La creciente popularidad de una droga sintética en la élite colombiana, es un indicio de una tendencia global en la cual la demanda de heroína y cocaína está disminuyendo, y el uso de estimulantes fabricados va en aumento.

Semana informa que el 2C-B – una droga estimulante y alucinógena que se hizo popular por primera vez en Europa, produciendo efectos similares al de la MDMA – se está convirtiendo en la nueva droga de elección en Bogotá, la capital de Colombia. La droga, que viene en forma de pastilla o polvo, se vende por unos 130.000 pesos (unos US$71) el gramo, según la revista. Un kilo de la droga puede venderse por hasta 80 millones de pesos (unos US$43,750), generando ganancias mucho mayores que la cocaína para los narcotraficantes asentados en Bogotá, la cual está valorada en 2.5 millones de pesos (unos US$1,366).

Modelos, reinas de belleza, e incluso algunos políticos han popularizado la droga en exclusivos clubes nocturnos de Bogotá, añade la revista.

El 2C-B se produjo por primera vez en 1974 por Alexander Shulgin, el químico estadounidense que popularizó la MDMA. Se vendió temporalmente en los Estados Unidos como un sustituto legal del éxtasis, pero ahora está prohibido en ese país. Las Naciones Unidas clasifican al 2C-B como una substancia de la Lista II, lo que significa que su distribución enfrenta restricciones legales en todo el mundo, aunque no es rigurosamente controlada como las drogas de la Lista I como la cocaína, el opio y el cannabis.

Según Semana, la droga sintética fue producida por primera vez por un empresario conocido con el alias de “Alejo”, en la segunda ciudad más grande de Colombia, Medellín. Pero la mafia local de la droga, la Oficina de Envigado, lo expulsó. Alejo luego intentó establecer un centro de producción de 2C-B en la tercera ciudad más grande de Colombia, Cali, pero nuevamente la mafia local lo obligó a irse. Llegó a Bogotá en 2010 y logró construir su propia red de narcotráfico, al punto que estaba vendiendo entre cinco y ocho kilos de 2C-B por semana.

Semana informa que Alejo después fue secuestrado por una conocida familia criminal asentada en Cali, los Urdinola, y fue obligado a revelar su fórmula para la producción de la droga sintética. Los Urdinola – quienes alguna vez trabajaron para el extinto Cartel del Norte del Valle y para otro grupo con sede en Cali, conocido como los Machos – ahora controlan el negocio del 2C-B en Bogotá, según la revista.

Análisis de InSight Crime

La creciente disponibilidad de 2C-B en Colombia es parte de una tendencia más amplia en toda la región, en la cual las drogas sintéticas están cada vez más en demanda. El informe Mundial sobre las Drogas de 2012, de las Naciones Unidas, encontró que inclusosi la producción general de coca y opio se ha reducido significativamente en los últimos cinco años, las ganancias se han visto compensadas por el aumento de la producción de las drogas parecidas al éxtasis, como 2C-B y otras drogas fabricadas con el fin de evadir los controles internacionales sobre ciertas sustancias químicas y, de este modo, ser vendidas como “drogas legales”. Estas incluyen opioides sintéticos, los cuales están desplazando el uso de la heroína, cannabinoides sintéticos que imitan la marihuana, y nuevas sustancias químicamente modificadas vendidas como sales de baño o fertilizantes para plantas. El informe menciona el aumento en los niveles del uso de drogas sintéticas entre los jóvenes de Suramérica, y afirma que una droga sintética, la ketamina, supuestamente ya está disponible en países como Argentina, El Salvador, Perú, y Uruguay.

El aparente aumento de 2C-B señala el declive en la popularidad de las drogas que tradicionalmente habían llamado la atención de la policía, un fenómeno que no es exclusivo de América Latina. El Senado de Estados Unidos ha identificado el abuso de pastillas con prescripción, como uno de los problemas más grandes de salud y seguridad que ahora enfrenta ese país. Esto a su vez ha generado dudas sobre si los grupos de crimen organizado en Latino América podrían comenzar a traficar las pastillas con prescripción, con el fin de compensar el declive del mercado de la cocaína en Estados Unidos. Ya ha habido algunas denuncias de que estos “fármaco carteles” existen en México.

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