Estados Unidos no ha proporcionado ningún detalle específico sobre lo que el nuevo e histórico acuerdo con Cuba significa en términos de política de seguridad y lucha contra el narcotráfico -un área donde ya existe una limitada colaboración entre los dos países. Sin embargo, la restauración de la relación es prometedora en muchos frentes.
Según una ficha técnica emitida por la Casa Blanca, que tenía como objetivo acompañar el anuncio del presidente Barack Obama de que Estados Unidos había restablecido relaciones con Cuba, Estados Unidos ahora “trabajará con Cuba en asuntos de interés mutuo y que promuevan los intereses nacionales de Estados Unidos, tales como la migración, la lucha antinarcóticos, la protección del medio ambiente, y la trata de personas, entre otros asuntos”.
En el corto plazo, esto podría implicar simplemente que la cooperación preexistente entre Estados Unidos y Cuba se intensifique cuando se trate de esfuerzos antinarcóticos. Los dos países ya comparten información sobre el tráfico de drogas marítimo en una base de caso por caso, como detalla el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Una maniobra más drástica sería si Estados Unidos realmente comenzara a proporcionar ayuda antidrogas a la isla -algo que no se hace en la actualidad. Cuba presentó en 2011 a Estados Unidos un borrador de un acuerdo antinarcóticos, el cual se ha mantenido bajo revisión desde entonces.
Otro desarrollo importante sería que Cuba comenzara a extraditar fugitivos a Estados Unidos. La nación isleña ha entregado fugitivos a Estados Unidos en el pasado, pero no en los términos de los tratados de extradición preexistentes que tiene con Estados Unidos. Sin embargo, hasta que no se libere más información, es imposible hacer mucho más que especular.
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Cuba ya tiene una política de drogas muy estricta, la cual ha limitado severamente su comercio interno de drogas y ha visto a infractores menores someterse a duras penas. No ha habido ningún indicio de que el gobierno cubano esté interesado en recibir ayuda antinarcóticos adicional, ya sea de Estados Unidos o de otros países. Además, es difícil evaluar en qué medida Cuba puede necesitar tal asistencia, ya que aparte de las estadísticas sobre incautaciones de drogas, hay muy poca información disponible sobre el comercio de drogas -en relación, por ejemplo, a la presencia de grupos criminales transnacionales o de connivencia oficial, si la hay, con el crimen organizado. Es poco probable que las leyes draconianas de Cuba, o de su reserva en torno a este tema, cambien a la luz del nuevo acuerdo con Estados Unidos.
Otra área prometedora es el compromiso de trabajar juntos contra la trata de personas, un fenómeno que el Departamento de Estado de Estados Unidos ha dicho que Cuba no está haciendo lo suficiente para combatir. Cuba tiene un comercio activo de turismo sexual. El país condenó a 10 personas por ese delito en 2012, según información que las autoridades cubanas proporcionaron a Estados Unidos por primera vez el año pasado.
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Incluso si el nuevo acuerdo entre Cuba y Estados Unidos no implica nada más que una mayor cooperación en el rastreo de narcotraficantes, esto podría tener un impacto limitado en la dinámica del narcotráfico en el Caribe, una región que Estados Unidos han dicho que podría enfrentar una “crisis de seguridad” si no se le brinda más ayuda. Aunque Centroamérica todavía parece ser la principal ruta utilizada por los traficantes para mover cargamentos de droga hacia Estados Unidos, ha habido advertencias de que está aumentando el narcotráfico a través del Caribe.