Una masacre en Navidad en Huehuetenango, una provincia de Guatemala en la frontera con México, ofrece pistas sobre el alcance de la relación entre la élite del país con el crimen organizado.

Entre los fallecidos se encuentra Luis Antonio Palacios, propietario de un hotel y empresario local, un funcionario de la Oficina provincial del Fiscal General, un funcionario de alto nivel del proyecto público de la primera dama, junto con otras cuatro personas más.

El grupo fue interceptado por una caravana de vehículos armados el 23 de diciembre, cuando viajaban con guardaespaldas de Palacios a lo largo de un camino montañoso en la provincia. La escena del crimen fue dramática: las autoridades encontraron los cuerpos de las víctimas en dos coches, que habían sido quemadas, con múltiples heridas de bala, y 200 casquillos de bala en las inmediaciones.

Palacios tiene dos socios en el hotel, uno de los cuales también trabajó con él en un negocio de exportación de café, según elPeriódico. El hotel, La Ceiba, tiene dos piscinas, una discoteca y un jacuzzi.

El ataque del 23 de diciembre no detuvo el negocio. La página de Facebook del hotel tiene volantes anunciando la celebración de Año Nuevo y otras actividades que van hasta el día de San Valentín.

Según elPeriódico, las autoridades vincularon a Palacios con grupos narcotraficantes en la zona, y dijo que uno de los vehículos incendiados tenía un compartimiento oculto.

No obstante, ni drogas ni dinero fueron encontrados en el auto. Lo que es más, no hay ninguna investigación oficial abierta sobre las actividades de Palacios.

Análisis de InSight Crime

En muchos sentidos, la masacre es una historia recurrente en Guatemala, donde las élites empresariales y políticas se cruzan regularmente con el crimen organizado. Sin embargo, la naturaleza exacta de estos vínculos, que es una parte crítica del rompecabezas, sigue siendo desconocida.

Fuentes guatemaltecas, por ejemplo, dijeron a InSight Crime que Palacios estaba lavado dinero para Aler Samayoa, alias “Chicharra”, el agente de poder local del mundo criminal en Huehuetenango. Samayoa es parte de un triunvirato de familias del crimen que incluyó a Walter Montejo, hasta su captura en junio de 2012.

El grupo presuntamente trabaja en estrecha colaboración con el Cartel de Sinaloa. Sus áreas de influencia se extienden desde Nentón a La Democracia y hacia Santa Ana Huista y Jacaltenango (ver mapa abajo). No obstante, sus nombres aparecen raramente en los informes de prensa o informes oficiales (vea el informe de elPeriodico para un relato completo de las actividades criminales en la zona.).

Esta alianza ha resistido la presión de otros grupos en la zona que trabajan en estrecha colaboración con los Zetas, el grupo criminal más violento de la región. En noviembre de 2008, los hombres de Chicharra emboscaron a unos supuestos Zetas que trataban de emboscarlos a ellos. Según los informes, decenas fueron ejecutados, aunque el recuento oficial de cuerpos fue de 17.

La muerte de Palacios, sin embargo, parece estar conectada a una disputa interna, según fuentes locales consultadas por InSight Crime. Aparentemente el hotel, y otros negocios, son fachadas para el lavado de dinero, según fuentes que no quisieron ser identificadas por temor a represalias. No está claro si los funcionarios que viajaban con Palacios tenían algún vínculo con el crimen organizado, o simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

La élite tradicional de Huehuetenango está sufriendo, y muchos parecen estar huyendo o cambiando de negocios. Los productores de café, por ejemplo, han tenido problemas en los últimos años y presuntamente muchos han vendido sus tierras a los traficantes, que ahora utilizan la tierra como estaciones de pesaje y puntos de paso.

Aún así, este es un terreno difícil de investigar, y no hay información fiable sobre cualquiera de estos asuntos. De hecho, Huehuetenango y sus alrededores son en gran parte un agujero negro en lo que respecta a las noticias y la información oficial.

El área ha crecido en importancia a medida que Guatemala se ha convertido en el cuello de botella de la cocaína que va hacia el norte, a México. El Departamento de Estado de Estados Unidos estima que hasta 300 toneladas de cocaína son movidas a través del país cada año en su camino hacia ese país. Numerosos grupos “transportistas” locales han emergido para suplir la demanda de servicios de transporte para esta droga. La producción de amapola y el tráfico de personas también son actividades importantes del hampa en la zona.

Algunos de estos transportistas se han vuelto increíblemente poderosos a lo largo del camino, entrando en negocios legítimos para camuflar sus actividades y desarrollando fuertes vínculos con las autoridades para mantenerlos fuera de la cárcel.

Uno de los más comunes medios empleados por los grupos criminales para formar enlaces con el gobierno es a través de contratos públicos de obras, haciendo que la presencia de un oficial de obras públicas a nivel presidencial en la lista de muertos, sea aún más sospechoso. Los grupos criminales obtienen contratos para llevar a cabo las obras públicas, o subcontratan para proveer servicios a las obras públicas. Esto les permite obtener fondos y lavar sus ganancias ilícitas al mismo tiempo.

Huehuetenango hace parte de una antigua ruta de contrabando y tráfico de personas. Está creciendo su importancia con el proyecto de desarrollo conocido como la Franja Transversal del Norte, que conectará el país de este a oeste con una infraestructura moderna, atravesando directamente la provincia.

Operativos del Cartel de Sinaloa han estado en Huehuetenango durante al menos una década, casándose con locales y estableciendo lazos comunitarios mediante el pago de festivales y otros “servicios públicos”. El grupo también ha establecido fuertes vínculos con el gobierno, los círculos judiciales y militares, según fuentes locales le contaron a InSight Crime.

Los Zetas, por otro lado, han empleado un estilo diferente, más brusco, tratando de abrirse paso en el área en lugar de trabajar con la población local. El modelo de los Zetas depende más del control territorial. Ellos no parecen tener tantos contactos internacionales para comprar cocaína, y tienen que confiar en sus socios guatemaltecos o su habilidad para robarla a medida que avanza a lo largo de los corredores principales, como la Franja Transversal del Norte.

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La investigación presentada en esta publicación es, en parte, el resultado de un proyecto financiado por el International Development Research Centre de Canadá.

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Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...