Una nefasta confluencia de pandillas atomizadas, enfrentamientos al interior de éstas y justicia a manos de particulares hizo de El Salvador el país más violento del hemisferio occidental en el año 2015.

El Salvador cerró el año con por lo menos 6.640 asesinatos, informó La Prensa Gráfica.

La aterradora estadística representa un aumento de cerca del 70 por ciento con respecto a los homicidios en 2014 e indica que el país tiene una tasa de homicidios de 104,2 por cada 100.000 habitantes, señala el informe.

El Salvador tiene el 13,6 por ciento de la población de Centroamérica; sin embargo, representa el 35,3 por ciento de los homicidios de la región, agrega el informe.

En diálogo con Reuters, el director de Medicina Forense de El Salvador, Miguel Fortín Magaña, se refirió a las cifras de homicidios nacionales como una “verdadera pandemia”.

Análisis de InSight Crime

Algunas autoridades señalan que sin duda los homicidios son el resultado de la violenta competencia entre las pandillas callejeras. Pero si bien las pandillas —particularmente los dos mayores grupos de El Salvador, Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18— son responsables de una parte significativa de la violencia, la situación es más compleja.

En primer lugar, en la violencia pandillera influyen múltiple factores, y de alguna manera el reciente repunte está relacionado con una fallida tregua, iniciada en 2012, entre la MS13 y las dos facciones de Barrio 18: los Revolucionarios y los Sureños. Inicialmente, la tregua condujo a una disminución en las tasas de homicidio. Sin embargo, como ya es evidente, ello se pudo haber debido más a la coacción de los miembros de las pandillas que a una aceptación por parte de éstos.

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Una vez la tregua terminó, las autoridades trasladaron a los líderes pandilleros encarcelados que estaban mediando en las conversaciones a prisiones de máxima seguridad, lo cual limitó su capacidad de mando y les abrió puertas a los pandilleros de niveles medios que estaban en desacuerdo con la tregua.

Posteriormente, las pandillas parecen haberse fraccionado en unidades más pequeñas y rivales, y las purgas al interior de las facciones se han vuelto comunes.

Además, las facciones de las pandillas, conocidas como clicas, están tomando sus propias decisiones en cuanto al asesinato de sus rivales y a la realización de ataques contra las fuerzas de seguridad, en lugar de esperar por la proverbial “luz verde” de los dirigentes encarcelados.

Las fuerzas de seguridad han respondido a esta violencia con tácticas de mano dura. Los incidentes más graves incluyen informes de ejecuciones sumarias de presuntos pandilleros, así como denuncias de participación de las fuerzas de seguridad en escuadrones de la muerte.

En un reciente informe, el defensor del pueblo de El Salvador dijo que las fuerzas de seguridad estaban vinculadas al 90 por ciento de las denuncias de violaciones de derechos humanos y que en las filas de la policía existe una mentalidad según la cual “el fin justifica los medios”.

Por desgracia, la situación probablemente continuará en el futuro próximo. Con base en estadísticas de la policía, La Prensa Gráfica informó que hubo 72 homicidios durante los tres primeros días de 2016, lo que incluye varios asesinatos múltiples y ataques contra las fuerzas de seguridad y sus familias.

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