Catorce nombres aparecieron en la acusación que siguió a la dramática caída de los directores del fútbol mundial. Los catorce eran de Latinoamérica y el Caribe.
La noticia no causó conmoción o decepción en la mayor parte de la región. Por el contrario, generó catarsis, o incluso cierta amarga alegría, por el hecho de que finalmente fueron desenmascarados los corruptos administradores del fútbol en la región.
“Me han tratado de loco, pero por suerte hoy se sabe la verdad y lo estoy disfrutando”, dijo la leyenda del fútbol argentino Diego Maradona en una emisora argentina, informó The Guardian. ”Odian el fútbol. Odian la transparencia. ¡Basta de negocios sucios! ¡Basta de decirle mentiras a la gente!”.
Los detalles conforman un cuadro familiar para cualquier persona de Latinoamérica y el Caribe: caudillos con un poder casi absoluto que usan la corrupción, el clientelismo y la intimidación para enriquecerse a sí mismos y a sus seguidores. Estos hombres supervisaron la vertiginosa y sorprendentemente lucrativa expansión del mercado del deporte más popular del mundo, y al parecer aprovecharon esa oportunidad para robar millones de dólares para financiar su lujoso estilo de vida y consolidar su poder mediante procedimientos que harían sonrojar a cualquier cartel colombiano.
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A la cabeza había tres caudillos que ejercían inmenso poder desde los más altos cargos del fútbol regional y cuya influencia corrupta se esparció por todo el mundo. Este triunvirato de caudillos dominó la administración del balompié en Latinoamérica y el Caribe durante más de dos décadas.
En el norte estaba Jack Warner, presidente de la Confederación de América del Norte, Central y el Caribe (Concacaf por sus iniciales en inglés); en el sur, Nicolás Leoz, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol); y en la presidencia de la superpotencia del fútbol en la región se encontraba Ricardo Teixeira, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
Leoz: El intocable
El primero en ganar poder fue Nicolás Leoz, quien fue electo presidente de Conmebol en 1986, después de foguearse en la administración del fútbol trabajando junto al hijo del dictador de Paraguay en el Club Libertad de Asunción.
Leoz se impuso como gobernante de un estado independiente de facto, intocable por las leyes del mismo. Después de trasladar la sede de Conmebol a su Paraguay natal, consiguió estatus diplomático para el organismo, con lo cual garantizó la inmunidad diplomática de los funcionarios de Conmebol y evitó que las autoridades incautaran documentos o congelaran activos.
El reinado de Leoz, un hombre de orígenes humildes en las aisladas llanuras áridas del Chaco paraguayo, estuvo marcado por la vanidad. El centro de convenciones de Conmebol lleva su nombre, el nuevo estadio del Club Libertad lleva su nombre, y hubo incluso, por poco tiempo, y vergonzosamente, un torneo de la Copa de Oro denominado Nicolás Leoz.
Sin embargo, aunque a Leoz le encantaban los reflectores, gran parte de sus negocios se realizaron en las sombras. Según la acusación de Estados Unidos en el caso FIFA (pdf), Leoz utilizó los principales torneos de clubes internacionales de Suramérica —la Copa América y la Copa Libertadores— como sus gallinitas de los huevos de oro. A cambio de asegurarles derechos comerciales a las empresas de mercadeo, Leoz, junto con sus compinches en las asociaciones de fútbol nacionales, desvió millones de dólares en sobornos que fueron pagados a través de cuentas bancarias suizas, intermediarios y empresas fachada.
Teixeira: Poderoso y vengativo
El segundo de los tres caudillos poderosos fue Ricardo Teixeira, quien en 1989, después de haber trabajado como corredor de bolsa, relevó en el CBF a Joao Havelange, su suegro, quien había sido presidente de la FIFA. Según Teixeira, y de acuerdo a un perfil publicado en la revista brasileña Piauí, dicha sucesión se debió a que “simplemente ambas cosas se dieron a la vez”. Según otras opiniones, aquello fue puro nepotismo.
Teixeira construyó rápidamente una amplia red de poder e influencia que desde su estrecha relación con el entonces presidente de Brasil Luiz “Lula” Da Silva benefició a numerosos miembros de su familia que acapararon altos cargos en el fútbol. Quienquiera que desde fuera cuestionara su caterva de compinches enfrentaba una andanada verbal, acciones legales o turbias maniobras políticas.
Por ejemplo, Teixeira les dijo a los periodistas que lo criticaban que “haría de sus vidas un infierno”. Y respaldó estas palabras con acciones: ha demandado a un periodista más de 50 veces y una vez castigó a una red de noticias por criticarlo, cambiando los horarios de los partidos para afectar sus ingresos publicitarios.
Las denuncias de corrupción no han llegado nunca muy lejos. Teixeira ha sido acusado de todo, desde contrabando hasta lavado de dinero. No es nombrado en la acusación de Estados Unidos, pero los medios brasileños los han identificado como a uno de los conspiradores cuyo nombre no se menciona.
La corrupción en relación con dos convenios durante su presidencia se describe en detalle. El primero es un acuerdo de patrocinio bastante lucrativo con Nike, que durante mucho tiempo ha estado bajo sospecha e incluso fue objeto de una audiencia del Congreso en el 2001. El segundo, un acuerdo sobre derechos comerciales para el campeonato nacional de Brasil, la Copa do Brasil, ocurrió en los últimos años del mandato de Teixeira. La acusación describe que quien lo remplazó como presidente de la CBF denunció que había tenido que seguir pagando sobornos a su predecesor, Teixeira.
Warner: El desvergonzado
El tríptico de las figuras corruptas en el fútbol del continente americano se completó después de la elección de Jack Warner como presidente de Concacaf en 1990, cargo que él utilizaría para hacerse a sí mismo una figura poderosa en su país de origen, Trinidad y Tobago, y en el extranjero.
Profesor de historia antes de embarcarse en su carrera en la administración deportiva, Warner es ahora jefe de su propio partido político, dueño de un periódico y magnate de bienes raíces. Durante los años que trabajó en el fútbol logró acumular enorme poder y riqueza para él y su familia a través de una combinación de encanto y astucia.
Sin embargo, su arrogancia dio lugar a controversias, ya sea por sus amenazas de escupir a los periodistas o por presuntamente intimidar a Nelson Mandela, quien se encontraba enfermo, para que hiciera un largo vuelo con el fin de ofrecerle su ayuda personalmente durante la candidatura de Sudáfrica por la Copa Mundial 2010.
La lista de denuncias de corrupción contra Warner ha estado creciendo durante décadas, y va desde revender entradas a la Copa Mundial hasta desviar dineros destinados a ayudar a las víctimas del terremoto en Haití. La acusación de Estados Unidos señala a Warner de utilizar su posición en la región para vender los derechos comerciales de la Copa de Oro (el torneo internacional de la región) y de ciertos partidos de la Copa Mundial de Fútbol al mejor postor.
La corrupción regional se globaliza
Leoz, Warner y Teixeira se apoderaron del fútbol en el continente americano, pero su influencia no se limitó a ello. Como miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA, se convirtieron en figuras centrales en los escándalos que alcanzaron a los niveles más altos del organismo y que mancharon a la insignia del torneo de fútbol mundial, la Copa Mundial de la FIFA.
Sus funciones en el Comité Ejecutivo les dieron a los administradores en el continente inmenso poder para elegir cuál sería la sede del torneo y quién podía explotarlo comercialmente, así como la capacidad de mover los hilos de las pugnas políticas al interior de la FIFA.
En la acusación de Estados Unidos, Warner es acusado de aceptar un soborno por un millón de dólares a cambio de apoyar la candidatura de Marruecos para la Copa Mundial de 2010 —apoyo que al parecer se desvaneció después de recibir 10 millones de dólares para que cambiara su lealtad y la de dos de sus colegas para apoyar a Sudáfrica—.
Esta no es la primera vez que han surgido acusaciones similares. Warner ha sido acusado de aceptar sobornos para apoyar la controvertida decisión de asignar la Copa Mundial de 2022 a Qatar. Los tres hombres fueron nombrados en una audiencia parlamentaria en el Reino Unido por vender sus influencias de manera corrupta, lo cual incluye intentos realizados supuestamente por Nicolás Leoz para asegurarse un título nobiliario de caballería de la reina británica y para que la Copa de Inglaterra —la más antigua competencia nacional en el fútbol mundial— fuera bautizada con su nombre, a cambio de apoyar la candidatura de Inglaterra a la Copa Mundial.
El tráfico de influencias en la Copa Mundial marcaría el comienzo de la caída de dos de los tres caudillos. En 2010, pocos días antes de que el Comité Ejecutivo de la FIFA realizara sus votaciones para las copas mundiales de 2018 y 2022, la BBC presentó un informe con pruebas documentales que buscaban mostrar que Leoz y Teixeira habían aceptado sobornos a cambio de presionar, a través de contratos con la compañía de marketing deportivo ISL, por los derechos comerciales de la Copa Mundial. Como los investigadores los arrinconaron, ambos hombres renunciaron aduciendo “razones de salud”.
A pesar de que Warner logró evadir la atención que recibió la investigación sobre la ISL, fue obligado a dimitir por un escándalo que se describe en la acusación. Aunque por mucho tiempo fue aliado del presidente de la FIFA Sepp Blatter, en las elecciones de 2011, Warner cambió su apoyo para votar por Mohamed bin Hammam, rival de Blatter. Luego animó al resto de las asociaciones de fútbol del Caribe a hacer lo mismo, otorgando paquetes de US$40.000 en efectivo a cada una. Según la acusación, cuando uno de los miembros reportó dicho pago a la Concacaf, Warner respondió diciéndoles a los delegados: “Hay algunas personas aquí que piensan que son más santas que uno. Si eres santo, inaugura una iglesia. Nuestro negocio es nuestro negocio”.
¿El fin de los caudillos?
El futuro de Leoz, Teixeira y Warner es incierto. Leoz, de 86 años de edad, fue puesto bajo arresto domiciliario en Paraguay, pero luego fue trasladado a un hospital por problemas de salud. Teixeira ha sido acusado por delitos financieros en Brasil y, según los informes de los medios de comunicación, es el siguiente en la lista de detenciones de la Oficina Federal de Investigación (FBI por sus iniciales en inglés).
Por su parte, Warner fue detenido por un corto tiempo en Trinidad, pero fue liberado bajo fianza. Sin embargo, parece que no se quedará callado, pues ha publicado un video (vea el video abajo) en que promete “ponerse en guardia”, luego de anunciar que teme por su vida dado que tiene pruebas de vínculos entre la FIFA y las elecciones en Trinidad.
“Ni la muerte detendrá la avalancha que se avecina”, dijo. “La suerte está echada. No puede haber vuelta atrás. Que pase lo que tenga que pasar”.

Sin embargo, aunque la caída de Leoz, Warner y Teixeira ha sido aplaudida, así como la reciente dimisión del presidente de la FIFA Sepp Blatter, todavía no se sabe si esto marcará el final de la era de los caudillos del fútbol en el continente americano.
Quienes han remplazado a los tres hombres en las federaciones de fútbol de la región aparecen nombrados en la acusación y enfrentan cargos de corrupción similares. Aunque han sido destituidos, dos de sus sucesores, los nuevos directores de Conmebol y CBF ya enfrentan presiones y denuncias de corrupción.
Los acontecimientos de las últimas semanas han llevado a una purga de prácticamente todas las directivas de la FIFA, y la vieja guardia en las Américas ha desaparecido. Pero como la región lo sabe muy bien, derrocar a los caudillos es mucho más fácil que sustituir a las estructuras en las que prosperan.