¿Por qué es tan violenta la región de Latinoamérica y el Caribe? Steven Dudley, codirector de InSight Crime, dio su respuesta en una reciente conferencia sobre el crimen organizado y el desplazamiento en la región.

En los últimos años las organizaciones criminales han proliferado en Latinoamérica y el Caribe. Aunque varían desde pandillas callejeras a insurgencias, desde organizaciones de tráfico de drogas (OTD) a mafias paramilitares, comparten algunas características comunes: 1) se aprovechan de la debilidad de las instituciones del gobierno para controlar el territorio físico; 2) parecen prosperar donde han surgido nuevas economías criminales y donde pueden diversificar sus portafolios; 3) emplean la violencia y la amenaza de violencia para lograr sus objetivos, ya sean políticos, criminales o de otro tipo.

El impacto de esta actividad criminal en la región es profunda. Hoy Latinoamérica y el Caribe es la región más violenta del mundo. En su más reciente informe sobre homicidios a nivel mundial, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) (pdf) señaló que los cinco países con el mayor número de homicidios en el planeta se encuentran en la región; cuatro de ellos son países centroamericanos.

Según un informe publicado recientemente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (pdf), en la última década, Latinoamérica y el Caribe vieron un aumento del 12 por ciento en los homicidios; fue la única región del mundo donde las tasas de homicidio se elevaron. Once países de la región tuvieron tasas de homicidio que pueden ser calificadas como “epidémicas” (con más de 10 por cada 100.000 habitantes), señaló el informe del PNUD. Los homicidios no son lo único que va en aumento. La extorsión es cada vez mayor en toda la región, y en 2012 México registró el mayor número de denuncias por secuestro en su historia. El PNUD también señaló que diariamente 460 personas sufren de violencia sexual en Latinoamérica. Y, por supuesto, está el desplazamiento forzado, que puede ser tanto consecuencia de la violencia como la causa de más violencia en las zonas donde se asientan las poblaciones desplazadas.

Este artículo fue presentado a los participantes de la conferencia “Los Grupos Criminales Organizados y la Nueva Ola de Desplazamiento Forzado en América Latina”, organizada por la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Londres y la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), y celebrada en San Salvador el 22 y 23 de mayo de 2014.

Entre los países más violentos de la región se encuentra Honduras, donde los homicidios se han triplicado desde 2003, llegando a un asombroso nivel de 79 asesinatos “intencionales” por cada 100.000 habitantes en el último recuento anual del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (pdf). Sin embargo, picos alarmantes en los homicidios también se han registrado en Venezuela, México, República Dominicana, Argentina, El Salvador, Guatemala, Bolivia y Brasil, por nombrar algunos. Incluso Colombia -a menudo considerado como un modelo acerca de cómo derrotar al crimen organizado y a las insurgencias por igual- todavía tiene una tasa de homicidios superior a 30 por cada 100.000 habitantes.

El papel del crimen organizado en este aumento de la violencia ha sido poco estudiado y a menudo malinterpretado. En lugares como Ciudad Juárez, donde en cinco años -de 2006 a 2010- los homicidios aumentaron en un sorprendente 1.000 por ciento, la historia generalmente aceptada fue que la violencia era el resultado de una “guerra” entre el Cartel de Juárez y el Cartel de Sinaloa, dos poderosas OTD internacionales. Sin embargo, la violencia estaba ocurriendo en numerosos niveles, que por supuesto incluían la batalla entre estos grandes grupos criminales, pero también incluían enfrentamientos entre organizaciones criminales más pequeñas, disputas entre funcionarios del gobierno y el aumento de la sensación de impunidad que se generalizó tras el aumento en los asesinatos.

Lo que me ha llamado la atención durante este tiempo es que este aumento en los homicidios se produce en un momento en que Latinoamérica y el Caribe están experimentando un renacimiento. La región ha surgido de varias guerras civiles, y Colombia está negociando el fin del conflicto de mayor duración en la región. Las dictaduras militares, que una vez fueron la norma, han sido vilipendiadas, las fuerzas armadas en gran medida se mantienen al margen de la política y, en algunos casos, sus antiguos dirigentes han sido procesados ??por los crímenes cometidos mientras estuvieron en el poder. La región nunca ha tenido gobiernos más democráticos.

Lo que es más, en su conjunto, la región se está desempeñando mejor económicamente que la mayor parte del resto del mundo. El PIB regional acumulado ha aumentado en un 4 por ciento durante la última década, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). La clase media ha crecido un 50 por ciento durante el mismo período, dijo el Banco Mundial (BM) recientemente en un informe. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que desde 2002, la pobreza en Latinoamérica se ha reducido en casi un 16 por ciento.

México ofrece un buen ejemplo de esta dicotomía. En el año 2000, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), perdió su control sobre el poder después de casi un siglo. El país ha crecido de manera constante desde entonces, aunque con un ligero descenso por la crisis financiera en Estados Unidos, han surgido nuevas oportunidades económicas, en particular en el sector petrolero, donde el gobierno también está abriendo un espacio.

Sin embargo, este recién descubierto espacio político y económico, ha coincidido con un dramático aumento de tres veces en los homicidios. Para que quede claro, esta no es una guerra en ningún sentido de la palabra. La gran mayoría de los países funcionan normalmente. La violencia se concentra en ciertas áreas, y las tasas globales de homicidios han disminuido en los últimos meses. Pero los puntos más conflictivos persisten y, en algunos casos, los grupos criminales son los principales agentes de poder en estos territorios.

En resumen, los indicadores económicos y las tendencias macropolíticas apuntan a un mayor desarrollo y mayor participación ciudadana en los gobiernos de la región, pero esto no se ha traducido en una mayor seguridad ciudadana. En muchos sentidos, esta dicotomía va en contra de la sabiduría convencional de que más democracia, más crecimiento económico y menos guerra convencional, resultan en menos crimen.

Evolución criminal

Parte de la explicación de este aumento en la violencia y en las actividades criminales es la cambiante dinámica criminal de la región. En su informe sobre los homicidios, la ONUDD dice que hay tres grandes tipologías de homicidios: “homicidio vinculado a otras actividades y grupos delictivos”, “homicidio interpersonal” y “homicidio sociopolítico”. La ONUDD dice que la primera tipología -actividades criminales- representa el 30 por ciento de los homicidios en las Américas y fluctúa salvajemente, llevando a los investigadores de la ONU a creer que un aumento en las actividades criminales puede conducir a cambios repentinos en los niveles de homicidios.

Por su parte, el PNUD da una mirada mucho más sociológica a la violencia e identifica cuatro motores de ella. En primer lugar habla de la existencia de “el delito aspiracional” relacionado con cuestiones de desigualdad y movilidad social. En segundo lugar, explora la teoría del “tejido social”, que se centra en indicadores como la cantidad de hogares monoparentales, la rápida urbanización y los cambios económicos que vienen con la liberalización del comercio, y otros cambios macroeconómicos. En tercer lugar, identifica lo que llama “facilitadores del delito y la violencia”: armas, alcohol y drogas. Por último, señala que “la falta de capacidades institucionales de los Estados” engendra crimen en todas sus manifestaciones.

En InSight Crime recurrimos a ambos enfoques. Para comenzar, hay una serie de dinámicas y tendencias en el hampa que creemos que están influyendo en los niveles de violencia. La primera es la aparición de nuevos mercados para las drogas. Las organizaciones criminales transnacionales (OCT) -que llamaré grupos criminales de Nivel 1 (Tier 1)- son, principalmente, grupos económicos. Algunos tienen redes muy planas y horizontales. Otros son jerárquicos. Todas ellos obedecen, sobre todo, a las fuerzas del mercado.

En este sentido, varios nuevos mercados están cambiando la forma en que estas organizaciones criminales operan y mueven drogas ilícitas, en particular la cocaína, que sigue siendo uno de los mayores generadores de dinero en el mundo. En primer lugar, el mercado europeo, que actualmente representa casi una cuarta parte de la cocaína consumida a nivel mundial, se ubica justo por debajo del mercado de Estados Unidos, según el “Informe Mundial sobre las Drogas 2013” de la ONUDD (pdf). Según la ONUDD, un pico particularmente preocupante puede ser visto en el oriente y el sudeste de Europa, donde las tasas de consumo se han más que duplicado desde 2004 y 2005 (ver gráfico ONUDD abajo).

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En segundo lugar, los mercados de Asia, Oceanía, África y Latinoamérica están creciendo muy rápidamente. La ONUDD dice que el mercado de Asia se ha triplicado desde 2004 y 2005, mientras que los de Latinoamérica, África y Oceanía se han más que duplicado. África cuenta con alrededor de la mitad del número de consumidores de cocaína de Europa Occidental y Central, dice la ONUDD. Por su parte, la región de Latinoamérica y el Caribe tiene casi el mismo número de consumidores que Europa Occidental y Central. Al mismo tiempo, la tasa de consumo en Estados Unidos se ha reducido considerablemente (ver gráfico ONUDD abajo).

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Estos cambios tienen profundas implicaciones para el hampa. Para empezar, cambian las rutas a través de las cuales se mueven estas drogas. Aunque la coca se cultiva en un área relativamente reducida de los Andes de Suramérica -y la mayor parte de la coca procesada en cocaína se procesa cerca de esa zona- están cambiando las vías por las cuales la cocaína llega a su mercado final. Brasil y Argentina se han convertido en puntos de embarque particularmente populares para la cocaína con destino a Europa. Pero los países del Caribe y aquellos que cada vez hacen más negocios con Asia también son importantes puentes para los nuevos mercados. El resultado es lo que la ONUDD llama el “efecto de propagación, donde la disponibilidad de la droga, los precios relativamente bajos y la proximidad a la fuente en los países de producción y tránsito puede jugar un papel en el aumento de su uso.”

Sin embargo, la disponibilidad por sí sola no es el único motor de un mayor consumo. InSight Crime cree que el efecto de propagación es ayudado por otros dos factores importantes: 1) el aumento en la vigilancia internacional, y en algunos casos local, sobre el flujo de dinero y 2) una fragmentación de los propios grupos criminales.

En los últimos años, muchos gobiernos han implementado leyes contra el lavado de dinero e impuesto sanciones más estrictas a los bancos por no adherirse al protocolo básico de aceptar clientes y de reportar actividades sospechosas. A medida que los gobiernos aumentan su capacidad para hacer seguimiento a los flujos de dinero, los grupos de Nivel 1 han tratado de disminuir el riesgo de perder este dinero, simplemente completando sus transacciones con contratistas locales -o lo que llamaré organizaciones de Nivel 2- con contribuciones en especie en lugar de dinero en efectivo. Esto ha aumentado la disponibilidad de cocaína a través de las rutas de transporte, ya que estas organizaciones de Nivel 2, incluyendo tanto a las pandillas callejeras como a los grupos criminales locales, transforman su producto en formas más consumibles para el mercado local.

Esto también ha cambiado a los grupos criminales de Nivel 2, a su relación con sus contratistas de Nivel 1, y a sus relaciones entre sí. Con una nueva economía criminal en línea, estas organizaciones criminales de Nivel 2 de repente tienen acceso a recursos financieros sin precedentes. Y con más en juego, hay una creciente necesidad de grupos mejor organizados. Una de las herramientas principales que utilizan estos grupos para mantener a raya a las otras organizaciones es la amenaza de la fuerza. Por lo tanto, el reclutamiento aumenta inevitablemente, al igual que la adquisición de armas. Las organizaciones de Nivel 2 también han adquirido infraestructura, entrenamiento y nuevos aliados en importantes instituciones gubernamentales.

Este proceso de maduración no es lineal. Algunos grupos, sobre todo las pandillas callejeras, buscan el control del territorio como medio principal de control del nuevo mercado. Otros grupos utilizan su mayor riqueza para infiltrar al Estado. Ambos grupos consideran que más recursos también significan más fricciones dentro de sus propias organizaciones y a menudo con sus contratistas. El resultado es una dinámica violenta de varias capas: peleas entre grupos de Nivel 2 por el control de la economía criminal local, peleas dentro de las organizaciones criminales de Nivel 2, y peleas entre organizaciones de Nivel 1 y Nivel 2.

Esta fragmentación del hampa se ha acelerado durante los últimos años. Las siete organizaciones criminales principales de México, ahora se han convertido en “entre 60 y 80”, según el último conteo de la Procuraduría General de la República (PGR) de México. Las cuatro principales facciones paramilitares de Colombia se convirtieron en docenas. Desde entonces han vuelto a recurrir a una de las facciones principales, esta facción trabaja en un modelo que se basa en la mano de obra contratada del Nivel 2, donde la violencia continúa en niveles históricos. En Argentina, los grupos criminales locales están proliferando en su intento por controlar el floreciente mercado de consumo local. Rosario, la ciudad más grande de la provincia central de Santa Fe, y una conocida ruta de tránsito, se ha convertido en la zona urbana más violenta del país.

Hay otros tres factores que aceleran este proceso y que vale la pena mencionar. El primero es un cuerpo de seguridad más eficaz. Colombia y México son, en cierto modo, víctimas de su propio éxito. Ambos países han sido muy eficaces en la eliminación de los jefes de los grupos criminales de Nivel 1. En México, por ejemplo, el presidente Calderón puede haber fallado en algunos aspectos, pero entre 2009 y 2012 su administración capturó a 25 de los 37 de los más buscados del país.

El denominado enfoque en los “capos” requiere mejor inteligencia, coordinación y táctica. También conduce a la atomización de estas organizaciones criminales más grandes, cuya infraestructura local a menudo participa en estas nuevas economías criminales locales. La lucha por el control de los mercados locales e internacionales entonces se duplica y adopta un enfoque de múltiples capas, similar a lo que se describió anteriormente. Esto parece ser lo que ha ocurrido con los grupos criminales más grandes de México, en particular con el Cartel del Golfo y los Zetas.

El aumento en la aplicación de la ley y las luchas internas conducen a un segundo impacto perverso en la región: la migración criminal. Las organizaciones de Nivel 1 de lugares como Colombia y México han trasladado sus operaciones a zonas donde pueden operar con relativa seguridad, tanto del Estado como de sus rivales. Honduras representa un ejemplo importante en cuanto a esto. Allí, elementos del Cartel de Sinaloa y otros parecen haber establecido su base principal de operaciones para mover la cocaína a los mercados primarios. Junto con poderosas organizaciones criminales locales, han corrompido a la policía y al ejército, y cooptado a la élite política y económica.

Por último, la aparición de una nueva clase de consumidores ha impulsado algunas de estas batallas. El crecimiento económico no ocurre en el vacío, y, como Estados Unidos y Europa saben muy bien, el consumo de drogas aumenta cuando la renta disponible aumenta. De esta forma, aunque una clase media creciente en Latinoamérica y el Caribe es un indicador importante para el desarrollo, también es un importante motor de consumo de drogas recreativas. Como se ha señalado, ese aumento en el consumo de drogas ha fomentado la aparición de nuevas economías criminales, y ha ayudado a que las organizaciones de Nivel 2 ganen tracción y provoquen más conflictos entre sí, con sus rivales y, en algunos casos, con las organizaciones de Nivel 1.

Violencia, crimen, desplazamiento y migración

El aumento en la violencia y en la actividad criminal ha llevado a un aumento en el desplazamiento en la región. En México, uno de los pocos países de los que hay datos, el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas dijo en 2012 que sólo en 2011 alrededor de 160.000 personas fueron desplazadas en el país. En 2012, cuando InSight Crime investigó esta situación en Sinaloa, donde los enfrentamientos entre las organizaciones criminales era feroces, encontró que miles de personas habían sido desplazadas en la cordillera de Sierra Madre.

En Centroamérica se están realizando mayores esfuerzos para rastrear los patrones de migración relacionados con la violencia y el crimen, que para rastrear el desplazamiento interno, debido a los mismos factores. Durante un proyecto coordinado por InSight Crime con medios de comunicación locales en El Salvador y Guatemala, encontramos que ninguno de los gobiernos estaba haciendo un seguimiento a los desplazamientos internos. Sin embargo, durante los últimos años, en el ámbito de la inmigración, las universidades y los grupos no gubernamentales han venido encuestando a migrantes para encontrar los motivos su salida. Para citar sólo un ejemplo, un informe reciente de LAPOP de la Universidad de Vanderbilt (pdf), determinó que tanto ser víctima de un crimen como tener una alta percepción de él, contribuyen a mayores tasas de migración, con el primero teniendo un impacto mucho más fuerte que el segundo.

Aún así, la relación entre violencia y migración no siempre es clara. Como señalan los investigadores de Vanderbilt, la cuestión del aumento del crimen pueden ser mitigada por otros factores, como la percepción positiva de los esfuerzos del gobierno y de las fuerzas de seguridad. La falta de datos, especialmente en relación con el desplazamiento interno, también es preocupante. Hay cambios poblacionales, incluso dentro de ciudades que son importantes, pero no son registrados. Aún más, en situaciones donde no se ha declarado “emergencia” o “guerra”, se hace muy difícil para los observadores internacionales establecer una presencia y los mecanismos de reportaje periódico.

Conclusión

En las últimas dos décadas, Latinoamérica y el Caribe han pasado por una tremenda agitación. Si bien la región se ha alejado de las guerras civiles hacia democracias representativas, y ha experimentado un crecimiento en el tamaño de su clase media, así como un importante crecimiento económico, incluso en medio de una recesión mundial, también se ha convertido en el lugar más violento del planeta. Los cinco principales naciones más homicidas en el mundo están en América, cuatro de ellas en Centroamérica.

Parte de la explicación de esta dicotomía se encuentra mirando a los mercados criminales en sí. Nuevos mercados de drogas, en particular de cocaína, en Europa, Asia y África, han llevado a los grupos criminales a cambiar sus rutas, socios y medios de transporte. Los cambios resultantes han coincidido con una mejor aplicación de la ley y con leyes más estrictas que regulan, por ejemplo, el movimiento de dinero. Las organizaciones criminales más grandes han respondido al cambiar su ubicación y modus operandi, dando así más poder a los grupos criminales de menor nivel, en países de todo el continente americano.

Estos grupos criminales de menor nivel han aumentado su tamaño y sofisticación, y han ayudado a los mercados criminales locales desarrollados, en particular alrededor del tráfico de drogas. El resultado es un panorama criminal en Latinoamérica y el Caribe que se ha vuelto más fragmentado, violento y diversificado en los últimos años.

El caos en el hampa ha creado las circunstancias por las cuales grandes poblaciones han buscado refugio, tanto dentro de sus fronteras como fuera de ellas. Sin embargo, determinar el impacto de este aumento en la actividad criminal es difícil, ya que es difícil atribuir directamente la migración a un solo factor. Además, existen retos en la obtención de datos fiables acerca del movimiento de personas, sobre todo dentro de las fronteras, en situaciones en las que la guerra no se ha declarado y en las que las organizaciones internacionales carecen de mandatos que les permitan explorar estos puntos políticamente controvertidos.

Este artículo fue presentado a los participantes de la conferencia “Los Grupos Criminales Organizados y la Nueva Ola de Desplazamiento Forzado en América Latina”, organizada por la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Londres y la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) y celebrada en San Salvador, el 22 y 23 de mayo de 2014.

Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...

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