Siempre habrá elementos disidentes de las FARC, es decir, aquellos que se negaron a aceptar el acuerdo de paz. Pero ahora, las ex-FARC mafia están creciendo a tal velocidad que ponen en riesgo el proceso de paz en su conjunto.
En casi todos los procesos de paz ha habido combatientes que se niegan a dejar las armas. No había razón para esperar que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fueran distintas.
Mirando el panorama global, en el proceso de paz en Irlanda del Norte, por ejemplo, el Ejército Provisional Republicano Irlandés (PIRA, conocido más comúnmente como el IRA) llegó al “Acuerdo de Viernes Santo” con el gobierno británico en abril de 1998. No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran la “Continuidad IRA” y el “Verdadero IRA”, que se ha metamorfoseado en el “Nuevo IRA”. Aunque han puesto varias bombas y ha habido algunos asesinatos aislados, las disidencias irlandesas no han logrado obtener ningún respaldo importante ni reconstruir la capacidad militar del PIRA.
En Colombia ha habido disidencias separatistas de acuerdos de paz previos. El Ejército Popular de Liberación (EPL) se desmovilizó en marzo de 1991, con la entrega de armas de unos 2.200 guerrilleros. Sin embargo, hasta el 20 por ciento del ejército guerrillero permaneció en el campo de batalla. Hoy en día aún queda un remanente, aunque han recibido fuertes golpes y pueden estar en vía de extinción, más como resultado de su guerra con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que gracias a alguna campaña adelantada por el Estado colombiano.
La desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) dio pie al surgimiento de diversos grupos disidentes, a quienes suele denominarse como Bacrim (“bandas criminales”). Hasta el día de hoy, el más poderoso de estos grupos, “Los Urabeños”, ahora llamado el “Clan del Golfo” por el gobierno, aún cuenta con más de 2.000 integrantes.
Lo que hace tan difícil erradicar las disidencias colombianas son los ingresos criminales que las sostienen, empezando por el narcotráfico (de cocaína, marihuana, heroína e incluso algunas drogas sintéticas), y seguido por la minería ilegal (principalmente el oro) y la extorsión.
El EPL hoy parece estar en sus últimos estertores, mientras que Los Urabeños han sufrido una serie de golpes, que los han repelido hasta el punto de reducirse de movimiento nacional a poder criminal regional en sus territorios originales en Antioquia, Chocó y Córdoba. Ninguno de esos movimientos disidentes logró reconstruir la fuerza o el poder de convocatoria de sus predecesores. ¿Es posible que las disidencias de las FARC, o como las llamamos, las “ex-FARC mafia”, estén condenadas al mismo camino, inevitable, aunque lento, hacia la extinción?
VEA TAMBIÉN: Cobertura sobre las ex-FARC mafia
Esperamos que ese sea el caso, pero hay algunas señales de peligro, que abren la posibilidad de que las ex-FARC mafia puedan convertirse en algo aún más peligroso que el EPL o Los Urabeños combinados.
Las señales de peligro
1. Liderazgo: uno de los líderes más veteranos y respetados de las FARC abandonó el proceso de paz. No es secreto que muchos en las filas insurgentes pensaban que Luciano Marín Arango, alias “Iván Márquez”, debía haber sido nombrado máximo comandante de las FARC, en lugar de Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”. Normalmente, las facciones disidentes no están bajo el mando de sus comandantes de mayor rango, en especial si estos participaron en las negociaciones del acuerdo de paz, como fue el caso de Márquez.
2. Números: el número de disidentes de las FARC se acerca ahora a los 3.000 combatientes, más del 20 por ciento de los 13.000 miembros de las FARC que se desmovilizaron. Este número sigue en aumento y puede seguir creciendo a corto y mediano plazo. Aunque no hay indicios de que las ex-FARC mafia lleguen a alcanzar los números de las FARC, es claro que los elementos disidentes son una amenaza para la seguridad nacional y podrían llegar a ser algo más que una amenaza localizada dentro del territorio colombiano.
VEA TAMBIÉN: Implicaciones del regreso a la guerra de los líderes de las FARC
3. Fe en el proceso de paz con las FARC: es baja entre la opinión pública colombiana, entre los excombatientes e incluso en el mismo gobierno. A menos que se adopten medidas de peso para dar seguridad a los excombatientes que siguen en el proceso de paz, el riesgo de nuevas deserciones es alto. Si a esto se suma el asesinato de exintegrantes de las FARC, algunos quizás a manos de las fuerzas de seguridad, la precariedad del acuerdo de paz se hace más clara.
4. Economías criminales: las economías criminales que apoyaron a las FARC durante más de cinco décadas son más rentables que nunca, pues Colombia se encuentra en un pico de producción histórico. Sin embargo, la cocaína no es lo único que sostiene a las ex-FARC mafia. La marihuana, especialmente en el departamento de Cauca, actualmente azotado por la violencia, es una mina de oro, mientras que las ganancias de la amapola y su subproducto, la heroína, son más lucrativas que la misma cocaína.
5. Debilidad del Estado: el gobierno colombiano se ha mostrado incapaz de llenar el vacío en gran parte del territorio que estuvo bajo la influencia de las FARC. Este trabaja en medio de importantes restricciones de financiamiento, lo que ha permitido el auge de grupos criminales y economías ilícitas en ciertas zonas del país. Otra manifestación de este problema ha sido el asesinato masivo de líderes comunitarios, defensores de derechos humanos y activistas por la restitución de tierras, lo que hace al Estado parecer impotente. Entre enero de 2016 y mayo de 2019, han muerto cerca de 800 líderes e incluso exintegrantes de las FARC.
6. Ideología: muchos elementos de las ex-FARC mafia siguen profesando la ideología marxista-leninista que enarbolaron las FARC, lo que indica que pretenden reconstruir un ejército insurgente, no solo una empresa criminal. El EPL y los Urabeños (que se llaman Autodefensas Gaitanistas de Colombia, en memoria de su legado paramilitar) ostentan una fachada ideológica, pero nunca han realizado un trabajo político serio de base ni han actuado de una manera diferente a la de organizaciones criminales. Hay evidencia de que algunos elementos de las ex-FARC mafia han continuado el trabajo político, en especial en Meta y Guaviare, pero esas iniciativas parecen esporádicas y su interés primordial parece ser la actividad criminal.
7. Deficiente desempeño político del partido FARC: aunque nadie esperaba que la transición de ejército insurgente a partido político fuera sencilla, hasta la fecha los resultados de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) han sido claramente decepcionantes. Fue de esta forma como el Secretariado de las FARC persuadió a los combatientes rasos para que aceptaran el acuerdo, insistiendo en que la lucha militar por el poder podía sustituirse por la lucha política. La FARC tuvo un impacto nimio en las recientes elecciones regionales, en las que solo dos ediles locales salieron elegidos directamente con la bandera del partido FARC, si bien otros seis excombatientes de las FARC fueron elegidos en coalición o en las listas de otros partidos. Igual de preocupantes han sido los asesinatos de exintegrantes de las FARC y las amenazas a la actividad política del partido FARC.
VEA TAMBIÉN: ¿El experimento político de las FARC se va a pique?
La sombra del exterminio de la Unión Patriótica (UP) sigue viva en la mente de muchos políticos de la FARC. La UP fue un partido político creado por las FARC en 1985 durante el proceso de paz con el entonces presidente Belisario Betancur. Cerca de 3.000 militantes, entre ellos un candidato presidencial, fueron asesinados. Eso empujó a muchos activistas de izquierda a la lucha militar. Aunque el clima actual no es el mismo, hay amenazas sistemáticas contra activistas políticos de la FARC en ciertas zonas del país.
8. Venezuela: la situación de Venezuela ofrece a las ex-FARC mafia un refugio, y posiblemente un aliado internacional poderoso. Aunque la presencia de las FARC en Venezuela no es nada nuevo, y aunque Hugo Chávez dio refugio y apoyo limitado al grupo insurgente colombiano, no les suministró el armamento que solicitaban, en particular los misiles tierra-aire, que podrían haber neutralizado la principal ventaja estratégica del Estado colombiano. El actual gobierno de Nicolás Maduro está mucho más aislado de lo que alguna vez estuvo el presidente Chávez, y se encuentra luchando contra el colapso económico. Colombia apoya directamente el movimiento de oposición respaldado por Estados Unidos, cuya cabeza es Juan Guaidó. Es de todo el interés de Venezuela distraer y debilitar al gobierno colombiano, suministrando ayuda a las ex-FARC mafia; además, Márquez vivió durante muchos años en Venezuela y tiene vínculos con funcionarios chavistas de muy alto rango. Es probable que él y gran parte de los altos mandos de las ex-FARC mafia estén radicados en Venezuela en este momento.
9. Respaldo de Estados Unidos: aunque Estados Unidos está muy comprometido con la situación venezolana, e interesado en menor grado en la producción de narcóticos en Colombia, actualmente presta mucho menos apoyo que antes en la lucha contra las facciones ilegales. Sin contar sus fallas como estrategia antinarcóticos, el “Plan Colombia”, apoyado por Estados Unidos, fue esencial para contener las ambiciones de las FARC a comienzos de los años 2000 y para forzar al grupo a sentarse a la mesa de negociaciones. En este momento, no se observa la misma voluntad ni financiamiento de la Casa Blanca. Colombia debe asumir mucho más de la carga que supone la lucha contra las ex-FARC mafia, aunque ahora tiene mucha mayor capacidad que en toda su historia. Pero, de nuevo, los recursos de operación son escasos, pues gran parte del gasto del Ministerio de Defensa lo consumen los salarios.
10. El Ejército de Liberación Nacional (ELN): el último ejército guerrillero alzado en armas en Colombia ha gozado de un crecimiento importante en los últimos tres años, lo que da cuenta de la incapacidad del gobierno para contenerlo e indica que las ex-FARC mafia pueden tener el mismo margen de maniobra y expansión. Existe un riesgo importante de que el ELN, o al menos algunos de sus elementos, puedan aliarse con algunas células de las ex-FARC mafia. Entre el ELN y las ex-FARC mafia pueden tener la capacidad de atraer hasta 7.000 combatientes. Sin embargo, aunque en nada se acerca a los 13.000 de las FARC, el número va en aumento.
VEA TAMBIÉN: Ex-FARC mafia: el ejército criminal colombiano que se instaló en Venezuela
Estrategia del gobierno
¿Puede el gobierno atender las señales de peligro enumeradas arriba? ¿O efectivamente el gobierno hace parte del problema y promueve con sus políticas a las ex-FARC mafia?
Es fácil atribuir la culpa del fortalecimiento de las ex-FARC mafia al gobierno de Iván Duque. El mandatario heredó un acuerdo de paz que quiso impedir, al ganar el referendo sobre el acuerdo de paz de octubre de 2016, que el entonces presidente Juan Manuel Santos ignoró en su mayor parte.
El presidente Santos también derrochó gran parte del tiempo que tenía para prepararse para la situación del posconflicto. Iván Duque heredó un acuerdo con el que no estaba cómodo, promesas casi imposibles de cumplir y recursos insuficientes para cumplirlas. No había manera de que pudiera ejecutar a cabalidad la implementación del acuerdo de paz como se lo legó Santos, aunque lo hubiera querido. Y no lo quería.
Duque dejó en claro desde el principio que tenía la intención de cambiar el marco legal del acuerdo, básicamente cambiando las reglas del juego en el plano judicial. El que no lograra hacerlo, gracias al fallo de la Corte Constitucional, no cambió el hecho de que, para la FARC, él buscaba socavar el acuerdo de paz y no cumpliría las promesas por las cuales habían depuesto las armas.
Duque nunca creyó realmente en el programa de sustitución de cultivos iniciado por la administración Santos y sentía aún menos entusiasmo por su elevado costo. Si la aspersión aérea de cultivos de drogas se reinicia en 2020, los sembradores de coca y las comunidades que habitan en zonas en las que dominaron las FARC considerarán que este gobierno traicionó el acuerdo de paz y las promesas hechas.
VEA TAMBIÉN: Radiografía del fracaso de la sustitución de cultivos de coca en Colombia
La percepción, errada o real, de que Duque y su padrino político, el expresidente Álvaro Uribe, quieren herir de muerte al acuerdo de paz con las FARC, ha sido uno de los motores que mueve a las ex-FARC mafia. Márquez la citó como el principal motivo de su deserción del proceso.
“Esta es la continuación de la lucha guerrillera en respuesta a la traición del Estado al acuerdo de paz de La Habana. Nunca fuimos vencidos ni derrotados ideológicamente. Por eso la lucha continúa”, declaró Márquez durante el discurso guerrillero en el que anunciaron el rearme.
La naturaleza de la amenaza planteada por las ex-FARC mafia aún no se manifiesta por completo. No es claro a cuántos combatientes se llevó consigo ni el territorio desde el cual operarán. Fuera de un par de videos propagandísticos, hay muy poca evidencia de la capacidad de la división de las ex-FARC mafia.
Las facciones disidentes bajo el mando de Miguel Botache Santillana, alias “Gentil Duarte”, no han lanzado grandes ataques a las fuerzas de seguridad. ¿Esto es porque no tienen la capacidad militar, porque están siendo contenidos por el ejército o porque tienen una estrategia distinta? La investigación de campo de InSight Crime en Meta y Guaviare durante 2017 indicaba lo último. Fuentes del gobierno local, fuerzas de seguridad y exguerrilleros, todos afirmaban que las ex-FARC mafia allí habían adoptado deliberadamente una estrategia no confrontacionista en su mayor parte.
“No se dejen engañar”, advirtió una fuente oficial en San José de Guaviare, “los disidentes aquí son un león dormido”.
*Este artículo fue escrito con la ayuda del Observatorio Colombiano del Crimen Organizado de InSight Crime.
Foto: AP