Mediante la violencia, la Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18 se han convertido en los nombres criminales más temidos del Triángulo Norte. Gran parte de su violencia se usa para forzar a personas o negocios a pagar cuotas extorsivas. El temor generalizado hacia estas pandillas ha propiciado la aparición de actores independientes que se hacen pasar por ellos para promover sus esquemas extorsivos.
Las autoridades señalan que esos imitadores han aumentado en los últimos años. En agosto de 2018, por ejemplo, las autoridades guatemaltecas desarticularon una estructura criminal que presuntamente había cobrado extorsiones por más de $36.000 a varios taxis, empresas de transporte y otros negocios. Ninguno de los delincuentes, sin embargo, hacía parte de la MS13 ni de Barrio 18.
No hay claridad sobre qué proporción de la extorsión puede atribuirse a los imitadores de las pandillas. El gobierno guatemalteco estimaba en 2016 que alrededor del 90 por ciento de las amenazas de extorsión provenían de grupos imitadores, y no de las pandillas, aunque la cifra es rebatida por centros de pensamiento y expertos, que sostienen que cerca de 2 terceras partes de la extorsión son manejadas por las pandillas.
*Esta investigación sobre la extorsión en el Triángulo Norte se llevó a cabo como parte de un proyecto conjunto con The Global Initiative.
Delincuentes comunes que se hacen pasar por integrantes de pandillas ejecutan siete de cada diez amenazas por extorsión en Honduras, según las autoridades de ese país. En El Salvador, César Ortega, jefe de la fuerza élite de la policía llamada los “Jaguares”, explicó que hasta el 70 por ciento del amenazas de extorsión provienen de actores ajentos a las pandillas.
La falta de confianza en las autoridades, la impunidad y la ubicuidad de la extorsión en toda la región mueven a actores criminales diferentes de las pandillas a participar en la actividad.
Una diferencia importante entre las amenazas de extorsión de las pandillas y las de los grupos imitadores, según Francisco Cisneros, jefe de la División Especializada en Investigación Criminal (DEIC) en Guatemala, es que los imitadores por lo general no matan.
“Es un factor definitivo que nos permite saber desde el comienzo si se trata de una extorsión por parte de una pandilla o de un imitador: aquí las pandillas toman el teléfono para llamar a una persona o un negocio y hacen la amenaza. No hay negociación. Si no se paga, intentarán matarlo. Los imitadores, por el contrario, harán una amenaza, no negociarán, harán otra amenaza, no negociarán, pero no atentarán contra la vida de la persona”, concluyó Cisneros.
“El problema es que aquí en Guatemala, como las víctimas no saben si las amenazas proceden o no de las pandillas, temen que más adelante puedan asesinarlos, por eso tienden a pagar”.
*Esta investigación sobre la extorsión en el Triángulo Norte se llevó a cabo como parte de un proyecto conjunto con The Global Initiative.