En 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos emitió una explosiva denuncia en la que se acusaba de “narcoterrorismo” al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y a otros altos funcionarios de su gobierno, y se les señalaba de liderar la organización narcotraficante conocida como el Cartel de los Soles.

*Este artículo hace parte de una serie investigativa llevada a cabo por InSight Crime durante tres años, que requirió la realización de cientos de entrevistas y trabajo de campo en todos los territorios clave del narcotráfico en Venezuela. Analiza uno de los centros de tráfico de cocaína más importantes del mundo, y el régimen autoritario que mantiene el flujo de drogas allí. Lea la serie completa aquí. También puede descargar el PDF completo aquí.

El documento describe al Cartel de los Soles como un temible cartel de la droga, liderado por un dictador, y cuyo brazo armado es la guerrilla más poderosa en la historia de América Latina. Sostiene que dichos narcos, que se hacen pasar por políticos, y sus cómplices terroristas, tramaron un siniestro complot “narcoterrorista” para “inundar a Estados Unidos de cocaína y provocar los efectos nocivos de la adictiva droga en los consumidores de este país”.

La realidad es más compleja de lo que suponen esas caracterizaciones. El Cartel de los Soles nunca ha sido un cartel de drogas. Por el contrario, es una red porosa y fluida de células traficantes arraigada en las fuerzas de seguridad venezolanas, y facilitada, protegida, y, en ocasiones, dirigida por actores políticos.

Y hoy en día dicha red está evolucionando. Desde que Maduro asumió la presidencia en 2013, el narcotráfico en Venezuela se ha vuelto cada vez más fragmentado y complejo, y las figuras más poderosas del chavismo se han distanciado cada vez más del trabajo sucio del tráfico de drogas. Hoy en día, el fantasma del “Cartel de los Soles” enmascara el hecho de que la alianza Estado-narcotráfico en Venezuela ya no es tanto una organización dirigida por el régimen chavista sino más bien un sistema regulado por este.

Mitos y realidades del Cartel de los Soles

La acusación contra Nicolás Maduro y sus co-conspiradores presenta una narrativa simplificada, y en general distorsionada, del narcotráfico en Venezuela —una versión hollywoodense del Cartel de los Soles—. Pero si bien las conclusiones de los fiscales pueden parecer exageradas, las evidencias incluidas en la acusación y las numerosas imputaciones y sanciones que le precedieron ilustran lo que en realidad es el Cartel de los Soles.

En tres años de investigación, InSight Crime corroboró muchas de las estructuras, relaciones, prácticas y operaciones que surgen de la evidencia obtenida en el trabajo de campo en regiones estratégicas para el narcotráfico. Esto generó un sinnúmero de entrevistas con miembros activos y retirados de las fuerzas de seguridad, agentes antinarcóticos, fiscales, dirigentes políticos de los dos polos ideológicos, de comunidades afectadas por el narcotráfico y de personas que trabajaron en ellas, de expertos, investigadores, analistas, entre otros.

En ocasiones, los señalamientos contenidos en la acusación de 2020 parecen hiperbólicos. El documento señala que durante su mandato Hugo Chávez conspiró contra Estados Unidos junto con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para “priorizar el uso de la cocaína como arma contra Estados Unidos e importar la mayor cantidad de cocaína posible a dicho país”.

Sin embargo, esta afirmación no se ve respaldada por los patrones de tráfico de estupefacientes de ese momento. En la época de Chávez, la cocaína inundó a toda Venezuela —pasando de 50 toneladas métricas en 2004 a 250 toneladas métricas en 2007, según estimaciones del gobierno de Estados Unidos—. No obstante, gran parte de ese flujo de droga se dirigía a Europa, pues Venezuela se estaba posicionando como la principal plataforma de envíos hacia el floreciente mercado europeo.

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Adicionalmente, los fiscales norteamericanos alegan que las FARC entrenaron a “un grupo de milicianos no autorizado que funcionó, en esencia, como una unidad de las fuerzas armadas al servicio del Cartel de Los Soles”. En este caso, si bien hay evidencia de que las FARC entrenaron a grupos armados progubernamentales conocidos como colectivos, estas organizaciones no tienen la forma de un cartel. Por el contrario, responden a lineamientos políticos, tienen una presencia geográfica limitada y poca capacidad militar, y no desempeñan ningún papel en el tráfico transnacional de drogas.

Pero los principales puntos débiles de la imputación surgen del intento de los fiscales de construir una narrativa sistemática a partir de una realidad caótica.

La historia que relatan comienza en 1999, año en que Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela.

Las autoridades estadounidenses alegan que el Cartel de los Soles fue conformado ese año por “funcionarios venezolanos de alto rango” provenientes del “ejército, el aparato de inteligencia, la legislatura y el poder judicial”. Según la acusación, el cartel inmediatamente hizo un trato con los líderes de las FARC, la guerrilla que controlaba gran parte de la producción de cocaína en la región fronteriza, con el fin de “pasar parte de sus operaciones a Venezuela bajo la protección de dicho cartel”.

Esto, dice el documento, significó el inicio de una conspiración “narcoterrorista” que duraría más de dos décadas.

Pero la participación de altos funcionarios venezolanos en el tráfico de drogas, e incluso el nombre del Cartel de los Soles, que se llama así por la insignia del sol que indica el rango de general en el ejército venezolano, son anteriores al ascenso de Chávez.

Y si bien no hay duda de que las FARC establecieron operaciones en Venezuela con la anuencia de Chávez, como se documenta en la reciente investigación de InSight Crime sobre la dinámica de la guerrilla en el estado Apure, este fue un proceso gradual en el que las simpatías políticas se solidificaron en una alianza estratégica.

Lo de las drogas llegó más tarde, contó a InSight Crime un exfuncionario chavista de la región fronteriza, quien solicitó el anonimato por asuntos de seguridad.

Según el exfuncionario, Chávez dijo a los empleados del gobierno local que nombraría generales de confianza para que supervisaran la cooperación con las FARC, y que los militares y el gobierno deberían hacerse los de la vista gorda frente a las actividades de narcotráfico de la guerrilla.

“No solo se hicieron los de la vista gorda, sino que se involucraron en el negocio”, dijo. “Cada uno tenía un narco de confianza para administrar el negocio. Buscaban gente de confianza, les daban dinero, se conectaban con los narcos a los que les permitían mover cocaína y creaban una relación con ellos para comprar y distribuir las drogas”.

“Y con el control que tenían de los aeropuertos y los puertos, y por supuesto de las carreteras, hicieron que todo fluyera a través de Venezuela. Así es como empezó”.

Esta evolución quedó en evidencia con la historia del exespía militar venezolano Hugo Carvajal, documentada en varias sanciones y acusaciones en su contra.

En 2008, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a Carvajal por sus conexiones con las FARC, acusándolo de proteger los cargamentos de drogas incautados a la guerrilla, suministrarles armas y documentos de identificación del gobierno, y permitirles controlar la región fronteriza de Apure-Arauca, una de las principales arterias del tráfico de drogas hacia Venezuela.

Una acusación redactada en 2013 hizo un rastreo de la creciente participación de Carvajal en el narcotráfico mediante su relación con el Cartel del Norte del Valle, de Colombia, relación que, según los fiscales, comenzó alrededor de 2004. Las primeras denuncias del caso hacen referencia a una clásica estafa de protección, mediante la cual Carvajal se hizo el de la vista gorda frente a las operaciones de tráfico del cartel, ofreció protección a sus miembros para que no fueran capturados y les proporcionó inteligencia sobre las operaciones antinarcóticos a cambio de dinero. Pero, como señala el documento, algún tiempo después, Carvajal negoció cientos de kilos de cocaína con traficantes del Norte del Valle e invirtió en cargamentos que otros traficantes exportaban desde Venezuela.

La acusación del Cartel de los Soles de 2020 sostiene que para 2013 Carvajal estaba organizando envíos transnacionales. Los fiscales acusaron a Carvajal de coordinar el conocido caso de Air France, en el que las autoridades francesas incautaron 1,3 toneladas de cocaína en un vuelo proveniente del Aeropuerto de Maiquetía, donde el sobrino de Carvajal era el oficial del ejército a cargo de la seguridad.

A medida que las redes del Cartel de los Soles se solidificaron y ganaron influencia, los propios funcionarios antinarcóticos del presidente levantaron las alarmas. Pero para Chávez, que tenía fresco el recuerdo de golpe militar en su contra en 2002, la corrupción sistémica de los militares era un pequeño precio a pagar para garantizar su lealtad.

Así, la verdadera función del Cartel de los Soles no era usar la cocaína como arma contra Estados Unidos, sino apuntalar el poder político en su propio país.

“[El Cartel de los Soles] es una estructura para mantener contentos a los militares”, dijo a InSight Crime un exfuncionario antinarcóticos venezolano que no quiso que su identidad fuera revelada por razones de seguridad.

Con rienda suelta, el cáncer de la corrupción relacionada con drogas se extendió rápidamente por todas las instituciones del Estado.

“El ejército y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) fueron corrompidos hace 30 años, luego los grupos antinarcóticos fueron corrompidos, y también corrompieron a agentes de la Administración para el Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA) en Venezuela, la CICPC y diversos políticos”, relató a InSight Crime un exdirector del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), quien habló bajo condición de anonimato.

La acusación del 2020 es enfática en representar las diversas redes de corrupción y narcotráfico que crecieron dentro del Estado como una organización coherente y controlada, lo cual conduce a algunas afirmaciones paradójicas sobre sus operaciones. En una sección, el cartel es acusado de pagar sobornos para facilitar el tráfico de drogas al tiempo que es el beneficiario de esos mismos sobornos.

En realidad, dentro del Cartel de los Soles no hay control central ni jerarquía.

“Dicen ‘los Soles’ porque hay mucha gente del gobierno y militares involucrados, pero no funciona como un cartel como tal”, afirmó un exfuncionario chavista. “No es algo que esté organizado, no todos se reúnen para hacer esto. Es una cosa institucional, una cosa de gobierno”.

Los ‘jefes del cartel’

Las pruebas que aparecen en las acusaciones y sanciones contra el cartel, muchas de las cuales InSight Crime pudo corroborar con múltiples fuentes en zonas claves para el narcotráfico venezolanas, reflejan una situación más compleja que la que presenta la narrativa de los fiscales.

De acuerdo con las acusaciones, las drogas eran transportadas por células narco inmersas en el ejército, además de incorporar otras entidades del Estado, como la policía o las aduanas. Además, los cargamentos también eran trasladados por las FARC y redes de tráfico de drogas “autorizadas”.

Por su parte, quienes fueron identificados por las autoridades estadounidenses como los “jefes del cartel” utilizaron su poder, influencia y conexiones para hacerse a un lugar en la cadena del narcotráfico, ofreciendo protección a los propietarios de las drogas, así como acceso a la infraestructura de transporte y conexiones con las redes de tráfico de drogas en el país. Algunos, se presume, dieron un paso más allá y comenzaron a negociar sus propios cargamentos.

Cada uno tenía un portafolio de servicios diferente que podían ofrecerles a los traficantes.

Algunos de esos servicios estaban relacionados con sus puestos en el Estado, especialmente los de operadores militares. Por ejemplo, el actual ministro de Defensa, Vladimir Padrino, está acusado de crear corredores de libre circulación para los narcovuelos. Los cargamentos despachados por los traficantes que le habían hecho pagos salían del país sin problema, los que no, por otro lado, eran incautados por las autoridades.

Otros oficiales, por su parte, les ofrecían a los traficantes poderosas conexiones con el hampa. Uno de ellos, el general de división del Ejército Clíver Alcalá, fue, presuntamente, uno de los principales interlocutores del Estado venezolano con las FARC, quienes le ofrecieron acceso directo al suministro de cocaína del grupo. Alcalá también mantuvo una estrecha relación con el Cartel de la Guajira, que manejaba varias rutas de tráfico a las islas del Caribe.

Para otros, la ventaja competitiva consistía en su control de la infraestructura de transporte. Entre ellos se encuentran el actual ministro de Industrias y Producción Nacional, Tareck el Aissami, y su aliado cercano, el actual ministro de Energía y exdirector de la GNB, Néstor Reverol. Ambos son señalados de cobrar a los narcotraficantes por usar los puertos y las bases aéreas bajo su control para el envío de drogas al exterior. Si bien muchos de los cargamentos que ellos ayudaron a despachar pertenecían a conocidos narcos como el famoso traficante Walid Makled, según los investigadores estadounidenses otros alijos pertenecían parcial o totalmente a El Aissami.

Los dos perfiles más dispares entre los operadores del Cartel de los Soles son los de los dos hombres que llegarían a dominar el chavismo y la política venezolana tras la muerte de Hugo Chávez en 2013: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

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Las huellas de Cabello están en todas partes. La acusación del Departamento de Estado de 2020 lo menciona en casi todos los eventos descritos en el documento: negociando cargamentos de varias toneladas con las FARC, supervisando personalmente la entrega de ametralladoras, municiones y lanzacohetes a la guerrilla como pago por cocaína, y organizando exportaciones de droga a América Central, México y Europa.

La sanción impuesta por el gobierno norteamericano contra Cabello lo acusa también de organizar envíos de cocaína a la República Dominicana, para luego ser despachados a Europa, y de compilar cargamentos de drogas incautadas para luego exportarlas a través de un aeropuerto perteneciente al gobierno venezolano.

Fuentes que hablaron con InSight Crime bajo condición de anonimato, entre los que se encuentran funcionarios y exfuncionarios del gobierno y de las fuerzas de seguridad, expertos y fuentes en las zonas de narcotráfico, repitieron estas acusaciones e hicieron muchas más, aunque pocas de estas pudieron ser verificadas por InSight Crime de manera independiente.

Las fuentes suelen mencionar a Cabello como el hombre que controla o lidera el Cartel de los Soles: “el capo de los capos”, como lo describió un exfuncionario antinarcóticos. Independientemente de si esta es una información exacta u otra versión hollywoodense de una realidad más compleja, Cabello se ha convertido indiscutiblemente en la cara pública del Cartel de los Soles.

Maduro, por el contrario permanece en las sombras, pues es escasa la evidencia que lo vincula con el narcotráfico.

La acusación de Estados Unidos lo describe como un operador general tras bambalinas, eliminando a los jueces honestos del poder judicial o utilizando su posición como el entonces ministro de Relaciones Exteriores para intervenir con otros países con el fin de proteger los intereses del narcotráfico o para negociar acuerdos comerciales que pudieran servir como fachada para lavar el dinero de la droga.

En una de las pocas ocasiones en que se le menciona en relación directa con un cargamento de cocaína tiene que ver con los reproches que supuestamente hizo a Cabello y Carvajal por usar a Maiquetía como punto de salida para el cargamento de Air France incautado en el país europeo.

La experiencia de Maduro en manipular las condiciones del juego para proteger a sus aliados y sus operaciones criminales le serviría mucho después, cuando sucedió a Chávez como presidente en 2013.

El cartel de los 2.000 soles

Las pruebas contra los presuntos “líderes” del Cartel de los Soles presentadas por investigadores estadounidenses, así como las acusaciones hechas por informantes y renegados del régimen, comienzan a debilitarse con la muerte de Hugo Chávez y desaparecen por completo después de 2017.

Muy seguramente, esto no es una coincidencia.

“El Cartel de los Soles tal como lo conocimos puede que ya no exista”, dijo a InSight Crime el analista de seguridad Douglas Farah, quien ha dirigido investigaciones sobre las conexiones criminales de los chavistas en Venezuela. “El Cartel ha pasado de ser una estructura militar y se ha abierto a la entrada de civiles y actores criminales con verdadero poder económico”.

El propósito central del Cartel de los Soles continúa siendo el mismo de siempre: ayudar a un presidente chavista a aferrarse al poder. Sin embargo, los retos que enfrenta Nicolás Maduro han cambiado a medida que el país se ha precipitado a una crisis económica y política. El presidente encabeza un Estado casi en bancarrota, y está bajo la presión constante de los opositores políticos en el país, en el extranjero e incluso dentro del chavismo y el mismo Estado venezolano.

En este contexto, el Cartel de los Soles ha cambiado para ajustarse a estos desafíos, y ha pasado de ser una red de tráfico poco cohesionada a convertirse en un elaborado sistema de patronaje utilizado para distribuir la riqueza del tráfico de drogas entre quienes, en los ojos de Maduro, son necesarios para mantener la estabilidad del régimen.

Al igual que Chávez, Maduro sabe que debe mantener a los militares de su lado si quiere seguir siendo presidente. Pero, a diferencia de su antecesor, Maduro no tiene dinero para pagarles: el colapso de la economía venezolana ha hecho que los salarios de los militares rasos caigan a menos de US$20 al mes.

Adicionalmente, el ejército ha permanecido más cerca del hombre que esperaba suceder a Chávez y que ha liderado una facción rival dentro del chavismo desde que esos sueños se desvanecieron: Diosdado Cabello.

Así pues, Maduro tuvo que encontrar una manera de pagarles a sus soldados y comprar el apoyo de los comandantes del ejército, al tiempo que restringía la capacidad de los generales para acrecentar su poder personal, de manera que no se convirtieran en una amenaza para el mandatario. El narcotráfico ha sido central para lograr esto.

Bajo el mando de Maduro el poder ha sido dispersado mediante la inversión de la jerarquía militar tradicional. Mientras que antes era muy raro alcanzar el rango de general y convertirse en un “sol”, hoy en día el ejército venezolano cuenta con unos 2.000 generales, según autoridades militares estadounidenses.

“La estructura militar tradicional es una pirámide: a medida que uno asciende, se vuelve más delgada. Pero aquí promueven a todos, no hay restricciones para los ascensos”, dijo a InSight Crime un exgeneral que habló bajo condición de anonimato por motivos de seguridad.

Ascender al rango de general ofrece acceso a lucrativos puestos en las regiones, que a menudo son más codiciados que los rangos superiores del alto mando militar.

“Los altos cargos [militares] se otorgan a quienes son leales al jefe”, afirmó el exgeneral. “Son ubicados en puestos desde donde pueden manejar negocios sucios, como las regiones fronterizas de tráfico de drogas”.

Estos puestos regionales se asignan según un sistema ideado por Chávez en 2009 y expandido por Maduro. El ejército venezolano está dividido en un mosaico de unidades geográficas, que, según fuentes locales de todo el país, sirven como centros de coordinación para la participación del ejército en las economías criminales.

Tanto las posiciones de mando como los rangos inferiores cambian cada año, lo que permite distribuir el acceso a las ganancias criminales entre las fuerzas armadas, al tiempo que los militares se mantienen subordinados a los poderes políticos que determinan esos puestos.

“No hay un Cartel de los Soles, porque un cartel no podría sostener todos los ‘soles’”, afirmó Sebastiana Barráez, periodista venezolana especializada en temas castrenses. Lo que hay son militares que están involucrados en el narcotráfico debido a los cargos que ocupan en determinado momento”.

Un nuevo cartel para un nuevo comercio de cocaína

El hecho de que se haya pasado de células traficantes incrustadas en el ejército a un sistema de narcotráfico donde el ejército es una pieza de muchas refleja los cambios en el comercio de cocaína. Los todopoderosos carteles del pasado han quedado en la historia, y actualmente la mayor parte del tráfico de drogas es realizado por redes ad hoc que son conformadas para cada tarea y luego son disueltas.

En Venezuela esto significa que el universo de unos pocos traficantes respaldados por pesos pesados del Cartel de los Soles se ha fragmentado en una multitud de redes de transporte, pandillas territoriales y narco-intermediarios. Incluso el rol de las FARC se ha atomizado, luego de la desmovilización del grupo en 2017, lo que ha dejado un vacío de poder que ha sido llenado por varios grupos disidentes de las FARC y el ELN.

Tanto en el ejército como en el hampa, los rostros de quienes trafican cocaína cambian constantemente, pero el sistema sigue siendo el mismo. Todos conforman lo que el investigador venezolano Maibort Petit denomina una “red de redes”, en la que las drogas pasan por las manos de varios intermediarios, tanto militares como criminales, a medida que atraviesan el país.

En algunas regiones, especialmente en aquellas con redes de tráfico con conexiones cercanas al Estado, el ejército, según dicen las fuentes, se ha distanciado del narcotráfico como tal y ahora solo recibe los pagos de los traficantes autorizados. En otras, las células militares continúan transportando los cargamentos, e incluso las dos modalidades se suelen entrecruzar.

En el estado Apure, en la frontera occidente del país, las drogas ingresan a Venezuela a través de cruces fronterizos clandestinos controlados por las ex-FARC y el ELN. Desde allí, las cargas salen en avionetas o se transportan por el país hasta la costa.

La participación de los militares depende de la ruta que tomen las drogas, según dijo a InSight Crime un exlíder político chavista. Las ex-FARC manejan los vuelos directamente con compradores o intermediarios, y les pagan a los militares por el derecho a operar.

“Las FARC le pagan al gobierno por cada ‘kilo despegado’ y este pago va a ‘los generales’”, dijo.

Sin embargo, las drogas que continúan su camino por el interior de Venezuela son transportadas por una célula militar de tráfico, afirmó.

“Un coronel del ejército controla las rutas terrestres”, señaló. “Tiene una concesión de carga del gobierno y el ejército deja que sus camiones pasen por los puestos de control”.

En el estado caribeño de Falcón, un pescador que ha trabajado para narcotraficantes, que pidió permanecer en el anonimato, tiene una historia similar.

“Muchas veces la mercancía es traída a la costa en camiones de la Guardia Nacional”, dijo.

Los cargamentos son entregados a pescadores contratados por grupos como los carteles de Paraguaná y Guajira, los cuales luego cargan la droga en sus lanchas y zarpan hacia las islas del Caribe. Su paso está garantizado por pagos a las unidades de la GNB responsables de patrullar los territorios marítimos de Venezuela.

 “No los vemos, todo lo que sabemos es que por la noche hay paso libre, no hay nadie por ahí”.

Su relato fue corroborado por un agente de la GNB en Falcón, quien habló con InSight Crime bajo la condición de anonimato.

“Hay que trabajar para estas personas [narcotraficantes] y quedarse callado porque de lo contrario uno termina en [la prisión militar] Ramo Verde”, afirmó.

Si bien gran parte de la cocaína exportada desde Venezuela es ahora transportada por grupos criminales que utilizan avionetas clandestinas o pequeñas embarcaciones, el control de puertos y aeropuertos también sigue siendo una parte clave de la participación de los militares en el tráfico de drogas.

“La administración del puerto de Puerto Cabello está en manos de los militares y es allí donde transitan la mayoría de las drogas”, dijo a InSight Crime un exfiscal del estado Carabobo, que pidió no ser citado por motivos de seguridad.

Los operadores del poder

Si bien el tráfico de cocaína en el ejército se ha institucionalizado, el papel de los “jefes del cartel” identificados por los investigadores estadounidenses está hoy rodeado de incertidumbre.

Dos de los personajes más importantes para el Cartel, el exgeneral del ejército Clíver Alcalá y el exdirector de espionaje Hugo Carvajal, se han vuelto contra el régimen de Maduro, y Alcalá incluso trató de derrocar al gobierno contratando mercenarios para un golpe de Estado. Carvajal se encuentra preso en España, donde ha presentado recursos para impedir la extradición a Estados Unidos, mientras que Alcalá está preso en Estados Unidos en espera de ser juzgado por cargos de narcotráfico.

Diversas fuentes de las regiones de Venezuela continúan insistiendo en que “los soles” son algunos de los dueños de los cargamentos de droga que ven pasar. Sin embargo, hay poca evidencia para conectar los alijos directamente con los presuntos jefes del cartel.

Actores como Diosdado Cabello, Tareck el Aissami, Néstor Reverol y el propio presidente Maduro parecen mantener una distancia segura de cualquier cargamento de drogas.

Varias fuentes afirman que estos altos mandos han encontrado formas menos directas de beneficiarse del tráfico de drogas, como comprar tierras o propiedades mediante testaferros, para luego alquilarlas a redes de tráfico que las utilizan para despachar o almacenar drogas. Pero la manera experta en que los chavistas usan testaferros y los oscuros registros de tierras y negocios de Venezuela hacen que estas afirmaciones sean casi imposibles de verificar.

Su papel principal, sin embargo, consiste en garantizar que el sistema de narcotráfico funcione en beneficio del régimen, ubicando personal corrupto y leal en posiciones políticas y militares estratégicas. Hoy en día, cada posición de mando en el narcotráfico está de alguna manera relacionada con uno de los “líderes” del Cartel de los Soles.

Si bien varias fuentes especulan que estos actores reciben una parte de las ganancias del tráfico a cambio de este patrocinio, analistas y exmilitares que hablaron con InSight Crime enfatizaron que los ingresos de la droga juegan un papel subordinado en el sistema del Cartel de los Soles, apuntalando el edificio estatal, después de que la élite chavista lo desangró con la corrupción.

La evidencia sugiere que algunos, si no todos estos actores, han pasado de ser negociantes de cocaína a agentes de poder, que usan su posición no para traficar drogas, sino para administrar el sistema de narcotráfico en el que se ha convertido el Cartel de los Soles. “El régimen facilita todos los elementos: la seguridad, las conexiones con los actores militares y civiles locales, el transporte administrado por el gobierno, los alcaldes, gobernadores, representantes, los directores de aeropuertos, aduanas, todo lo que es necesario [para el narcotráfico]”, afirmó el líder político exchavista.