Muchos policías en El Salvador están renunciando y algunos buscan asilo en el exterior, señal de la insatisfacción de los agentes con las precarias condiciones laborales mientras continúan siendo llamados a combatir las pandillas del país.

Según la Policía Nacional Civil, por lo menos 110 agentes renunciaron a la institución entre enero y junio de este año. Varios de quienes se dieron de baja han solicitado asilo en Estados Unidos y Canadá, mientras que otros han optado por intentar hacer el viaje hacia el norte sin documentación, informó La Prensa Gráfica.

Un investigador de la policía, identificado como Carlos S., dijo a La Prensa Gráfica que estaba solicitando asilo para él y su familia en la embajada canadiense por temor a ser señalado por los pandilleros. Eso sucedió con uno de sus colegas, José Adán Servellón, quien fue asesinado por pandilleros en junio de 2015 frente a sus dos hijos menores.

El agente también dijo que un factor que motivaba la decisión de salir del organismo en muchos de sus compañeros era que el gobierno no estaba destinando los recursos necesarios para combatir el crimen y protegerlos a ellos y a sus familias.

Carlos no es el único. Dos de sus compañeros lo acompañaron a la embajada canadiense a hacer la misma solicitud. Sin embargo, muchos agentes optan por migrar al norte sin recurrir al asilo.

“Conozco casos de compañeros que pidieron permiso para ausentarse seis meses de la Policía,” contó Carlos. “Aprovecharon ese tiempo para irse, como decimos, de mojados hacia Estados Unidos. Cuando llegaron ya no regresaron nunca más… Es mejor limpiar baños de un establecimiento en el norte que vivir con temor todo el tiempo aquí”.

Un exagente, identificado solo por su nombre, Roberto, se llevó a su familia a Estados Unidos sin autorización, informó el Texas Tribune. En mayo de 2015, Roberto vendió todo lo que tenía para pagar a los coyotes los US$12.000 dólares que cobraban por pasar a su familia al otro lado de la frontera. La decisión la tomó solo después de informar a la Fiscalía General de El Salvador que temía por su seguridad, y después de que se le negara por segunda vez una visa para Estados Unidos.

“Tarde o temprano, iban a tomar represalias contra mi familia. Si no consiguen al que buscan, matan a sus hijos, matan a su esposa, a su madre, a su padre, a su hermano, a cualquiera de la familia para causar dolor”, expresó Roberto.

Análisis de InSight Crime

El hecho de que más de 100 agentes de policía hayan dejado la institución, y que muchos estén buscando asilo en otros países, constituye una indicación de la gravedad del peligro que enfrenta la policía en El Salvador. Más aún, parece que las malas condiciones de trabajo contribuyen a la percepción entre muchos policías de que sus empleos no ameritan el riesgo que corren sus vidas. Con un salario inicial de apenas US$425 mensuales, muchos agentes no pueden vivir en barrios seguros. Muchas veces habitan en los lugares en los que trabajan, lo que los hace a ellos y a sus familias blancos fáciles de represalias de las pandillas. De hecho, La Prensa Gráfica informó que 32 agentes han sido asesinados en 2016, y fueron 62 los caídos en 2015.

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Sin embargo, parece que el número de renuncias está bajando en comparación con los últimos años. Un número récord de 358 agentes renunciaron al cuerpo de policía en 2015. Si las tendencias del primer semestre continúan, hacia el final del año habrán renunciado unos 200 policías, una cifra más comparable a las estadísticas de 2013, cuando 180 agentes renunciaron, y de 2014, cuando hubo 242 dimisiones.

No hay claridad sobre las razones exactas para la aparente reversión de la tendencia al alza en las renuncias de los agentes. Puede deberse en parte a un programa de bonificaciones anunciado a comienzos del año, o quizás a que los que no regresan después de haber solicitado una licencia no se cuentan en esas estadísticas. Como sea, parece más probable que con la reducción de la violencia general en El Salvador y la caída en las cifras de agentes asesinados, menos policías estén optando por dejar sus empleos.