El diario deportivo El Gráfico de El Salvador puso en su portada una historia que estremeció al país. Un jugador de la selección de fútbol soccer, hablando desde el anonimato, relataba el 15 de agosto como siete jugadores habían recibido 10 mil dólares cada uno para vender el resultado de un partido del equipo nacional en beneficio de una mafia internacional de apostadores dirigida por Dan Tan, un criminal originario de Singapur.

En reportajes posteriores, que publicó a lo largo del año, el periódico destapó el peor escándalo del fútbol salvadoreño, centroamericano y latinoamericano de las últimas décadas: al menos 22 jugadores involucrados en posibles amaños de partidos, incluidos eliminatorios al mundial de Brasil y amistosos, entre ellos un amistoso contra el DC United de Washington el 18 de junio de 2010.

Cristian Villalta, jefe de redacción de El Gráfico, explicó a InSight Crime cómo funciona la venta de partidos:

“Es una mafia internacional, que subcontrata a criminales organizados en cada país para que les hagan el trabajo de conminar a jugadores, árbitros, dirigentes, etc. En Italia, este mismo grupo coordinado por el singapurense Dan Tan [un jefe criminal ubicado en Singapur], tuvo nexos con la mafia tradicional para propiciar amaños según consta en el juicio seguido a varios futbolistas profesionales, incluido un ex seleccionado italiano. En México, el narcotráfico tiene que ver con esta actividad. Algunos expertos sostienen que algunos círculos criminales se han movido del tráfico de armas al más lucrativo y menos peligroso asunto del amaño de partidos.”

(Vea más de la entrevista con Villata abajo.)

La primera pista de los amaños en El Salvador había llegado de manos de un reportero que, al volver de un partido, explicó en la redacción que un informante le había contado sobre un jugador local a quien le gustaba lucir sus dólares, incluso euros, algo que en un primer momento pareció una excentricidad a los editores, no un indicio, relata Villalta.

Vendrían, luego, otros indicios, como un extraño partido entre una selección no oficial de El Salvador y un equipo costarricense en Ciudad Quezada, una localidad pequeña 100 kilómetros al norte de San José. En ese juego también hubo cosas raras: los organizadores no convocaron periodistas, los uniformes de El Salvador no eran los oficiales, los boletos de entrada eran los que habían sobrado de un juego oficial previo de la selección costarricense…

A partir de entonces, y tras el cruce de información con organizaciones, periodistas e investigadores públicos y privados que estaban sobre la pista de los estafadores, sus cómplices uniformados –con ropa de soccer en esta ocasión–, empezó a nacer la sospecha, seguida luego de las primeras verificaciones, de que un grupo de futbolistas salvadoreños se había mezclado en una estafa internacional que suponía el uso del emblema nacional para cobrar por perder partidos.

“A cambio del dinero, que se ofrece sobre todo al portero, defensas y jugadores encargados de destruir el juego rival, estos se comprometen a jugar por debajo de sus capacidades, y eso puede significar en algunos casos cometer faltas hasta que los expulsen del partido, o anotar un autogol, o incluso a soportar un mínimo de goles en contra, en un periodo específico o en todo el encuentro. Los mafiosos necesitan un promedio de siete jugadores en la conjura, seis como titulares y uno en la banca para estar recibiendo indicaciones en un teléfono celular o vía sms”, relata Villalta.

Desde que El Gráfico destapó la historia, la Federación Salvadoreña de Fútbol –máxima autoridad del soccer en El Salvador– castigó de por vida a 14 jugadores que no podrán volver a cobrar por jugar soccer en una liga federada, adscrita a FIFA. El 13 de octubre FIFA misma confirmó las sanciones. En el camino, sin embargo, el proceso de investigación en El Salvador fue tan lento, amañado él mismo de alguna manera, como para que uno de los principales implicados saliera del país sin problemas.

Impunidad, el mal nacional

El soccer es el deporte nacional de El Salvador. La selección mayor no es un equipo ganador: ocupa el número 83 en el ranking de la FIFA, la organización que dirige ese deporte en el mundo, y el noveno lugar en la débil región futbolística de América del Norte, el Centro y el Caribe, donde han solido mandar México y Estados Unidos. El país no clasifica a una copa del mundo desde 1982, cuando su equipo entró al libro Guinness de récords por recibir la peor goleada en un partido oficial, 10 a 1 frente a Hungría.

La pasión por el soccer, sin embargo, está ahí donde haya salvadoreños. Estaba en el Robert F. Kennedy de DC en 2010, como suele estarlo en ese viejo estadio del este de la capital estadounidense en el que desde hace dos décadas suena el himno nacional de El Salvador cuando la selección nacional de fútbol juega ahí. Al menos hasta ahora. Al menos hasta antes de ese 15 de agosto en que El Gráfico reveló el escándalo de los amaños. En el RFK, ese día, la selección de El Salvador jugó un amistoso que hoy es objeto de investigación por las autoridades salvadoreñas por venta de resultados.?

Cuando el United juega en casa la barra más fiel, que suele cantar en español en los tendidos populares, se pinta el rostro de negro, rojo y blanco, los colores del equipo de Washington; casi siempre. Cuando la selección de El Salvador jugaba en ese estadio, los mismos hinchas cambiaban los colores por los que de verdad les hacían sufrir al menos hasta ahora, el azul y el blanco de su equipo nacional: la mayoría de los miembros de la barra brava del equipo de Washington son salvadoreños. Pasará un rato hasta que la selección vuelva a jugar en Washington y quizá un poco más para que los domingueros de la barra brava vuelvan a meterse la mano en la bolsa para pagar por ver a los seleccionados.

“Se les perdona lo maletas (malos), pero no lo tamales (ladrones)”, me dijo uno de ellos en Baltimore, cuando la selección perdió 5-1 en la Copa de Oro contra Estados Unidos el pasado 21 de julio.

??La saga de la “pelota manchada”, como tituló El Gráfico, también ha incluido hasta ahora un guión ya clásico en el reportorio salvadoreño del combate al crimen. O del no combate.

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A las denuncias en la prensa siguió en El Salvador un hollywoodesco despliegue de las autoridades, que incluyó cateos en casas de futbolistas comandados por un jefe de la Fiscalía General quien explicó los hallazgos a las cámaras de TV y una conferencia de prensa de la Federación de Fútbol anunciando la suspensión temporal de los 22 futbolistas cuestionados.

Lo cierto es que nadie, nunca, giró orden de captura administrativa contra Miguel Ángel Montes Moreno, el portero de la selección nacional y principal sospechoso de coordinar, reclutar y pagar para los amañadores internacionales. Montes se fue, tranquilo, por el aeropuerto hacia Estados Unidos. Como antes se han ido de El Salvador diputados sospechosos de lavado, narcotraficantes amigos de policías o coroneles acusados de asesinar jesuitas.??

La historia sobre la corrupción en el fútbol salvadoreño inundó las redes sociales y ocupó los programas de entrevistas matutinas en El Salvador. Todos opinaron y escribieron. Todos se indignaron. Hubo lugares comunes: petición del castigo más duro para los “traidores a la patria” extensivo a directivos y entrenadores, pero también una queja: ¿por qué la sociedad se indignaba tanto por el fútbol y era mojigata, ideológica, partidista al hablar de la corrupción en otras instituciones del estado como la Policía, la Asamblea Legislativa o el Ejecutivo? y ¿por qué hoy sí la petición inequívoca de castigo cuando El Salvador ha guardado silencio ante crímenes más atroces, como asesinatos, masacres, violaciones?

Entrevista de InSight Crime con Cristian Villalta, Gerente de El Gráfico

¿Por qué El Salvador? La nuestra no es una selección sobre la que se pensaría llama la atención de los apostadores

El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Zimbabwe, Corea del Norte, Bolivia, Zambia… Se han registrado amaños en partidos de y en estos países, que tienen como denominador común semiprofesionalismo, federaciones con pocos recursos y/o voluntad para combatir esta amenaza, federaciones y futbolistas con pocos recursos. Y la amanipulación tiene lugar en partidos que esos países perderían de todos modos, y que por ende no despiertan demasiadas suspicacias. México puede vencer a El Salvador 9 de cada 10 veces; al mafioso le interesa que El Salvador efectivamente pierda, y que lo haga por 4-1 o 5-0, por ejemplo.

¿Es un negocio grande en El Salvador?

El Salvador es una pieza pequeña dentro del tablero del amaño en términos de movimiento de dinero, pero la infiltración fue tan profunda que ya tiene a 22 jugadores suspendidos en una liga profesional que no tiene a más de 40 estrellas. Sólo un partido, en octubre de 2010, organizado ex profeso para ser amañado, movió más de 10 millones de dólares en el mercado de apuestas legales. 

22 seleccionados es un equipo o dos… ¿Qué tan profundo es esto? ¿Dirigentes? ¿Árbitros? ¿La liga local?

Hay una estructura que ha permitido diseminación y garantizado impunidad. 

En Estados Unidos hay mucha indignación entre aficionados salvadoreños. ¿Crees cierto eso de que la selección era una de las pocas que tenía capacidad cohesiva en El Salvador?

Definitivamente. Pero era imposible mantener un oasis de inocencia en una sociedad podrida. Ahora la selección sí es una metáfora del país.

7 respuestas a “En El Salvador hasta el fútbol está tocado por la corrupción”