Las pandillas en Honduras se comprometieron esta semana a mantener las tasas de violencia al mínimo, como primer paso en una serie de diálogos con los mediadores designados. Pero, a medida que esta segunda tregua entre pandillas en Centroamérica se enfoca hay varias preguntas clave vale la pena hacer.

1. Exactamente, ¿de qué se trata?

El 28 de mayo, representantes de las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS13) leyeron, desde el interior del centro penal Sampedrano en San Pedro Sula, sus compromisos en los que acuerdan cesar la violencia y el reclutamiento.

Como informó el diario La Prensa, Barrio 18 declaró que se habían comprometido a detener la violencia y otras actividades criminales si el gobierno los “escucha”. También dijeron que era demasiado pronto para discutir el comprometerse a parar la extorsión, la principal fuente de financiamiento de la organización.

La MS13 se comprometió a no cometer más homicidios, realizar extorsiones y otros tipos de actividades criminales. Un representante se comprometió a que “ofrecemos cero violencia (…)”, y agregó que “(…) éste es sólo un primer paso (…)”. Adicionalmente dijo que la orden era “inmediata” y efectiva en todo el país, diciendo: “(…) todos los muchachos saben a partir de hoy lo que tienen que hacer”.

Pero esto no es una tregua. Según La Prensa, el líder de la Iglesia que ayudó a negociar el acuerdo dijo que sería posible llegar a un acuerdo de paz más formal en el futuro, dependiendo de algunos “factores”.

“Luego hay una posibilidad de tregua, no hoy (…)”, aseveró.

Entonces, ¿qué es? ¿Un preacuerdo? ¿Un compromiso?

Las declaraciones fueron consideradas como el comienzo de una larga serie de negociaciones entre las pandillas. El miembro de la Iglesia que está colaborando dijo que uno de los principales objetivos del proceso era disminuir las tasas de violencia en Honduras, que actualmente se encuentran en unos 85 homicidios por cada 100.000 habitantes. Pero, no está claro aún de qué estamos hablando.

2. ¿Quién está dirigiendo el proceso?

Adam Blackwell, representante de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y el obispo Rómulo Emiliani, estuvieron presentes en los anuncios y se han acreditado con la negociación del acuerdo (presuntamente, Emiliani habría comenzado el proceso hace meses); y, hasta el momento, la reacción del gobierno ha sido positiva. El Presidente Porfirio Lobo dijo que estaba dispuesto a apoyar a Blackwell y Emiliani en “todo lo que sea necesario”.

No obstante, la posición del gobierno de Honduras es aún menos clara que la del gobierno de El Salvador, el cual no reconoció su rol en la negociación de un acuerdo en ese país hasta ya entrados en el proceso.

Sin embargo, la tregua en El Salvador trajo consigo dividendos inmediatos para los líderes pandilleros, ya que fueron trasladados a cárceles de media seguridad. El traslado fue una señal de que el gobierno había estado de acuerdo. En este sentido, no ha habido señales similares del gobierno hondureño hasta el momento. Sin estas señales de parte del gobierno de Honduras, este “cese el fuego” (o lo que sea) podría ser de corta duración.

En una entrevista con El Heraldo, Emiliani sostuvo que una concesión del gobierno sería vital, diciendo: “Debemos tener un tipo de negociación y concederles algo, porque algo tenemos que dar a cambio, porque lo que no queremos es que sigan cometiendo delitos.” Como ejemplo de una concesión, Emiliani dijo que el gobierno debe crear un programa de rehabilitación en las cárceles y una “colonia” (barrio), donde los pandilleros recientemente liberados de prisión puedan vivir.

3. ¿Qué quieren las pandillas?

En el caso de El Salvador, el gobierno se comprometió a transferir a los principales líderes de las Maras a distintas prisiones y les ofrecieron varios beneficios, como el acceso a teléfonos celulares y visitas conyugales. En Honduras, el miembro de Barrio 18 que leyó la declaración oficial dijo que la única petición de la pandilla a cambio de la reducción de la violencia es que “los policías dejen de matarnos”, y que el gobierno “escuche” y “proporcione trabajo” (cabe destacar que las declaraciones de Barrio 18 tenían implicaciones mucho más fuertes esperando a que el gobierno responda a sus peticiones. Esto puede ser en parte un reflejo del poder de Barrio 18 en Honduras, la cual, en contraste con la situación en El Salvador, es más fuerte que la MS13).

[Vea más de la cobertura de InSight Crime sobre Barrio 18 y la MS13]

Pero los motivos de las pandillas no son claros. Lo que es más, cualquier concesión por parte del gobierno implica reconocer a las pandillas como actores políticos. Esto ha provocado controversia en El Salvador, debido al peligroso precedente que establece. Si matar conduce a más capital político, ¿qué mensaje se está enviando?

A medida que pasa el tiempo, las pandillas tienen que tomar posiciones más claras y transparentes.

4. ¿Qué podemos esperar?

Cuando el Obispo Emiliani anunció por primera vez la tregua el 24 de mayo, advirtió que era poco probable que Honduras registrara una reducción de la violencia similar a la de El Salvador, señalando que los pandilleros dijeron que no eran responsables de gran parte de la violencia en Honduras. Si bien es difícil cuantificar el número de homicidios en Honduras cometidos por pandilleros, es cierto que hay muchos otros actores culpables – incluyendo la propia policía -. Por tanto, es posible que incluso si las pandillas de Honduras acuerdan formalmente a cesar todos los asesinatos, no provocaría la misma reducción dramática en los homicidios como se vio en El Salvador.

[Vea la cobertura de InSight Crime sobre la Tregua Entre Pandillas en El Salvador]

Hay otras razones por las cuales una tregua entre pandillas hondureña sería más difícil de implementar. Una diferencia clave es que se cree que las pandillas hondureñas no tienen un liderazgo centralizado, ni los líderes ejercen un control estricto sobre las “clicas” callejeras, en comparación con El Salvador.

5. ¿Son las “treguas entre pandillas” una política sostenible que debería ser replicada en toda la región?

Existe alguna evidencia de que los involucrados en la tregua entre las pandillas de El Salvador están interesados en ver treguas similares, negociadas en otras partes de Centroamérica. El año pasado, uno de los mediadores de la tregua en El Salvador declaró que las pandillas de ese país habían estado en contacto con sus homólogas hondureñas, buscando replicar el proceso. En ese momento, mencionó que las autoridades hondureñas mostraron poco interés en facilitar este tipo de iniciativa. Presuntamente, las Maras en Guatemala también han expresado su interés en duplicar la experiencia salvadoreña.

No obstante, la experiencia de El Salvador puede ser difícil de exportar. Esa tregua ha sido, en ocasiones, un proceso inestable. Teniendo en cuenta que (en términos relativos), El Salvador tiene un gobierno más fuerte y es menos corrupto que Honduras, vale la pena cuestionar hasta qué punto las instituciones hondureñas son capaces de apoyar las negociaciones. Además, en general, las treguas entre pandillas no han funcionado en la región.

De hecho, la aparente voluntad del gobierno de Honduras para tratar de replicar la tregua de El Salvador posiblemente podría interpretarse como una señal de desesperación. Podría correr el riesgo de otorgar un poder político significativo a las Maras, pero ¿qué más ha funcionado o está funcionando, en Honduras, en términos de políticas de seguridad? Las declaraciones compartidas esta semana por líderes de la MS13 y Barrio 18 ofrecen algo muy inusual: la idea de la posibilidad de que tal vez, de alguna manera, las cosas empiecen a mejorar en el país más violento del mundo – aunque sea ligeramente -.

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