Una zona de Medellín que anteriormente era considerada uno de los lugares más violentos y asolados por el crimen en Latinoamérica está surgiendo como un lugar atractivo para que los turistas extranjeros aprecien la «transformación» de la ciudad. El auge del turismo está atrayendo la atención y generando fuentes de financiación para las iniciativas locales contra el crimen y la violencia, pero la continua actividad de las pandillas y la comercialización del activismo comunitario podrían obstaculizar los avances.

Los turistas suben por el sinuoso camino de escaleras eléctricas con marcos color naranja que atraviesan la ladera, desde donde se observan grafitis de vívos colores sobre las paredes de casi todas las casas y negocios del barrio. A la distancia se escucha música hip hop proveniente de un estéreo portátil, y los residentes observan cómo los extranjeros toman fotos de su barrio. Los visitantes toman cerveza, comen comida callejera y siguen a un guía local que narra historias de los diferentes lugares por los que atraviesan.

Su visita al sector transcurre de manera informal y tranquila. Pero habría sido impensable hace solo dos décadas.

La Comuna 13, una serie de barrios de bajos ingresos, construida en una ladera del nororiente de Medellín, llegó a ser considerada uno de los lugares más peligrosos del mundo. Actualmente es uno de los destinos más populares de la ciudad para los turistas extranjeros que buscan sumergirse en una cultura única que ha resistido décadas de violencia mediante poderosas expresiones artísticas.

En solo 20 años, Medellín ha pasado de tener el deshonroso título de capital mundial del homicidio y el crimen organizado para atraer a un creciente número de turistas.

La industria turística de Colombia está en auge tras el final del largo conflicto armado del país y gracias a la creciente popularidad de programas de televisión como Narcos, de Netflix, que dramatizan el sangriento imperio del Cartel de Medellín y de su capo, Pablo Escobar. En 2017, Colombia recibió más de 6,5 millones de turistas extranjeros, la mayor cantidad que ha recibido en la historia del país, y se espera que esta industria siga creciendo.

En medio de este auge del turismo, la Comuna 13 se está convirtiendo rápidamente en un sitio obligado para los visitantes que buscan experiencias que den cuenta de la «transformación» de Medellín —y de Colombia en general—.

De epicentro del crimen a atracción turística

Vestido con una camiseta ancha y una gorra de béisbol, Dairo Andrés Hidalgo, más conocido por su nombre de rapero «Kbala», descansa en el patio afuera de su nuevo negocio de hamburguesería, donde también ofrece recorridos para los turistas.

Kbala, un rapero de 27 años de edad de la Comuna 13, y líder comunitario, ha ejercido como guía turístico en su barrio durante más de seis años. Dice que le llena de orgullo mostrar el progreso de su comunidad. Pero todavía recuerda lo difícil que fue crecer allí en los primeros años de este siglo, durante uno de los períodos más difíciles de la zona.

Las lucrativas rutas de tráfico de drogas y armas que atraviesan la Comuna 13 han promovido durante mucho tiempo los violentos enfrentamientos entre pandillas y otros actores armados, incluyendo grupos paramilitares y guerrilleros. En 2002, las tensiones se agravaron cuando el área fue sitiada por las fuerzas de seguridad colombianas ayudadas por un grupo paramilitar durante la operación militar urbana más grande de la historia del país.

En ese momento Kbala tenía 12 años y dice que, dados  los «abusos de poder, las violaciones a los derechos humanos, la extorsión, el microtráfico, los abusos y las atrocidades», quedaban «solo dos opciones: esconderse en casa o volverse violento».

Pero los residentes, cansados de la victimización y el miedo, crearon una tercera opción: la acción comunitaria. Los grupos locales empezaron a canalizar sus frustraciones en proyectos sociales, recuperando su vecindario con proyectos de jardinería, programas de limpieza y expresiones de arte público que reflexionaban sobre la violencia que habían sufrido y que clamaban por la paz.

Kbala explica que surgió un movimiento cultural alrededor de las artes del hip hop —rap, grafiti, breakdance y DJ— «que fue una clave fundamental para que comenzara la transformación» de la comunidad, ofreciendo alternativas diferentes a una vida de violencia y delincuencia.

Un grupo de DJ toca música hip hop y un breakdancer baila para un grupo de residentes y turistas en la parte superior de las escaleras eléctricas de la Comuna 13

Kbala cuenta que durante la siguiente década los grupos comunitarios «se unieron para trabajar en conjunto hacia ideales específicos (como) la transformación, la tranquilidad, la paz, la economía y el progreso».

Sin embargo, el progreso social tuvo varios reveses. En 2011 y 2012, las detenciones de líderes de pandillas dieron lugar a un «año tenso y violento», cuando los fracturados grupos criminales de Medellín se reestructuraron y empezaron a enfrentarse por el control con el grupo criminal recién llegado. Al menos una docena de jóvenes raperos de la Comuna 13 fueron atacados y asesinados por denunciar la violencia y cruzar «fronteras invisibles», demarcadas por pandillas locales. Decenas más fueron desplazados de sus hogares.

Según Kbala, cuando las sangrientas guerras territoriales disminuyeron en 2013, los grupos comunitarios reactivaron sus esfuerzos, y se dieron cuenta de que podían aprovechar una fuente de apoyo que antes era «inimaginable» en la Comuna 13: el turismo.

La administración municipal de Medellín había terminado recientemente la construcción de una serie de escaleras eléctricas al aire libre que conectan la estación del metro de la Comuna 13 del barrio de San Javier con los barrios Independencia I y II, ubicados en las laderas. Este gran proyecto de infraestructura fue el primero de su tipo en Colombia, y no solo mejoró la accesibilidad para los residentes sino que además abrió el área para los visitantes.

Pronto las escaleras se convirtieron en una atracción, como símbolo de la «innovación» de la ciudad; su  inusual diseño arquitectónico atrajo visitantes y generó interés por la manera como los lugareños estaban recuperando y embelleciendo sus calles.

«Diseñamos los recorridos de tal manera que la gente no sólo viniera a ver las escaleras eléctricas, sino que además conociera la verdadera Comuna 13, sus historias y, lo más importante, las personas que viven aquí y que son las que verdaderamente generaron la transformación», dice Kbala.

Los primeros recorridos atrajeron a residentes de los barrios vecinos, interesados en la cantidad de grafitis pintados por grupos de hip hop de la comunidad. Según Kbala, esos recorridos permitieron cambiar las percepciones que se tenía de los artistas hip hop de la Comuna 13 y abrieron el camino para el apoyo y la financiación necesarios para sus proyectos sociales.

«Esta fue una oportunidad para que la ciudad misma reconociera que los raperos de la comunidad no son drogadictos, que ellos son quienes hacen trabajo social», dice Kbala, y añade que «este negocio nos permitió hacer más mejoras en el barrio».

Turismo comercial versus turismo comunitario

A medida que el turismo en la Comuna 13 se ha hecho cada vez más popular, nuevos actores han tratado de sacar provecho del negocio, trayendo un número cada vez mayor de turistas extranjeros a la comunidad.

En el barrio más exclusivo de Medellín, El Poblado, hay una escuela de español con un café pintado de vivos colores, conocida como Toucan Café and Tours, que se ha convertido en punto de referencia de los turistas extranjeros interesados en conocer la transformación de la Comuna 13.

«El turismo permite cambiar la percepción que la gente tiene de la ciudad como un lugar peligroso», nos dijo Carmen Villegas, gerente de Toucan, a los investigadores de InSight Crime.

Villegas señala que muchos turistas extranjeros que inicialmente se sentían atraídos por historias relacionadas con Pablo Escobar han aprendido sobre la resistencia social a la violencia y el crimen a través de los tours que ofrece la compañía.

Toucan es la principal empresa de turismo que ofrece recorridos bilingües en inglés y español en la Comuna 13, y se enorgullece de ser la que ofreció el tour de grafitis «original». La compañía trabaja con un centro comunitario local de hip hop llamado Casa Kolacho, combinando su experiencia y conocimientos en mercadeo en línea con el conocimiento de los residentes del barrio.

Según el empleado Markus Jobi, Toucan estima que entre el 70 y el 80 por ciento de los turistas que visitan la Comuna 13 lo hacen a través de su empresa. Villegas dice que los tours de la Comuna 13 son los más populares de todos los que ofrece Toucan.

La mayoría de los turistas extranjeros llegan a los tours de Toucan a través de promociones, comentarios y blogs de viajes en Internet que promocionan las historias y fotos de la compañía en Internet como la mejor manera de aprender sobre la comunidad y de apoyar el cambio que está generando allí el movimiento hip hop.

El rapero y líder comunitario Kbala les muestra a los turistas una paleta de fruta producida por habitantes del sector, cuando trabajaba para Toucan en febrero de 2017, antes de crear su propia empresa de turismo

Rob Danks, director de Toucan, le dijo a InSight Crime que la visión de la compañía es participar en el «turismo comunitario sostenible con un impacto positivo a corto, mediano y largo plazo».

Según Danks, solo en 2017 los tours de Toucan generaron unos US$15.000 (40 millones de pesos colombianos). Parte de estas ganancias se destina a apoyar las clases de hip hop que Casa Kolacho ofrece a casi 600 niños de la comunidad, y a ofrecer un ingreso constante para los artistas locales que pintan grafitis.

Pero algunos residentes de la Comuna 13 opinan que este «turismo masivo» trae complicaciones.

Actualmente, en el sector hay al menos seis microempresas de turismo dirigidas por jóvenes de la comunidad —entre ellas Ruta 13, Perrograff y La Cuatro Trece, de Kbala— que dicen que no tienen cómo competir con «gigantes del turismo» como Toucan.

Kbala le dijo a InSight Crime que los beneficios económicos del turismo a gran escala pueden ayudar a financiar proyectos sociales y sacar a algunos residentes de la pobreza, pero la creciente industria también ha contribuido a que los niños abandonen la escuela para dedicarse a recibir propinas de los turistas y altera la privacidad de la comunidad. Y aunque casi todos los residentes de la Comuna 13 sienten que ha habido una significativa reducción de la violencia, las mejoras estéticas y el flujo de dólares que genera el turismo están beneficiando solamente a un puñado de barrios.

Los retos de la presencia del crimen organizado

Aunque el creciente interés en los proyectos de lucha contra la violencia y el crimen en la Comuna 13 está generando mayor apoyo para los grupos comunitarios locales, el auge del turismo también puede estar contribuyendo a las actividades del crimen organizado en estos barrios.

La administración local no ha regulado la creciente industria del turismo en la Comuna 13. Como resultado, según Kbala, en la zona está surgiendo el «turismo perjudicial».

Dado que miles de extranjeros inundan la ciudad cada mes, el turismo ha generado oportunidades lucrativas para los grupos criminales que trafican cocaína, o se dedican a la prostitución y la explotación sexual infantil.

Los altos márgenes de ganancia de la industria turística también la hacen vulnerable a la explotación por parte de las pandillas locales. Según habitantes que participan en esta industria, los grupos criminales de la Comuna 13 que controlan los barrios frecuentados por los turistas anunciaron recientemente que comenzarán a cobrar un «impuesto» más alto a las empresas de turismo.

«Dondequiera que estés en este país, hay [extorsión]… Como empresario del turismo, sé que existen ciertas reglas en el barrio que debo respetar si quiero trabajar», dice Kbala.

Sin embargo, Kbala cree que, dadas las complicaciones, las empresas turísticas «deben adaptarse».

«El mundo necesita saber que esto se puede hacer. No es fácil, pero es posible», afirma.

* Todas las fotos cortesía de Angelika Albaladejo.