La extracción ilegal de oro está devastando las selvas de Suramérica, destruyendo grandes extensiones de bosque e inundando ríos con mercurio tóxico a velocidades alarmantes.

Grupos criminales que antes se dedicaban al narcotráfico están aprovechando el tráfico transnacional de oro ilegal, pues el precio del mineral ha subido mucho más que el de la cocaína. El oro obtenido ilegalmente de sitios mineros en lo profundo de la selva peruana pasa de un intermediario a otro antes de llegar a las refinerías industriales legales y a consumidores desprevenidos en Estados Unidos.

Cuatro periodistas —Kyra Gurney**, Nick Nehamas, Jay Weaver y Jim Wyss—investigaron a fondo esta actividad en su libro publicado recientemente, “Dirty Gold” (Oro sucio). Ellos siguen la historia de Juan Pablo Granda, Samer Barrage y Renato Rodríguez, quienes trabajaron para NTR Metals, la subsidiaria con sede en Miami de Elemetal, una de las mayores empresas negociadoras de oro de Estados Unidos.

En 2017, Granda, Barrage y Rodríguez se declararon culpables de conspiración para cometer blanqueo de capitales luego de comprar miles de millones de dólares de oro ilícito procedente de Latinoamérica y el Caribe. Mediante transacciones con intermediarios en varios países de Suramérica, construyeron un negocio de US$3.600 millones en intercambio de metales, en su mayoría de oro peruano extraído ilegalmente de la selva tropical amazónica.

InSight Crime se sentó con Gurney y Nehamas a hablar del caso de los “tres amigos”, ahondar en los factores que promueven el tráfico y descubrir cómo se limpia, se prepara para el uso y se vende el oro sucio sacado ilegalmente de Perú, por parte de empresas ajenas al delito, en bienes de consumo.

*La transcripción de esta entrevista se editó para darle mayor concisión y claridad.

InSight Crime (IC): El caso de los negocios de Granda, Barrage y Rodríguez con oro sucio llenó titulares en todo el continente americano. Ustedes y sus coautores fueron los primeros que identificaron en público a los “tres amigos”. ¿Qué motivó la investigación?

Nick Nehamas (NN): “Oro sucio” comenzó cuando nuestro colega, Jay Weaver, que cubre las cortes federales, recibió una pista sobre una denuncia criminal de 30 folios que exponía este inmenso esquema de lavado de dinero. La mayoría de los documentos judiciales federales son muy áridos. Este estaba repleto de detalles sobre cómo la importación de oro en Estados Unidos, para productos de consumo, facilitaba el lavado de dinero a los expendedores de drogas, provocaba la destrucción de las selvas tropicales, el envenenamiento con mercurio del medio ambiente y los pueblos indígenas, y la corrupción política. Jay leyó el documento y se dio cuenta de que había un proyecto ahí, un gran proyecto que el Miami Herald estaba en muy buena posición para hacer, por nuestra gran experiencia en el cubrimiento de Latinoamérica.

Los cuatro decidimos que no sería un artículo sobre Miami únicamente. Era una historia local, una historia sobre Miami, una historia nacional y una historia empresarial. Era una historia internacional, de crímenes y ambiental. Tenía tantas facetas diferentes que necesitábamos un gran equipo de reporteros para contarla y además tres editores, lo que es inusual. Tuvimos tres editores distintos en este proyecto, porque necesitábamos tantos tipos distintos de experticia.

IC: Hay toda una variedad de actores implicados en el flujo transnacional de oro ilegal, desde el minero artesanal que extrae el metal informalmente en Perú, los intermediarios que lo blanquean y los agentes corruptos que lo compran a nombre de refinerías de oro legales de todo el mundo. Como lo muestra “Oro Sucio”, en algunos casos, los compradores que trabajan en refinerías de oro legales hacen lo que sea para tener una ventaja competitiva sobre otras empresas, aun cuando eso supone pasar por alto la fuente del oro, pese a los controles vigentes. ¿Qué llevó a compradores como Granda, Barrage y Rodríguez a negociar con oro ilegal?

Kyra Gurney (KC): Pienso que estos tres eran personas bastante ambiciosas. Querían ganar mucho dinero. Creo que es eso en parte. También pienso que antes de que esto se conociera, lo que hacían se percibía como algo donde no había muchos riesgos. No creo que alguna vez pensaran que iban a ver una cárcel desde adentro. Creo que después de este caso, toda la industria queda advertida de que los fiscales federales judicializarán a quienes compren oro ilegal.

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IC: ¿Qué ha cambiado desde la captura de los “tres amigos”?

NN: Este caso atrajo un enorme escrutinio a una industria de la que muchos estadounidenses sabían muy poco. Una de las mayores refinerías de oro del mundo —Republic Metals— está ubicada en una ciudad pequeña al oeste de Miami. Después de ese caso, los bancos se pusieron muy nerviosos con la financiación de las empresas de oro. Republic Metals finalmente cayó en bancarrota y fue adquirida por un competidor japonés. Vimos una baja repentina del volumen de oro que ingresaba a Miami. Otro gran competidor de NTR Metals, Kaloti Metals, también salió del negocio.

Al mismo tiempo, sigue ingresando un gran volumen de oro a Estados Unidos. Lo cierto es que China e India son mercados de oro más grandes que Estados Unidos en términos de la demanda. Desde Latinoamérica, el oro comenzó a dirigirse allí y a países como Suiza y Emiratos Árabes Unidos en lugar de Estados Unidos, porque nadie en esos países hace lo que los fiscales federales hicieron aquí.

La pandemia del coronavirus trajo un nuevo cambio en las cosas, porque muchas de las grandes minas multinacionales tuvieron que aminorar la producción o cerrar, por la imposibilidad de tener a tantos trabajadores en un solo lugar. Esto ha creado una nueva oleada de mineros ilegales que incursionan en la selva. La cotización del oro es aún más alta ahora que cuando escribimos el libro, por la recesión asociada a la pandemia. Y ahora, hay jefes de Estado como el presidente Jair Bolsonaro en Brasil, que han abierto la selva tropical no solo a la minería ilegal, sino también al tráfico de madera y la ganadería. Así que la pandemia ha agravado el problema del oro ilegal.

IC: ¿Dirían que quienes trabajan en el sector del oro ilegal —desde sus financiadores en la cima de la pirámide hasta los pequeños mineros artesanales— han cambiado durante la pandemia? ¿Han entrado nuevos grupos o actores?

KG: No tengo certeza de si habrá cambiado tanto; simplemente creo que en cualquier momento en que se presenta una especie de gran crisis financiera, como la que ha causado la pandemia, se ve mucha más gente en una situación de pobreza desesperada que entra a la minería ilegal y a la minería informal, porque esa es, en ocasiones, la única forma de subsistencia en algunos lugares de Perú y Colombia.

NN: Creo que hay una sensación de misión imposible en términos de regulación. Vemos mucha más minería ilegal de oro en Brasil o Venezuela en este momento, avalada en gran parte por el gobierno y los grupos armados. Si hay escrutinio en Perú, la minería se traslada a algún otro lugar. Eso siempre va a pasar. Donde haya oro, va a aparecer una y otra y otra vez.

IC: Hemos visto que el oro extraído ilegalmente en toda Latinoamérica se está usando para blanquear dinero del narcotráfico. También vemos, cada vez más, como grupos criminales antes dedicados al narcotráfico se pasan a la minería ilegal de oro y a otros delitos ambientales. ¿Cómo caracterizaría el nexo entre el narcotráfico y el tráfico de oro ilegal?

NN: El nexo con el narcotráfico es fascinante. En esencia, esos narcotraficantes ganan dinero de la venta de cocaína y luego necesitan introducirlo al sistema. Entonces, o bien aparentan vender oro, compran una mina que en realidad no está produciendo el metal y dicen que el dinero que ganan proviene de esa mina.

Lo que hemos conocido de este caso es que algunos de estos narcos ahora ven el oro como una industria mucho más segura y rentable. Si una persona es sorprendida con una maleta llena de cocaína en el aeropuerto internacional de Miami, está en un gran problema. Si lo atrapan con una maleta llena de oro, puede fácilmente buscar papeles falsos que digan que este es legal, y los márgenes de ganancia son mayores.

Hay estimativos de Colombia y Perú que plantean que la minería ilegal de oro ha llegado a ser una industria más grande que el narcotráfico. No es como que hay un criminal que se dedica al narcotráfico y uno que supervisa la prostitución y uno que actúa con tráfico de armas. Estos son grupos criminales que tienen los dedos en cada pastel. Entran al que sea más rentable y seguro, y en el momento, es la minería ilegal de oro.

IC: ¿Cómo se reestructuraron las organizaciones narcotraficantes en respuesta a la rentabilidad y la relativa «seguridad» de la minera ilegal de oro? Con base en sus hallazgos, ¿creen que los grupos narcotraficantes ahora tienen unidades dedicadas al tráfico de oro ilegal? ¿Quién maneja esa parte de las cosas?

KG: Pienso que, en general, es el o la encargada del lavado de dinero quien estaría al frente de las operaciones de oro ilegal. Lo que se ve con mayor frecuencia es que los grupos criminales en Colombia, por ejemplo, compran un título minero de una mina que ya no produce oro, pero nadie del gobierno colombiano irá a comprobar si la mina está o no produciendo oro. Entonces esa persona puede tomar todo este dinero de la venta de narcóticos, invertirlo en oro y afirmar que el oro vendido provino de esa mina. No sé a ciencia cierta, pero lo que creo es que la persona que supervisa esa compra del título y demás sería quien normalmente está involucrada en la parte de la actividad concerniente al lavado de capitales.

NN: Podría darle un ejemplo de nuestra serie sobre el Cartel de Sinaloa, donde una rama de la organización vendía drogas en Estados Unidos y las ganancias se pasaban a un reducido grupo de tipos en el Medio Oeste. Ellos compraban el oro con el dinero de la cocaína y luego conducían hasta el sur de la Florida a vender el oro en una prendería. Luego se transfería el dinero de vuelta a México al Cartel de Sinaloa. En ese caso, había empleados de esta organización criminal cuya tarea era simplemente recoger el dinero de la droga, comprar oro, venderlo y transferir el dinero de nuevo a México. Ese era su trabajo.

IC: Y, por ejemplo, los grupos narcotraficantes que controlan la venta de oro ilegal en Perú, ¿tienen comunicación o relación directa con refinerías industriales legales? ¿O esta cadena se basa exclusivamente en las interacciones de los intermediarios?

NN: Hay una gran separación en la cadena de suministro de oro, que es muy opaca. Así es como resulta que oro extraído ilegalmente se abre paso hasta algunas de las firmas más grandes de Estados Unidos (entre las 500 de la revista Fortune). Esas empresas tienen muy poca manera de saber si el oro viene de fuentes ilegales, aun con los programas de conformidad legal más estrictos. Si hay intermediarios en el terreno en Perú que puedan falsificar, sobornar a agentes de aduanas y funcionarios mineros para obtener documentación falsa, es muy poca la posibilidad de que un Apple o un Tiffany rasguen el velo de esa cadena de suministros.

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Entre más cambie de manos el oro en su trayecto de una mina ilegal en la selva a una refinería en Estados Unidos, mejor es para estos grupos criminales. Ellos quieren vender el oro de un minero a un pequeño agregador [ese es un término usado para describir a estos intermediarios] a un agregador mayor, luego a un importante negociante de oro como Peter Ferrari, el apodo de Pedro David Pérez Miranda, personaje principal del libro, y a una empresa como NTR y de ahí a una empresa de las 500 de la revista Fortune. Hay muchos esfuerzos por mejorar la transparencia de la cadena de suministros, para que el oro pase directamente de una mina legal, titulada a su refinador último y de ahí a una empresa que fabrique bienes de consumo.

IC: Como lo señalan en el libro, en 2007 Miami importó 27 toneladas de oro, por un valor cercano a los US$436 millones. ¿Por qué es la ciudad un centro tan importante para el oro, que en muchos casos procede de fuentes ilegales?

NN: Miami es el puerto de entrada más cercano a Latinoamérica. Es una capital financiera para Latinoamérica. Hay tantas empresas con operaciones importantes en la región que tienen sus sedes principales en Miami y oficinas importantes para Estados Unidos en Miami. Hay tantas coincidencias culturales que Miami realmente se ha convertido en una capital financiera, y también comercial y logística. No es que haya una razón para que el oro ilegal entre a Miami específicamente. Es solo que gran parte de este oro llega a esa ciudad, y buena parte de él es ilegal.

IC: En el libro, ustedes describen en detalle las diferentes formas como las autoridades peruanas han respondido al oro ilegal que sale del país, desde cambios legislativos, allanamientos a sitios de explotación ilegal, hasta la total ignorancia. ¿Qué tan exitosas han sido esas respuestas en la lucha del país contra el comercio de oro ilegal? ¿Cuáles son los principales obstáculos que las autoridades enfrentan actualmente?

KG: Aunque se vio que el gobierno peruano hizo esfuerzos reales por atacar de frente la minería ilegal, el producto era pasado de contrabando al otro lado de la frontera a países vecinos y luego se exportaba desde estos como si se hubiera extraído de allí.

Pienso que otro gran obstáculo es que muchas de esas personas no son realmente personas que estén intentando cometer un delito. Simplemente tratan de ganarse el sustento y operan en este sector informal, en esta zona gris. Algunos gobiernos, como los de Perú y Colombia, han intentado realmente hallar formas de formalizarlos para que puedan acceder a la financiación formal y a métodos de explotación menos riesgosos, pero ciertamente es un proceso difícil. Muchas veces, estas regiones mineras se encuentran en zonas donde el gobierno no tiene mucho control o no hay gran presencia estatal.

IC: Un tópico central del libro es el rol de la corrupción en esta actividad, en cada etapa del proceso. Desde la extracción ilegal de oro sucio hasta su comercialización, ¿dónde están los mayores riesgos de corrupción para facilitar el tráfico?

NN: Pasa por cada nivel del gobierno. Hay policías pagados para mirar hacia otro lado. Hay inspectores mineros que expiden títulos. Pero no todo es corrupción. Muchos de estos organismos están completamente desbordados. Es posible que no tengan los recursos para ir a verificar si una mina está produciendo tanto oro como dicen los documentos. Al mismo tiempo, sabemos que se pagan sobornos, en especial a los funcionarios de aduanas, para obtener los documentos para sacar el oro del país. Los empleados públicos miran hacia otro lado para proteger la industria.

Y están las empresas estadounidenses infiltradas por este tipo de corrupción. Los «tres amigos», sobre quienes escribimos, sabían lo que sucedía y decidieron falsificar los documentos y asegurarse de que sus jefes no hicieran preguntas. La minería ilegal tiende a corromperlo todo, desde la tierra hasta los consumidores que terminan adquiriendo este oro sin saber todo lo que hay detrás. Todos hacemos parte de una economía criminal realmente masiva y destructiva. Y muchos de nosotros no tenemos idea de que la apoyamos.

*La transcripción de esta entrevista se editó para darle mayor concisión y claridad.
**Kyra Gurney trabajó anteriormente como investigadora en InSight Crime.