La extorsión ha sido parte de la cultura criminal de la Mara Salvatrucha (MS13) y del Barrio 18 desde sus inicios. Lo que comenzó como una especie de mendicidad adoptó con los años la forma de una empresa criminal importante con un modus operandi sistemático y establecido.

Hoy en día se entiende que la extorsión, junto con el tráfico local de narcóticos, son las fuentes de ingresos más importantes de ambos grupos criminales.

La actividad criminal comenzó con pandilleros que pedían donaciones durante las fases embrionarias del desarrollo de las maras en el Triángulo Norte, a finales de la década de 1990. Los pandilleros en El Salvador acostumbraban pedir una “cora” (jerga salvadoreña para el cuarto de dólar estadounidense) en las calles.

*Esta investigación sobre la extorsión en el Triángulo Norte se llevó a cabo como parte de un proyecto conjunto con The Global Initiative.

Pero a medida que las maras se organizaban mejor y se consolidaban, en gran parte como resultado de la encarcelación masiva, también se reforzaron sus esquemas extorsivos. Los engranajes de extorsión sistemática se montaron con la mayor expansión de las maras al territorio urbano —que en su gran mayoría estaba al margen del Estado— primero atacando el sector del transporte público, para pasar luego a casi cualquier actividad económica pequeña a mediana. También ha habido unos cuantos casos de extorsión de maras a grandes empresas multinacionales, aunque esto parece menos común.

La sofisticación de las maquinarias extorsivas que atacan el sector de transporte se ha sistematizado tanto en algunos lugares de la capital de El Salvador, San Salvador, que las empresas de transporte público han añadido la extorsión como una especie de “impuesto” a su contabilidad, y los pagos de extorsiones semanales los deducen de los salarios de los conductores.

La mayor sofisticación y presencia extendida de la extorsión sistemática ha generado mayores ganancias.

Este flujo de dinero constante ha dado a las maras el capital para invertir en otros instrumentos necesarios para su actividad: armas, compra de drogas al por mayor e infraestructura criminal, entre otros.

En años recientes, el flujo de ingresos generados por la extorsión llevó a las pandillas a invertir en negocios legítimos privados, como moteles, centros de lavado de autos, ventas de autos usados y restaurantes con el fin de blanquear sus ganancias. Aunque los sofisticados esquemas de lavado de dinero no los emplean todas las clicas en general, la aparición de este sistema aparece cada vez más en los portafolios criminales de las clicas de la MS13.

Finalmente, ha habido informes recientes de varias clicas de la MS13, específicamente en Honduras, que han dejado de extorsionar a los pequeños negocios que operan en sus territorios con el fin de aumentar su capital social. La medida indica que la pandilla podría estar aumentando sus fuentes de ingresos con diferentes economías criminales, incluyendo actividades con narcóticos.

Sin embargo, el investigador José Miguel Cruz, quien es experto en pandillas, cree que esta decisión se ha mantenido al nivel de las clicas. “Mi impresión es que en los últimos 10 a 15 años, de cuando en cuando se oyen estas historias de algunas clicas que no extorsionan a las comunidades que controlan”, afirmó en una entrevista telefónica con InSight Crime. “Pero no creo que sea generalizado. Creo que se concentra en algunas clicas… depende de la clica y depende de quién sea el jefe”, dijo.

Está por verse, sin embargo, si la decisión de dejar la extorsión se convierte en tendencia regional, o si continuará siendo decisión de un selecto grupo de clicas.

*Esta investigación sobre la extorsión en el Triángulo Norte se llevó a cabo como parte de un proyecto conjunto con The Global Initiative.