El nuevo presidente electo de Honduras se ha comprometido a hacer cumplir las políticas de seguridad de línea dura para combatir el tráfico de drogas y la actividad de las pandillas en el país más violento de la región, aunque su capacidad para cumplirlo puede ser obstaculizada por un mandato político débil, después de que los resultados de las elecciones fueran desafiados.

El candidato del conservador Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, fue declarado ganador de las elecciones presidenciales de Honduras que tuvieron lugar el 24 de noviembre, aunque los grupos de izquierda de la oposición se negaron a reconocer su derrota en medio de acusaciones de fraude electoral, informó El Universal. El tira y afloje político ha continuado, a pesar de que el tribunal electoral del país hizo oficial la victoria de Hernández, informó la Associated Press.

Una de las principales plataformas de la campaña de Hernández ha sido su política de seguridad de “mano dura”, la cual se comprometió a implementar para atacar el crimen rampante en el país, informó Milenio. Como congresista, Hernández propuso la policía militar, la cual entró en servicio en octubre, y su plan de seguridad incluye dar aún más poder a los militares para llevar a cabo tareas de seguridad ciudadana, informó Confidencial.

Análisis de InSight Crime

La lucha por la legitimidad electoral es sólo la primera batalla que enfrenta el nuevo presidente en un país que se ha vuelto cada vez más ingobernable desde el golpe de Estado de 2009, lo que lleva a muchos a sugerir que está dirigiéndose a convertirse en un “narco-Estado”. Hasta octubre, la tasa de homicidios hasta el momento en 2013 fue de 83 por cada 100.000 habitantes, con la segunda ciudad más grande, San Pedro Sula, ocupando el primer lugar y la capital, Tegucigalpa, el cuarto lugar entre las ciudades más violentas del mundo.

Los esfuerzos para abordar los problemas del país se ven obstaculizados por la corrupción endémica entre los funcionarios públicos, la tartamuda reforma policial y los graves problemas financieros.

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Si bien las políticas de mano dura y la promesa de tomar una acción firme pueden despertar la opinión pública, la evidencia sugiere que tales estrategias a menudo aumentan la violencia. Es probable que la medida sea la sentencia de muerte de un esfuerzo torpe para imitar la tregua entre pandillas en el vecino El Salvador –las pandillas de Barrio 18 y la MS13 son las pandillas dominantes en ambos países- que a su vez podría anunciar un aumento en la violencia.

El movimiento de Honduras hacia una política de mano dura también podría ser una señal de lo que vendrá en los países vecinos, en particular en El Salvador, que se enfrenta a la perspectiva de derrumbamiento de su propia tregua de pandillas, en el período previo a las elecciones en las que el candidato conservador -un crítico de larga data de la iniciativa- está liderando la carrera.

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