Una reveladora entrevista con el jefe de la policía de Honduras ha puesto de manifiesto los aprietos en los que se encuentra Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico de la mano con los gobiernos e instituciones de Latinoamérica, donde la corrupción es endémica.

Juan Carlos “El Tigre” Bonilla, quien está acusado de dirigir escuadrones de la muerte hace diez años, en la actualidad dirige una fuerza acusada ??de cometer delitos similares, y es tan temido dentro de Honduras que “pocos se atreven a decir su nombre en voz alta”, informa la Associated Press.

No obstante, en una entrevista de ocho horas con la AP, Bonilla habló en varias ocasiones de su estrecha relación con los diplomáticos estadounidenses que trabajan en el país. El gobierno de Estados Unidos es su “mejor aliado y apoyo”, dijo. La noción de que la asistencia económica de Estados Unidos sólo llegara a las unidades policiales hondureñas que no estaban bajo el mando directo de Bonilla, como afirmó el subsecretario de Estado de Estados Unidos William Brownfield en marzo pasado, fue negado por el jefe de la policía, quien dijo que no había unidades más allá de su control.

Extraoficialmente, un asistente del senador estadounidense de Vermont, Patrick Leahy, quien lideró los esfuerzos para fijar las condiciones de derechos humanos a la asistencia de Estados Unidos, dijo que los diplomáticos tuvieron que hablar con un montón de gente que no les gustaba: “En lo que se refiere a que Estados Unidos es su mayor aliado en las operaciones antidrogas, nuestro aliado es Honduras, no el jefe de la policía”.

Análisis de InSight Crime

Tal vez lo más revelador en el articulo de la AP es un comentario de Arabeska Sánchez, investigadora del Instituto Universitario de Paz y Seguridad de Honduras, quien fue profesora de Bonilla cuando joven en la Academia de Policía. Cuando las autoridades hondureñas estaban decidiendo a quién nombrar como jefe de la policía en 2012, Bonilla “fue el único de los principales comandantes de la policía sin vínculos conocidos con el crimen organizado”, dijo Sánchez.

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De hecho, los dos jefes de la policía que lo precedieron fueron ambos despedidos con siete meses de diferencia, luego de haber sido acusados de supervisar asesinatos. La delincuencia y la corrupción son comunes dentro de la fuerza y los intentos de reforma han fracasado. Esto es de esperar en un país donde las instituciones son muy débiles y las ganancias disponibles en el comercio de la droga son muy altas.

La realidad es que si Estados Unidos quiere conducir y apoyar los esfuerzos antinarcóticos en Latinoamérica, no tiene más opciones que trabajar, en el mejor de los casos, con las instituciones de seguridad parcialmente comprometidas. Es, como ilustra el caso Bonilla, a menudo una elección entre la opción menos mala.

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