de Javier Calle Serna para negociar su entrega a las autoridades estadounidenses, y no está claro qué parte de la organización era fiel a los Comba y cuál a Diego Rastrojo.
La confusión resultante ha abierto la puerta a los Urabeños, quienes ya podrían estar en el Valle del Cauca. Están circulando informes acerca de una alianza entre el grupo y ex miembros de una facción narcotraficante dirigida por Diego Montoya, conocida como los “Machos”.
Montoya creó los Machos a comienzos de siglo para luchar contra su rival Wilber Varela, también fundador de los Rastrojos. Montoya fue capturado y extraditado a Estados Unidos en 2007, pero sus Machos sobrevivieron. Los Rastrojos mataron a Varela en 2008, en su escondite en Venezuela, y establecieron sus propias operaciones.
Los Machos actualmente son dirigidos por Héctor Urdinola Alvarez, alias “Chicho” o “El Zarco”; un sobrino de Iván Urdinola, el ex líder del infame clan Urdinola que controlaba una gran parte del Cartel del Norte del Valle, en los años noventa. Los Machos operan en los municipios de Zarzal, La Victoria y Roldanillo en la parte noreste del departamento. Ellos no tienen la fuerza o la capacidad de las tropas de sus rivales los Rastrojos, pero una vez se infiltraron en los niveles más altos del ejército y puede que busquen recuperar esa ventaja para las batallas que están por venir.
También hay informes no confirmados de la reaparición de dos jugadores clave de los grupos narcotraficantes del Valle del Cauca. Como informó InSight Crime el año pasado, se pensaba que Martín Fernando Varón, alias “Martín Bala”, un operador clave en los círculos del hampa de Cali, podía estar detrás de una serie de asesinatos de presuntos colaboradores de los socios de los hermanos Comba en esa ciudad.
A esto se suma la llegada de Víctor Patiño, quien osciló entre el Cartel de Cali y el Cartel del Norte del Valle. Patiño supuestamente entró a Colombia a través de Panamá poco después de terminar una condena de 10 años en Estados Unidos, buscando nuevas alianzas para recuperar propiedades perdidas y vengar la muerte de unos 30 familiares a manos de los hermanos Comba, entre otros; luego de su extradición y supuesta cooperación con las autoridades estadounidenses.
En conjunto, los Urabeños, Machos, Bala y Patiño compondrían un grupo formidable, especialmente durante este incierto periodo de transición en la parte norte del departamento. Sin embargo, aparte de la captura de seis presuntos miembros, la evidencia de la presencia de los Urabeños es escasa. Por su parte, Patiño no ha sido visto, y algunas autoridades dicen que su presencia es un mito diseñado para inspirar miedo.
Se espera que la violencia aumente en las áreas clave para los Rastrojos, como Tuluá y posiblemente Dovio, donde el grupo controla el lucrativo punto de producción conocido como el Cañón de Garrapatas, esto se puede deber a las luchas internas entre los mandos medios que buscan ganar el control de esta zona. El valioso territorio ofrece producción y procesamiento de drogas, y el acceso a numerosos puntos costeros para el envio de narcóticos.
El precario estado de los Rastrojos, que hasta hace un mes era considerada como una de las organizaciones narcotraficantes más poderosas de Colombia, es un testimonio de la rápida mutación y compleja naturaleza de estas organizaciones. Mientras que el gobierno las ha denominado “bandas criminales”, o BACRIM, parecen ser más mercenarios que paramilitares, más ad hoc que organizaciones estructuradas.
En el centro de las BACRIM siguen estando combatientes desmovilizados de las ahora extintas organizaciones paramilitares de derecha que combatieron a la guerrilla, a pedido del Estado, ricos terratenientes y empresarios. Pero cada mutación sucesiva los deja un poco más lejos de sus orígenes. Los nuevos reclutas carecen de la formación y disciplina de sus sucesores, y los mandos medios parecen dispuestos a trabajar para el mejor postor, o simplemente se contentan con operar por su cuenta.
La fluidez de la situación se puso de manifiesto en 2010 en el puerto petrolero de Barrancabermeja, donde miembros de los Rastrojos cambiaron alianzas con los Urabeños, virtualmente de la noche a la mañana, debido a un retraso de más de cinco meses en su pago, ya que el dinero destinado a los pagos había sido incautado en el puerto de Buenaventura, en el Pacífico.
Las autoridades dicen que lo mismo podría suceder en el Valle del Cauca. La mayoría de miembros de los Rastrojos reciben entre 500.000 y 800.000 pesos mensuales (unos US$280 – US$450), menos de la mitad de lo que alguna vez ganaban. Y el flujo de dinero en efectivo puede ser un problema, especialmente porque los Rastrojos parecen tener un sistema de contabilidad centralizado, lo que podría causar retrasos burocráticos en los pagos y, de este modo, impulsar a sus combatientes a cambiar de equipo.
Quizás igualmente importante es la reputación de los Urabeños como una fuerza de combate despiadada, pero disciplinada. Los Urabeños y los Rastrojos se han beneficiado de su control terriotorial superior, táctico y estratégico, aunque los Urabeños pueden ser ahora el más experimentados de los dos. Lo que es más, las filas de las BACRIM parecen responder más a los vientos de cambio que a la voz de cualquier comandante.