El ministro de Defensa de Argentina ha rechazado la posibilidad de desplegar al ejército para combatir el creciente problema del tráfico de drogas; una medida prudente dada la naturaleza del hampa y las redes criminales del país.
En declaraciones a la agencia de noticias EFE, el ministro de Defensa Agustín Rossi dijo que el tráfico de drogas cayó bajo la competencia de los servicios de seguridad, como la policía, los cuales fueron debidamente equipados para enfrentar el desafío. Según Rossi, el ejército –en particular su formación basada en el uso letal de la fuerza- hace que no sea adecuado para un trabajo de orden público, y que implementar una política de este tipo sería un “grave retroceso”.
Rossi dijo que esa política se ha aplicado sin éxito en otros países de la región. “Más que mejorar la situación, ha empeorado y se ha generado mayor nivel de violencia”, dijo.
Las declaraciones de Rossi surgen a raíz de llamados en Argentina para desplegar a los militares con el fin de combatir la creciente violencia relacionada con el narcotráfico, con el gobernador de la provincia de Buenos Aires y el candidato presidencial Daniel Scioli tildando recientemente al narcotráfico como un problema de “seguridad interna” que justifica el uso del ejército.
Análisis de InSight Crime
El rechazo a la utilización de los militares va en contra de una tendencia regional de vigilancia policial militarizada. En los últimos años, países como México, Venezuela y Honduras han puesto en práctica estas políticas, y las crisis de seguridad que aún perduran podrían ser vistas como una justificación de los comentarios de Rossi sobre su eficacia.
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Sin embargo, mientras estos países sigan atrapados con serios niveles de violencia, es difícil decir si la situación sería mejor o peor sin el despliegue militar. Una razón mucho más coherente para no desplegar al ejército en Argentina es el hecho de que el panorama criminal es radicalmente diferente del observado en otros lugares.
En todos los países mencionados anteriormente, el uso de tropas fue visto como un recurso necesario para enfrentar la rampante corrupción policial combinada con el profundamente arraigado y fuertemente armado crimen organizado, que con frecuencia ejerce control territorial. Mientras que Argentina, sin duda sufre de corrupción policial, las redes de tráfico son menos arraigadas, a menudo dirigidas por extranjeros y son relativamente menos violentas, a pesar de los picos en los homicidios en áreas como Rosario. Frente a este desafío criminal, un énfasis en la efectiva labor de la policía y la recolección de inteligencia -en lugar de poner a los soldados en el terreno- es mucho más urgente si Argentina quiere evitar llegar a una etapa en la que el despliegue militar sea el último recurso disponible.