Activistas mexicanos crearon el primero “Corrupcionario” del mundo, una satírica recopilación del léxico mexicano relacionado con la trampa, que transmite un mensaje muy serio sobre el arraigo que han alcanzado la corrupción y el delito en la sociedad mexicana.
Pregúntele a la mayoría de los mexicanos qué es un “trámite” y le describirán los procedimientos burocráticos por los que tiene que pasar cualquier ciudadano para salir adelante en la vida civil. Pero el equipo responsable del “Corrupcionario Mexicano” tiene una definición más pintoresca.
Para los autores, un trámite es un “Procedimiento obligatorio —e incluso gratuito en un número considerable de casos— que las oficinas de gobierno intentan hacer pasar como un favor al contribuyente –a nosotros, pues—. Te quitan tu tiempo, la esperanza de arreglar el asunto que te preocupa, tu lana [dinero] y, encima de todo, te atienden con la pereza de un oso que está muy lejos del desfile de primavera”.
El Corrupcionario es obra de la organización anticorrupción Opciona. Según los autores, el propósito del libro es arrojar luz sobre las innumerables formas en las que la corrupción se ha adueñado de la sociedad mexicana y cuestionar su normalización social.
“Hicimos un compendio de palabras asociadas a un fenómeno tan internalizado en nuestra sociedad como lo es la corrupción, para ponerle nombre y apellido a situaciones, personajes y acciones terribles que, maquilladas por la cotidianidad, nos parecen normales”, afirman.
La definición de corrupción que sigue el Corrupcionario es amplia; no cubre solo los hechos reales, sino también la corrupción más amplia de la sociedad mexicana, valores y actitudes, causadas por la corrosiva influencia del crimen organizado, la trampa y la debilidad de los organismos estatales. Cubre tres áreas generales, que define como “la corrupción de nosotros, la corrupción de ellos y la corrupción de todos”.
Muchos términos describen los actos corruptos de cada día del tipo que encontrarán muchos ciudadanos comunes, como pagar un “brinco” para evitar el papeleo y las normas en procedimientos públicos. Otros designan las prácticas corruptas que infestan la vida civil, como la técnica de compra de votos conocida como el “carrusel”, donde los votantes pasan sus papeletas en blanco al comprador de votos, quien luego les devuelve el voto ya marcado de otra persona para que lo coloquen en la urna electoral.
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Además de la jerga sobre corrupción, Opciona emplea sus definiciones para propinar ganchos políticos a instituciones, figuras públicas y actitudes en México.
Algunas definiciones atacan a políticos acosados por escándalos y a sus círculos íntimos. Un ejemplo es la primera dama de México, Angélica Rivera, quien se vio implicada en un escándalo por la compra de lujosas propiedades. Bajo el término “Casa Blanca”, la sarcástica definición reza así: “Imponente exmansión de la primera dama, quien, con el sudor de su frente, ahorró millones de pesos durante décadas, para así algún día proclamarse indiscutiblemente como ‘La Dueña’”.
La recopilación incluye también conceptos, como “Justicia”, que se describe como “Construcción social inexistente en México. Punto”. La definición de “Justicia por mano propia”, entre tanto, remite al movimiento de milicias de vigilantes en México y ofrece la definición, “Dada la ausencia de un sistema de justicia efectivo —ya no se diga confiable—, se trata de un método empírico basado en el adagio antiguo ‘ojo por ojo’”.
Otros objetivos de las satíricas definiciones el Corrupcionario incluyen instituciones del estado, como el Congreso, que se describe como “un espacio simulado de representación popular financiado por los contribuyentes, para que diputados y senadores acudan esporádicamente a tomarse ‘selfies’ en la Tribuna”.
Algunas definiciones también cuestionan algunas de las actitudes sociales que se han vuelto comunes en un país infestado por la criminalidad. Lo hace mediante frases como “seguro estaba metido en algo”, lo cual define como “sentencia prejuiciosa que solemos decir con alarmante ligereza cuando nos enteramos de la muerte violenta de algún (casi siempre joven) mexicano”.
“¿Te parece chistoso?”, añade la definición.
Análisis de InSight Crime
En toda Latinoamérica, los países son testigos de cómo la naturaleza del crimen organizado y la corrupción se presta para ese tipo de creatividad lingüística que resalta el Corrupcionario. Tener un léxico tan amplio y de uso tan extendido suele ser un indicador de que se ha impuesto una cultura de la criminalidad.
En algunos casos, el amplio y variado vocabulario del crimen organizado se ha subsumido en la jerga de uso diario. Uno de los ejemplos más evidentes de esto es Medellín, Colombia, donde el narcotráfico ha sido una fuerza cultural desde la época de Pablo Escobar y los años del apogeo de la cocaína. En Medellín, la jerga narco ha sido recogida en la lengua vernácula —conocida como Parlache— y aún dos décadas después de la muerte de Escobar, la gente suele usar palabras acuñadas por los hampones de los ochenta.
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Pero más allá de las curiosidades lingüísticas y las definiciones graciosas, hay, como lo destaca Opciona, una razón más seria del Corrupcionario. El proyecto es una muestra de hasta dónde el crimen, la corrupción y la violencia se han vuelto normales en México.
Las nuevas definiciones en cualquier diccionario aparecen solo cuando las palabras o expresiones se han hecho de uso común y son de amplia comprensión. Tener un léxico para esa gama de actos criminales y corruptos indica una sociedad donde estos se han vuelto no solo comunes, sino ampliamente aceptados, aun cuando no sean absueltos.
Aun así, el mensaje del Corrupcionario no acaba con su vocabulario especializado. Las definiciones irónicas para términos que representan básicamente las funciones del estado no solo son indicadores de un Estado que incumple sus obligaciones, sino de un gobierno que en muchos casos hace lo contrario de lo que debería hacer: los jueces corruptos que liberan a narcotraficantes o los agentes de policía implicados en secuestros.
Además, las descripciones de ciertas actitudes que son generalizadas en la actualidad, como la creencia de que cualquier víctima de homicidio andaba en malos pasos, son también testimonio de la corrosiva influencia social del crimen y la corrupción y del endurecimiento ante sus efectos de una población que los ha padecido por mucho tiempo.
Aunque el Corrupcionario encuentra algo de qué reírse en el oscuro punto débil de México, el mensaje subyacente es duro; la capacidad de llenar un libro con términos que describen estos actos y actitudes es una sentencia condenatoria de la salud de la sociedad mexicana.