Se ha dicho que el difunto dictador panameño, Manuel Noriega, convirtió a su país en uno de los ejemplos más emblemáticos de un “narcoestado” de la historia latinoamericana, y que sus relaciones con los principales capos de la droga colombianos sentaron las bases para el papel que desempeñó Panamá en el comercio global de drogas durante décadas después de su arresto en 1989 por tropas estadounidenses. En este artículo analizamos por qué Panamá sigue siendo un paraíso del narcotráfico para los sucesores de los criminales colombianos que Noriega ayudó a que se enriquecieran.

El conocido exdictador panameño Manuel Noriega murió en un hospital de Ciudad de Panamá el pasado 29 de mayo, debido a complicaciones de salud. El exdictador de 83 años de edad había estado bajo arresto domiciliario en su país natal después de pagar penas en Estados Unidos y Francia por cargos relacionados con drogas.

Noriega ascendió al poder en 1981 tras la prematura muerte del líder militar de Panamá, Omar Torrijos. Noriega era la mano derecha de éste, pero tanto él como el gobierno de Estados Unidos han sido acusados de ser responsables de la muerte de Torrijos en un accidente aéreo.

Como gobernante de facto de Panamá, Noriega abrió las puertas para que los narcotraficantes transportaran sus drogas sin ningún obstáculo a través del país, a cambio de una parte de las ganancias —según los informes, más de US$100.000 por cargamento—.

Uno de sus principales colaboradores fue el conocido narcotraficante colombiano Pablo Escobar, cuyo Cartel de Medellín controlaba en esa época la mayor parte del tráfico de cocaína en el mundo.

Noriega fue acusado más tarde en una corte de Estados Unidos de aceptar hasta US$60 millones en sobornos de los miembros del cartel, quienes al parecer también les pagaban a los bancos panameños el 2 por ciento de sus ganancias para que les permitieran blanquear los dineros de la droga. Unos US$2 mil millones del Cartel de Medellín pudieron haber sido “limpiados” en estos bancos.

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Los capos colombianos de la droga también utilizaron al vecino Panamá como escondite. Cuando el grupo de Escobar asesinó al ministro de Justicia colombiano, Rodrigo Lara Bonilla, en 1984, varios capos de la red de Escobar se refugiaron en la frontera, supuestamente bajo la protección de Noriega.

la invasión de Estados Unidos al país, se consideró que este hecho fue el responsable del empeoramiento de los problemas de narcotráfico y lavado de dinero, tanto así que los ciudadanos decían: “Se llevaron a Alí Baba, pero nos dejaron a los 40 ladrones”.

Según algunos informes académicos, Panamá pudo haber sido el lugar donde el Cartel de Medellín selló su acuerdo para transportar drogas con los traficantes mexicanos. Esta histórica alianza sería el primer paso para el surgimiento de los carteles mexicanos que dominan actualmente el negocio del tráfico de cocaína hacia Estados Unidos.

Es por todo esto que Noriega ha sido acusado de convertir a Panamá en un “narcoestado” o una “narcocleptocracia“, al frente de un gobierno tan corrupto que, tras su extradición de Estados Unidos a Francia en 2010, se especulaba que Panamá había evitado intencionalmente que fuera repatriado para enfrentar un juicio, dado que su testimonio habría comprometido a muchas élites del país.

Sin embargo, las actividades criminales de Noriega no eran precisamente un secreto para sus aliados de Estados Unidos. Según algunos informes, él fue un operador de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus iniciales en inglés) desde los años sesenta hasta 1988, proporcionándole inteligencia a Estados Unidos sobre los carteles de la droga y ayudando en operaciones encubiertas.

En última instancia, la caída de Noriega fue motivada más por los problemas políticos que él le causaba a Estados Unidos que por su evidente corrupción. A Washington le quedó claro que Noriega estaba más interesado en vender sus servicios al mejor postor —incluyendo los enemigos políticos de Estados Unidos— que en mantener buenas relaciones.

La lujosa vida del dictador, entre fiestas y fastuosas mansiones pagadas por las drogas, terminó abruptamente en 1989, cuando el ejército de Estados Unidos invadió Panamá. La polémica medida fue justificada públicamente como una respuesta a los vínculos de Noriega con las drogas, que para entonces había llegado a ser demasiado evidente para el gobierno de Estados Unidos. Noriega fue capturado durante dicha operación, y más tarde fue juzgado y condenado por la justicia estadounidense, francesa y panameña, en juicios separados.

Análisis de InSight Crime

Si bien los días del Cartel de Medellín hace mucho han quedado atrás, una nueva generación de organizaciones narcotraficantes colombianas continúa considerando Panamá como un valioso recurso para sus negocios. De hecho, poco después de la invasión de Estados Unidos al país, se consideró que este hecho fue el responsable del empeoramiento de los problemas de narcotráfico y lavado de dinero, tanto así que los ciudadanos decían: “Se llevaron a Alí Baba, pero nos dejaron a los 40 ladrones”.

El atractivo de Panamá para los criminales se debe en gran parte a su geografía. Como un corredor que conecta a los productores de cocaína de Suramérica y las rutas de tráfico terrestre que atraviesan Centroamérica y llegan a Estados Unidos, Panamá es inherentemente estratégico, en particular para los grupos criminales de la vecina Colombia.

El Frente 57 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mantiene presencia en la frontera entre los dos países, así como las llamadas BACRIM (acrónimo colombiano con el que se conocen las “bandas criminales”). Estos dos grupos han llegado a dominar la producción y la exportación de cocaína en Colombia, y Panamá sigue siendo un punto de tránsito importante para ambos, como lo demuestra un reciente mapa de la actividad del tráfico transnacional.

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Pero quizás el más conocido atractivo de Panamá para los criminales, tanto ahora como en el pasado, es su reservado sector bancario, que ha puesto al país varias veces en las listas internacionales de supervisión del lavado de dinero. Como lo reveló el escándalo de los Papeles de Panamá el año pasado. La Ciudad de Panamá sigue siendo un buen lugar para inyectar dineros sucios en las instituciones legítimas, en beneficio tanto de los jefes criminales como de los políticos.

Al otro lado del Canal de Panamá, Colón la segunda ciudad más importante del país, alberga una agitada zona de libre comercio. Esta zona de contrabando es donde el dinero de la droga se ha utilizado para comercializar todo tipo de bienes, desde cigarrillos hasta electrodomésticos, convirtiendo narco dólares sucios en pesos colombianos limpios.

Si bien la “narcocorrupción” no ha llegado a los niveles que se presentaron durante el gobierno de Noriega, la cooptación de los agentes estatales por los criminales sigue obstaculizando los esfuerzos antinarcóticos. Ha habido casos de agentes de seguridad cuyo segundo empleo consiste en trabajar para los narcotraficantes, o el de un agente de policía panameño que se retiró de la institución para convertirse en comandante del Frente 57 de las FARC.

Debido a estos factores, y a la reconocida industria del turismo en Ciudad de Panamá, la capital del país sigue siendo un punto de reunión y refugio para los criminales. Precisamente el año pasado, uno de los hombres más buscados de Colombia fue capturado en Panamá, al parecer mientras huía de una intensa búsqueda por parte de las fuerzas de seguridad de su país.

Y así como los grupos criminales colombianos han evolucionado, también lo han hecho sus actividades en Panamá. La BACRIM más grande de Colombia, Los Urabeños, ha estado diversificando sus fuentes de ingresos criminales con la minería ilegal, y ha estado vendiendo oro ilegal en Panamá. Además, el grupo al parecer también tiene negocios legales, así como redes de prostitución en el país.

Aún más, desde las décadas en que el Cartel de Medellín comenzó a atraer a los traficantes mexicanos hacia el mercado de la cocaína, Panamá ha estado cada vez más bajo la influencia de criminales mexicanos. Ahora bien, la fragmentación de los grupos mexicanos puede dar lugar a cambios, mientras las bandas panameñas aprovechas para ascender en la escala criminal como las mexicanas lo hicieron anteriormente.