El petróleo crudo extraído ilegalmente de los oleoductos colombianos es procesado por refinerías clandestinas, que fabrican un rudimentario combustible artesanal conocido como “pategrillo” para la elaboración de cocaína.

Entre enero y junio de 2018, se sustrajeron unos 24.300 barriles de petróleo por medio de 281 válvulas ilegales de oleoductos en inmediaciones del municipio de Tibú, departamento de Norte de Santander, al noreste de Colombia, sobre la frontera con Venezuela, según cifras de Ecopetrol, la principal empresa petrolera colombiana, y que fueron publicadas por Verdad Abierta. En 2017, se detectaron cerca de 200 válvulas ilícitas.

Según Ecopetrol, a lo largo de 2019 se registraron solo 18 ataques a oleoductos en Norte de Santander. Sin embargo, fuentes en el terreno, entre ellos una persona dedicada a la reparación de oleoductos, declaró a InSight Crime que esos ataques son constantes. No es claro si el propósito detrás de estos atentados es el robo de crudo o un sabotaje a la infraestructura petrolera, táctica común de los grupos guerrilleros en Colombia.

Parte del crudo sustraído por medio de estas válvulas se destila y transforma en lo que se conoce como pategrillo, un combustible artesanal que se emplea para el procesamiento de cocaína.

Los grupos criminales roban el crudo de los oleoductos de Norte de Santander, y lo destilan y transportan a los laboratorios de procesamiento de cocaína en la zona del Catatumbo, particularmente por las vías Tibú-El Tarra-Ocaña y Tibú-Convención-Aguachica.

VEA TAMBIÉN: Noticias y perfil de Colombia

En agosto de 2019, las autoridades de Tibú decomisaron 28 garrafas de 55 galones de pategrillo. Este, junto con otros precursores químicos para la fabricación de cocaína asegurados en el operativo, fueron avaluados en unos 1.600 millones de pesos colombianos (US$390.000).

La región fronteriza rural de Tibú resulta un corredor estratégico para los actores criminales, no solo por sus pasos fronterizos y espacios dedicados al área de hidrocarburos, sino también porque es una de las regiones con mayor concentración de cultivos de coca, que en 2018 se extendían a lo largo de 16.096 hectáreas.

Análisis de InSight Crime

Aunque el uso del pategrillo brinda a los grupos criminales una alternativa a la gasolina en el procesamiento de cocaína, la baja calidad del combustible disminuye la pureza de la droga, y por ende las potenciales ganancias en el mercado internacional.

Los hidrocarburos, por lo general gasolina, se usan para separar los alcaloides de la hoja de coca, antes de crear una pasta que puede pulverizarse. Los productores de cocaína también han usado keroseno y nafta, hidrocarburos derivados de residuos del petróleo, para impregnar las hojas.

Expertos consultados por InSight Crime explicaron que el pategrillo es un equivalente del keroseno, pero con un elevado grado de impurezas. Mientras que con gasolina se puede obtener cocaína con una pureza de 90 por ciento, con el pategrillo puede llegar a obtenerse una pureza de 75 por ciento.

VEA TAMBIÉN: La nueva guerra que se desató en el Catatumbo

Además, la refinación del pategrillo produce un gran daño al medio ambiente, ya que el petróleo se sustrae y almacena en enormes piscinas enterradas, donde fácilmente puede filtrarse y contaminar las fuentes de agua locales.

Aun cuando el uso de pategrillo en el procesamiento de cocaína arroja un producto de calidad inferior, es muy probable que se expanda su uso por la relación costo-beneficio frente al uso de gasolina.