Los secuestros se han disparado en Haití recientemente; sin embargo, esta crisis tiene raíces políticas y criminales.

Entre enero y octubre de este año, se produjeron 782 secuestros, según el Centro de Análisis e Investigación de Derechos Humanos de Haití (Centre d’Analyse et de Recherche en Droits de l’Homme – CARDH). De seguir así, Haití seguramente superará el récord del año pasado de 796. Tan solo en la primera quincena de octubre, el país registró 119 secuestros.

El país no había experimentado estos niveles de secuestro desde 2005, cuando se reportaron 760. Esos secuestros ocurrieron durante una escalada de violencia y agitación política tras la destitución de Jean-Bertrand Aristide como presidente del país. Aristide utilizó las pandillas para ejercer control político sobre importantes grupos de votantes e infundir miedo en sus rivales. Estos se revelaron cuando su líder fue expulsado del país abruptamente. Parte de esa revuelta consistió en cometer secuestros en masa.

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Como ocurrió en ese entonces, detrás de la actual racha de secuestros existen razones políticas, y algunas de ellas siguen los mismos patrones de lo que ocurrió después de la partida de Aristide. A continuación se presentan tres razones por las que los secuestros se están saliendo de control en Haití.

1. Ausencia de elecciones

Desde la época de Aristide, los políticos han realizado alianzas con las pandillas. El control que las pandillas ejercen sobre los sobrepoblados barrios marginales de Puerto Príncipe las convierte en los guardianes de enormes grupos de votantes. Para muchos políticos, este pacto con el diablo puede significar la diferencia entre ganar y perder.

Pero para tener acceso a estas áreas, los políticos tienen que pagar. A veces les dan dinero en efectivo a través de interlocutores, diversas ONG o fundaciones. Y cuando se trata del partido gobernante, gran parte de esta financiación proviene de la caja menor de los ministerios. Por ejemplo, un exministro de Gobierno le dijo recientemente a InSight Crime en una entrevista que, durante su periodo en el cargo, les hicieron pagos a las pandillas con el presupuesto utilizado para pagarles a los informantes del gobierno.

Otras veces, los políticos logran que las pandillas tengan acceso a armas, municiones o transporte. Este quid pro quo puede incluir además protección desde niveles superiores frente a los enjuiciamientos, así como inteligencia relacionada con las operaciones policiales en contra de las pandillas. A cambio, los políticos esperan que las pandillas ataquen a sus rivales políticos, consigan votos de quienes las apoyan, y se aseguren de que los simpatizantes de sus rivales no voten ni participen en protestas.

En otras palabras, las elecciones en Haití son un gran negocio, especialmente para las comunidades pobres y para las pandillas que habitan en ellas. Pero a principios de este año, cuando el entonces presidente Jovenel Moïse hizo un reclamo por el tiempo que le quedaba en el cargo, la temporada electoral se pospuso. Moïse permaneció en el cargo, pero los congresistas renunciaron, y nadie los reemplazó. Cuando Moïse fue asesinado el pasado mes de julio, las elecciones se volvieron a posponer.

Como resultado, las pandillas recurrieron al secuestro para llenar su brecha presupuestaria. Además, quizá están tratando de presionar a los políticos para que les paguen con más regularidad, independientemente del calendario electoral.

2. Mayor independencia de las pandillas

Si bien las pandillas les han sido útiles a los políticos durante mucho tiempo, están demostrando que son cada vez más los agentes de su propio destino. En este sentido, la alianza de pandillas G9 y Familia (G9 un fanmi), que, según algunas fuentes, fue establecida por miembros de la administración Moïse, es quizá el principal punto de inflexión.

Tras el asesinato de Moïse, el G9 se ha mantenido como una de las fuerzas criminales más fuertes del país. La coalición, liderada por el exagente de policía Jimmy Chérizier, alias “Barbecue”, reúne a nueve de las pandillas más poderosas de Puerto Príncipe, algunas de las cuales se cree que están profundamente involucradas en el secuestro. El propio Barbecue también enfrenta cargos de secuestro, según la policía.

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Algunas pandillas que hacían parte del G9, como Grand Ravine y Village de Dieu, también participan en secuestros. En octubre de 2020, cuando Grand Ravine todavía formaba parte del G9, estuvo involucrada en el secuestro de una persona de alto nivel. Renel Destina, alias “Ti-Lapli”, el líder de la pandilla, anunció en la radio el secuestro de Wolf Hall, un empresario de lotería.

Si bien en el pasado dichas pandillas habrían tomado los consejos de los políticos (y su dinero, como se menciona arriba), ahora están como ruedas sueltas y pueden seguir el camino que consideren necesario para satisfacer sus necesidades económicas.

3. Proliferación y expansión de las pandillas

El periodo de Moïse en el poder se caracterizó por cierta “gangsterización” de Haití. Los gánsteres no solo fueron empoderados por políticos como Moïse, sino que además crecieron en número y extensión.

Las pandillas proliferan en todas partes, desde los barrios marginales alrededor del puerto de la capital, pasando por Petion-Ville —una de las zonas más exclusivas del país—, hasta el valle central. Según Naciones Unidas, Haití tiene actualmente unas 167 pandillas.

Una de ellas es 400 Mawozo, cuyo nombre se puede traducir como 400 del pueblo. Esta pandilla es uno de los grupos criminales que más rápido ha crecido en el país, expandiendo su territorio desde el barrio de Croix-des-Bouquets, en las afueras de Puerto Príncipe, hasta la frontera con República Dominicana. Más de la mitad de los secuestros en el último año se atribuyen a 400 Mawozo, incluido el secuestro de 17 misioneros extranjeros el pasado 16 de octubre.