Las permanentes agresiones del Cartel de Jalisco Nueva Generación en México sugieren que el mensaje del gobierno, dirigido a los carteles para que reduzcan la violencia o de lo contrario serán desmantelados, todavía no ha sido captado por muchas organizaciones criminales emergentes de la próxima generación.

Hace cinco años, el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) ni siquiera existía. Ahora es el blanco de una fuerte operación de seguridad federal en Jalisco, pues es considerado uno de los más importantes generadores de violencia en el occidente de México. Según por lo menos un análisis, se ha convertido en la organización de narcotraficantes más peligrosa en el país.

Aunque este último punto es debatible, no hay duda de que el grupo ha crecido rápidamente desde que surgió de las brasas de la organización controlada por el exjefe de Cartel de Sinaloa Ignacio Coronel, quien murió en un tiroteo con la Policía Federal en 2010. Ha sido una organización abiertamente agresiva desde el principio, cuando anunció su existencia con videos en los que amenazaba a sus rivales locales: inicialmente La Resistencia y más tarde los Caballeros Templarios.

Más recientemente, el CJNG ha aprovechado el vacío geográfico y de relaciones públicas dejado por el declive de Los Zetas, el Cartel de Sinaloa y los Caballeros Templarios .

Más recientemente, el CJNG ha aprovechado el vacío geográfico y de relaciones públicas dejado por el declive de Los Zetas, el Cartel de Sinaloa y los Caballeros Templarios — organizaciones cuyo liderazgo se ha visto diezmado por los arrestos y los tiroteos con las autoridades mexicanas—. Aunque puede que no sea la organización más poderosa en México, es una de las pocas que parece estar al día en sus propósitos.

El grupo ha estado vinculado a grandes crímenes en Jalisco y estados vecinos en los últimos cinco años, los más recientes de los cuales han sido el asesinato de un alcalde de Jalisco en agosto y la emboscada realizada en abril, que dejó como resultado 15 policías estatales muertos —crímenes que traen a la mente los métodos de El Padrino de Sinaloa, Miguel Ángel Félix Gallardo, del viejo Cartel de Jalisco—. El CJNG también ha empleado tácticas que son perjudiciales para la sociedad en general, como la extorsión y el bloqueo de importantes vías de comunicación.

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Las actividades del CJNG han provocado una agresiva respuesta del gobierno, particularmente mediante la Operación Jalisco, del gobierno federal. El hecho de que el gobierno haya puesto al grupo dentro de sus prioridades parece haber sido uno de los factores que provocaron un tiroteo en una hacienda de Michoacán el mes pasado, en el que 42 presuntos miembros del CJNG fueron abatidos por las autoridades del gobierno —quienes sólo sufrieron una baja—. Como respuesta, el grupo prometió vengarse de los funcionarios del gobierno.

Análisis de InSight Crime

La trayectoria del CJNG es un reflejo de la amplia evolución en el enfoque que el gobierno mexicano le ha dado a la política de seguridad —tanto de sus éxitos como de sus fracasos—. El hecho de que haya un espacio para que el CJNG emerja en uno de los corredores más estratégicamente valiosos de México da cuenta del éxito de las agencias de seguridad, especialmente a nivel federal, para perseguir a los capos y debilitar los poderes del hampa existente. Durante los últimos cinco años, la organización ha aprovechado la desaparición de figuras como Joaquín “El Chapo” Guzmán, del Cartel de Sinaloa, Servando “la Tuta” Gómez de los Caballeros Templarios, y Miguel Ángel Treviño y Heriberto Lazcano, de Los Zetas.

De alguna manera, esto representa el cumplimiento de uno de los objetivos de seguridad más importantes de la administración Peña Nieto: reducir el perfil del crimen organizado mexicano en los medios de comunicación nacionales e internacionales. Que esto sea o no un objetivo digno es discutible, pero no hay duda de que las actividades del CJNG no ocupan la atención de los medios de comunicación como el New York Times o el Wall Street Journal de la misma manera que lo hacían los antecesores de la organización. Si en verdad esta es la organización más peligrosa en México actualmente, desde la perspectiva de relaciones públicas es una pálida imitación de grupos del pasado que lograron ganarse esa denominación.

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Además, aunque los miembros del grupo han sido detenidos en lugares tan lejanos como el estado de Veracruz en la costa del Golfo de México, el CJNG ha tendido a consolidar su control sobre su región originaria, rechazando en gran medida las tendencias expansionistas que hicieron del Cartel de Sinaloa y de Los Zetas fuerzas tan desestabilizadoras.

Pero a pesar de su bajo perfil, el grupo sigue siendo una importante fuerza negativa y ha promovido una ola de violencia que se ha extendido por largos años en toda la costa Pacífica de México. En los primeros cuatro meses de 2015, Jalisco estuvo a punto de registrar 900 asesinatos, casi el doble que en 2009, el año antes de la muerte de Coronel.

El CJNG muestra entonces cierta dicotomía: su bajo perfil en comparación con los grupos del pasado, considerados como los más peligrosos de México, y su falta de interés en la expansión territorial nacional, contrastan con su constante deseo de ejecutar actos de violencia masiva.

En teoría, la persecución de los capos debió haber incentivado un enfoque menos provocador del crimen organizado, que evitara cuidadosamente el tipo de acciones que podrían provocar una operación de seguridad federal dirigida a una sola organización. Pero el caso del CJNG demuestra que el mensaje implícito que el gobierno intenta enviar a los grupos criminales mediante el derrocamiento constante de sus miembros más violentos (es decir: adopten un enfoque defensivo en sus acciones o serán destruidos), no está siendo escuchado, al menos no por el CJNG.

Hay un número de razones por las que este modificado enfoque aún no se ha manifestado: tal vez las señales del gobierno han sido inconsistentes y simples, o la evolución es continua pero demasiado lenta para ser claramente visible todavía, o tal vez las bandas criminales operan de acuerdo a incentivos que son en gran parte incoherentes e imposibles de adivinar desde fuera y son inmunes a los cálculos estándar de interés racional.

Cualquiera que sea la razón, la imposibilidad de forzar las agrupaciones a aprender esta lección limita el impacto de los logros del gobierno e influye para que el derramamiento de sangre en México se mantenga en niveles inaceptables.

7 respuestas a “Nueva generación de carteles de México no capta el mensaje del gobierno”