61 prisioneros murieron y 120 resultaron heridos durante un motín en la cárcel de Uribana, en la ciudad venezolana de Barquisimeto, al occidente del país, consolidando la reputación de Venezuela de tener el sistema penitenciario más peligroso del mundo.

A raíz de la tragedia, ocurrida el 25 de enero, Iris Varela, ministra de servicios penitenciarios, anunció que la prisión sería evacuada. La población carcelaria de esta prisión, que ascendía a alrededor de 2.500 prisioneros antes de los disturbios, está siendo movida y repartida entre otras 19 cárceles. La ministra Varela, nombrada en julio de 2011, había culpado a los reportes de los medios de comunicación por haber hecho estallar la revuelta, en un intento vano e incomprensible para desviar la culpa.

Un hospital local dijo que casi todos los muertos y heridos fueron resultado de disparos, lo que sugiere que, o bien los presos tenían acceso a armas o que la fuerza pública fue la responsable de la mayoría de las muertes. La ministra Varela lo negó, insistiendo en que la mayoría de los prisioneros habían muerto por heridas de arma blanca. Varela afirmó que todas las muertes fueron el resultado de la violencia entre prisioneros, y que no había habido enfrentamientos entre estos y la Guardia Nacional. No obstante, las autoridades del hospital reportaron al menos un miembro de la Guardia Nacional entre los muertos.

No es claro aún qué incitó la revuelta. El diario El Nacional señaló que el ministerio de servicios penitenciarios había negociado el derecho de inspeccionar la prisión con uno de los “pranes” – el nombre que se le da al reo que por su posición maneja la cárcel y es llamado jefe – pero que cuando comenzó la búsqueda, los prisioneros se negaron a cooperar. Los familiares de los presos afirmaron que los disturbios comenzaron después de que miembros de la Guardia Nacional obligaran a los prisioneros a arrodillarse, para luego humillarlos y golpearlos, usando “fuerza excesiva y brutal”.

Análisis de InSight Crime

Venezuela cuenta con uno de los sistemas penitenciaros más brutales y peligrosos del mundo. Las cárceles son además centros para el crimen organizado, a cargo de los pranes. Las empresas criminales operan dentro de los muros de la prisión, entre sus ‘servicios’: la extorsión, redes de secuestradores e incluso asesinos a sueldo. El hacinamiento es la norma, y las autoridades suelen tener que pedir permiso a los pranes para entrar a bloques de las prisiones. Según el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), los pranes manejan 28 de los 34 centros penitenciarios del país.

Entre julio de 2011 (cuando el Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario (MPPSP) fue creado) y julio de 2012, más de 500 reclusos han sido asesinados y unos 2.000 han sido heridos.

El vicepresidente, Nicolás Maduro, quien está gobernando Venezuela mientras Hugo Chávez yace en una cama de hospital en Cuba, supuestamente recuperándose después de una cirugía para extirpar el cáncer en su cuerpo, admitió que habían perdido el control de las cárceles, pero que había un plan para retomar el control.

“Ese plan está diseñado específicamente para retomar el control … para que en las cárceles y en los centros penitenciarios no reine la violencia, las mafias, las drogas y la muerte”, dijo Maduro. “Es un mal que está ahí y que no hemos resuelto”.

Este motín y la violencia que siguió no fue un incidente aislado. En agosto del año pasado, 27 personas murieron en enfrentamientos en el centro penitenciario Yare 1, cerca de Caracas, la capital. Este incidente fue el resultado de dos grupos armados de prisioneros luchando por el control de la cárcel y por las lucrativas ganancias ilegales que se obtienen del control del ingreso de drogas, la distribución de celdas y camas, y la variedad de otros servicios que si los presos quieren usar, deben pagar a los pranes para hacerlo. En la prisión de La Planta, que fue cerrada en mayo del año pasado, se estimó que el valor de la economía ilegal  era de hasta US$4 millones al año.

El caos en el sistema penitenciario de Venezuela se refleja fuera de los muros de las prisiones. La falta de una política de seguridad coherente y la corrupción en la policía, las fuerzas armadas y el sistema judicial, ha llevado a Venezuela a ser el país más peligroso de Suramérica. Se estima que la tasa de homicidios en Venezuela es de 73 por cada 100.000 habitantes, por su parte la tasa de homicidios en Caracas es de aproximadamente 122 por cada 100.000. Si bien estas cifras son discutibles, es probable que sólo Honduras tenga niveles más altos de violencia en el hemisferio occidental. Y mientras Venezuela siga sin un liderazgo efectivo, y persistan los rumores en torno a la salud del presidente Chávez, es probable que la situación continúe deteriorándose.

Jeremy McDermott is co-founder and co-director of InSight Crime. McDermott has more than two decades of experience reporting from around Latin America. He is a former British Army officer, who saw active...