Un nuevo informe asegura que más de dos tercios de los menores en prisión en Guatemala son “rehabilitados” a su paso por la prisión, un raro punto a favor para el tan difamado sistema penitenciario, y también destaca los problemas que enfrentan los pandilleros en su reintegración a la sociedad.

Un juzgado guatemalteco de menores informa que las sesiones de terapia y los talleres logran reformar el 70 por ciento de jóvenes que se encuentran internos en instalaciones de detención, según Prensa Libre. El 90 por ciento de los menores no vinculados a pandillas se rehabilitan, según la corte, algo que solo ocurre con el 40 por ciento de los jóvenes que ya hacen parte de esas estructuras criminales.

La diferencia se debe a las fidelidades irrevocables que los menores se obligan a adoptar al unirse a una pandilla, afirma la corte.

“Les cuesta más restaurarse [a los jóvenes que pertenecen a pandillas]… por el hecho de que los miembros los amenazan si abandonan la célula”, notó la corte. “Al momento de ingresar a la mara, pactan y asumen beneficios como ayuda económica para sus familias”

El juzgado señaló también los desafíos que plantean los intentos de reintegración de jóvenes infractores a la fuerza laboral, al señalar que las empresas son reacias a darles oportunidades laborales al terminar sus sentencias.

Análisis de InSight Crime

La declaración del juzgado es un indicador de mejoría inusualmente promisorio en el sistema penitenciario de Guatemala, al menos para la población juvenil. Las prisiones del país padecen de un hacinamiento extremo, además de corrupción institucional y disturbios periódicos que han dejado grandes números de reos muertos. La población carcelaria de Guatemala se encuentra casi en el 300 por ciento de la capacidad oficial máxima, según el Instituto para la Investigación de Políticas Penales, una de las tasas de ocupación más elevadas de Latinoamérica.

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El informe también demuestra la considerable dificultad para la rehabilitación de pandilleros a diferencia de la reintegración de jóvenes no vinculados a pandillas. Como en los vecinos Honduras y El Salvador, las pandillas callejeras en Guatemala ejercen fuerte influencia sobre las penitenciarías, y existen pocas maneras de escapar a la afiliación a una pandilla una vez se ha iniciado. Las trabas políticas y financieras, además de la limitada participación del sector privado, pueden frustrar las iniciativas de prevención y reintegración con pandillas.

Al mismo tiempo, la falta de información más precisa dificulta evaluar el alcance del progreso en los centros de detención en Guatemala. El reportaje de Prensa Libre no especifica si el juzgado mide los índices de reincidencia o algún otro indicador que establezca si un menor se ha “rehabilitado” o no. Otro problema radica en descifrar quién es un pandillero pleno y quién está alineado con las pandillas solo en forma indirecta  Algunos menores, por ejemplo, actúan como vigías y mensajeros para las pandillas, pero no se consideran parte de la pandilla mientras no hayan pasado por sus ritos de iniciación.

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