Un reciente informe analiza de manera detallada cómo el crimen organizado se ha beneficiado de la crisis migratoria de Venezuela mediante diversas economías criminales.

El informe, publicado por la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V) llama la atención sobre los peligros que enfrentan los refugiados y migrantes en Suramérica y el Caribe, como el tráfico de personas, la trata de personas para explotación sexual o trabajo forzado, el reclutamiento por parte de grupos armados y los altos niveles de violencia.

InSight Crime habló con Chiara Marinelli, investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y una de las autoras del informe, sobre las diversas maneras en que los migrantes venezolanos y otros migrantes de América Latina están siendo presa del crimen organizado*.

InSight Crime (IC): ¿Cuáles son los principales factores que hacen que los refugiados y migrantes venezolanos sean vulnerables al crimen organizado?

Chiara Marinelli (CM): Estas personas están dejando sus países de origen, lo que significa abandonar sus medios de subsistencia. Además, deben pagar para hacer el viaje migratorio, y muchos de ellos carecen de los recursos para hacerlo. Esa es la primera señal de alerta para el crimen organizado, pues pretende sacar provecho de los migrantes, y para ello busca satisfacer sus demandas. Los migrantes tienen diversas necesidades: necesitan cruzar la frontera, necesitan alimentos, ropa y muchas cosas más. Esa es entonces su primera gran vulnerabilidad, y el crimen organizado sale al paso para ofrecer esos servicios.

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Los migrantes también están en riesgo durante su viaje, pues les suelen pedir a los grupos del crimen organizado que les ayuden a cruzar la frontera. No tienen otra opción, y si los gobiernos o las organizaciones sociales no están presentes, terminan por aceptar cualquier oportunidad. Y el tercer momento de vulnerabilidad es cuando llegan a su destino. Allí necesitan comenzar su vida de nuevo, y en muchos casos hay pocos programas de reintegración, o quizá ninguno, y por eso el crimen organizado les ofrece empleos.

IC: ¿Cómo se ha aprovechado el crimen organizado en América Latina de los migrantes desde que comenzó la migración venezolana? ¿Cómo ha cambiado esta situación con el tiempo?

CM: Los países suramericanos no solían ser un destino elegido por los migrantes. Por lo tanto, estos gobiernos no estaban preparados para responder a la llegada masiva de migrantes. Pero los grupos del crimen organizado identificaron la manera de explotarlos.

El tipo de explotación cambia según el país. Colombia y Brasil, por ejemplo, tienen una mayor presencia del crimen organizado y actores armados no estatales. Los migrantes venezolanos no saben lo que esto significa realmente, por lo que quizá llegan a Colombia, donde les ofrecen trabajo recolectando hojas de coca. Aceptan los trabajos pensando que luego podrán marcharse, pero no pueden hacerlo. O quizá se establecen en el país y abren una tiendita, pero pronto se convierten en blanco de las extorsiones. La protección que se les ofrece es incluso menor, ya que los países a veces se niegan a reconocer algunas de estas situaciones. 

IC: ¿Cómo cambió la pandemia la forma en que se lleva a cabo la trata de personas, particularmente de mujeres y niñas venezolanas?

CM: La primera migración masiva de venezolanos en 2016 y 2017 estuvo compuesta en gran parte por personas de clase media con mejores recursos económicos. Esto le dificultó el reclutamiento al crimen organizado porque esos migrantes viajaban con sus familias y tenían mejor protección. Luego comenzaron a migrar personas con menos recursos, que eran más vulnerables, y eso facilitó el reclutamiento por parte de los grupos del crimen organizado.

El reclutamiento es fácil, pues se trata de personas que no tienen ninguna opción; ni siquiera se quejan ante los actores estatales, porque creen que no tienen derecho a hacerlo, ya que son migrantes irregulares y temen ser deportados.

Las mujeres suelen ganar dinero y envían parte de sus ganancias a Venezuela. Sus familias a menudo no saben que han sido explotadas.

Luego, durante la pandemia, la gente no se podía mover, pero eso no llevó a que el crimen se detuviera. En Perú, nos enteramos de que comenzaron a llevar mujeres y niñas a vivir a apartamentos privados. Los clientes las recogían en automóviles, las explotaban y luego las volvían a llevar a los apartamentos. 

También está el tema del sexo por supervivencia. En un estudio que realicé en Colombia, las mujeres que trabajaban en zonas controladas por actores armados no estatales o por grupos del crimen organizado debían entregar parte del dinero que ganaban. Quizá es algo que hacen voluntariamente, pero de todas formas hay cierto control por parte de las organizaciones. Debemos abordar este tema con sumo cuidado porque esconde muchas vulnerabilidades para las trabajadoras sexuales y para las personas LGBTQI.

IC: ¿En qué se diferencia esto con la manera como son explotados los hombres y los niños por parte del crimen organizado?

CM: Nadie conoce en realidad la magnitud de la explotación sexual y laboral de hombres, adolescentes y jóvenes. No contamos con suficientes datos. El problema es que no llegamos a reconocer que un hombre pueda ser víctima de la trata de personas. ¿Por qué? Porque la explotación de mujeres y niñas es el estereotipo. Cuando la policía lleva a cabo operaciones, no identifica a los hombres como víctimas. Por ejemplo, van a zonas mineras y encuentran mujeres y niñas explotadas sexualmente. Pero, aunque también hay muchos hombres y niños que trabajan en las minas como víctimas de trabajo forzado, solo rescatan a las niñas.

Los hombres y los niños también son explotados en el sector agrícola, en haciendas en Brasil, en cultivos de coca en Colombia, Perú y Bolivia, y en todas las regiones mineras. También se han encontrado informes de la explotación de venezolanos en Chile y Argentina. Además, muchos hombres y adolescentes son explotados en la minería ilegal y el tráfico de madera en la región amazónica.

Por último, el crimen organizado recluta principalmente a hombres y niños en situaciones vulnerables. Esto sucede con los venezolanos que cruzan a Colombia o Brasil. Allí, el crimen organizado los obliga a cometer crímenes, y son enjuiciados por estos crímenes, pero las investigaciones se quedan en el nivel bajo, sin una visión general del asunto. Muchos adolescentes en centros de rehabilitación han sido reclutados. La Oficina de Naciones Unidad contra la Droga y el Delito (ONUDD) y otras organizaciones están intentando que el reclutamiento para cometer delitos sea considerado como trata de personas. 

IC: ¿Qué tan sofisticados son los grupos criminales que se dedican a esta actividad?

CM: Hay al menos tres tipos de grupos criminales. El primero consiste en grupos tradicionales como los de Colombia y Brasil. Estos ejercen control territorial y explotan a los migrantes de la misma manera que lo hacen con los habitantes de su territorio. Pero a ellos les puede resultar más barato explotar a una persona venezolana que a un local.

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En países como Ecuador, Perú o Bolivia, hay grupos que suelen no tener nombre, o si lo tienen es porque la policía se los ha puesto. No están bien organizados, al menos no al nivel de los grupos más grandes, pero tienen presencia en el panorama criminal. En general, explotan a los migrantes de manera oportunista: aprovechan las oportunidades de incursionar en la trata de personas, por ejemplo, dado que no es una actividad muy costosa. 

Y finalmente están los grupos o individuos más pequeños. En Perú, los grupos constituidos por familiares llevan a cabo negocios criminales, en los que dos o tres personas reclutan migrantes o explotan sexualmente a las jóvenes. Esto les permite negar que estén haciendo algo ilegal si son atrapados, pues dicen: “Yo solo estoy trabajando con esta muchacha, no está obligada a realizar actos sexuales con ningún cliente”. Ahí hay una zona gris.

IC: ¿Qué más pueden hacer los gobiernos y las organizaciones para evitar que los migrantes caigan en manos del crimen organizado?

CM: En primer lugar, ofrecer acceso a la información. La mayoría de los migrantes, no solo los venezolanos, deben conocer los riesgos del crimen organizado. En segundo lugar, los gobiernos deben proporcionar servicios a todas las poblaciones vulnerables, e incluso aumentar los servicios para las personas LGBTQI y para hombres y niños. Esta es una labor que debe ser sostenible en el tiempo, por eso necesitamos grupos mixtos de los organismos seguridad porque el crimen organizado no se enfoca en un solo crimen. La trata de personas también causa violencia de género, que debe ser tratada por un especialista. Se necesitan personas que trabajen contra el narcotráfico o el crimen organizado, con el fin de atacar las estructuras criminales, y necesitamos especialistas contra el lavado de dinero. Y por último está el asunto de la financiación: si las autoridades no cuentan con los recursos adecuados, incluso las mejores políticas no servirán para nada.

* Esta entrevista ha sido traducida y editada por motivos de claridad y extensión.