La región del Caribe tiene un “nivel excepcionalmente alto de crímenes violentos”, sostiene un nuevo informe que ofrece una rara perspectiva de las causas de la actividad criminal en la región, con el propósito de ayudar a crear políticas de seguridad más estratégicas.
Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) revela que en promedio, 13 por ciento de los residentes en cinco países caribeños fueron víctimas de la delincuencia común en el último año.
El informe analizó encuestas de victimización de usuarios de 2014 y 2015 en las Bahamas, Barbados, Jamaica, Surinam y Trinidad y Tobago, concentrándose en cinco delitos: robo de autos, robo con allanamiento de vivienda, atracos, robo personal y agresión o amenazas de agresión. (Vea el resumen ejecutivo insertado al final de este artículo.)

(Gráfico cortesía del BID)
El informe hacía énfasis en la prevalencia de la violencia en estas naciones caribeñas, y halló que aproximadamente uno de cada tres encuestados había perdido a alguien por la violencia. Pero esas tendencias fueron más acentuadas en algunos países —y en particular sus capitales— que en otros.
Aunque las tasas de homicidios en las Bahamas, Jamaica y Trinidad y Tobago fueron “comparables a las de países con conflictos armados”, con una tasa superior a 30 homicidios por 100.000 ciudadanos en 2013, Surinam y Barbados han tenido tasas de homicidios relativamente bajas.
Las tasas de homicidios mostraron correspondencia con la prevalencia de la delincuencia común: en las capitales de los tres países con mayor número de fatalidades, los residentes tenían también más probabilidades de ser victimizados, mientras que en Surinam y Barbados los indicadores de atracos y agresiones fueron menores.
La tendencia común más acentuada entre los países fue la de tasas anormalmente elevadas de agresiones y amenazas de agresión, que son mayores en el Caribe que en cualquier otra región, según encuestas similares.

(Tabla cortesía del BID)
Pero para casi todos los delitos relacionados con robo, estos países caribeños se situaron por debajo de la media global. Esto contrasta con el resto de Latinoamérica, que exhibió una prevalencia de robos por encima de la media.
Según el informe, las encuestas de victimización como las usadas por los autores ofrecen una imagen más completa de la dinámica de seguridad en el Caribe que los estudios sobre criminalidad que por lo general se fundan en informes de policía, dado que aproximadamente apenas la mitad de los crímenes se denuncia ante la policía.
Análisis de InSight Crime
El informe identifica algunas características claves que han contribuido a la violencia en estos cinco países caribeños, y demanda una mejor caracterización de los distintos problemas de seguridad pública en la región.
“Como dirían algunas personas, el Caribe no tiene un problema de criminalidad, tiene un problema de violencia”, comentó Heather Sutton, una de las autoras del informe, a InSight Crime.
Esto explica en parte la prevalencia de delitos agresivos como la agresión sobre delitos contra las posesiones personales, como el atraco. Y esa prevalencia de la violencia se suma a varios factores, en particular la presencia de pandillas y la posesión de armas de fuego.
“Las pandillas son en gran parte responsables del crimen y la violencia en el Caribe”, dice el informe. Las estadísticas mostraron que las personas que viven en barrios con pandillas son más propensas a ser victimizadas, especialmente por agresiones o amenazas.
La peor afectada fue la capital de Trinidad y Tobago, Puerto España, donde alrededor de 60 por ciento de las víctimas también denunciaron presencia de pandillas en sus zonas de residencia.
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Sin embargo, esta correlación entre pandillas y violencia no es directa. Las características de las pandillas varían de un país a otro.
En el caso particular de las Bahamas, explicó Sutton, la presencia de pandillas no es tan notoria como en los demás países en estudio. Pero la tasa de homicidios en el país isleño se ha disparado a niveles récord en los últimos años, y mostró la mayor prevalencia del crimen entre los demás países caribeños de la encuesta.
La disponibilidad de armas de fuego también juega un rol importante. En los países con las mayores tasas de homicidio y de delincuencia común, el mayor porcentaje de los delitos involucraba armas de fuego. Latinoamérica y el Caribe es la región con la mayor tasa de posesión de pistolas y revólveres después de África, según las encuestas estudiadas.
Pero aunque sigue siendo difícil concretar la relación causal entre violencia y posesión de armas de fuego, el informe identificó las causas que diferencian a estas comunidades caribeñas de las comunidades de otras regiones.
Se cree que la violencia comienza en el hogar, señaló Sutton, y se halló que los habitantes del Caribe tenían mayor tolerancia a la violencia contra mujeres y niños en comparación con el resto de Latinoamérica. Y “las conductas problemáticas a edad temprana” que incitan a la violencia más tarde en la vida, como conductas sexuales entre jóvenes y consumo de alcohol, también eran mayores en el Caribe.
Quizás lo que más sorprendió a Sutton y a su equipo, comentó, fue la magnitud total de la violencia, que contribuye a perpetuar el problema. El hecho de que una tercera parte de las personas hubieran sido afectadas por el homicidio de alguien cercano —en Kingston, Jamaica, esta proporción podía llegar a ser de la mitad de la población— eleva los riesgos de retaliaciones agresivas, que desatan ciclos de violencia.
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La principal falta de los gobiernos caribeños para inhibir la violencia ha sido el no buscar el correcto “balance entre la prevención y el control”, lo que incluye el gasto desproporcionado en vigilancia policial, A comentó Sutton a InSight Crime.
A pesar de que los países tienen una cantidad considerable de recursos a su disposición, apunta Sutton, es posible que esos recursos no se estén distribuyendo de manera óptima. Por ejemplo, a la prevención del crimen se destinan solo dos centavos por cada dólar que se gasta en resolver crímenes después de su ocurrencia, observa la autora. También se favorece las penas de cárcel sobre la rehabilitación, un tendencia que se repite en toda Latinoamérica. Esto tiende a aumentar la tasa de reincidencia delincuencial en las comunidades más vulnerables, lo que Sutton describe como un sistema de “puerta giratoria”.
Sutton y su equipo animan a los gobiernos caribeños a que traten de replicar iniciativas de prevención de la violencia que han resultado exitosas en otros países. Estas incluyen métodos de vigilancia policial “inteligentes”, como uno aplicado en Trinidad y Tobago con apoyo de la Universidad de Cambridge, del Reino Unido, que intensifica las patrullas en zonas y horas de alto riesgo. Los resultados mostraron una reducción de 44 por ciento en la violencia en las zonas elegidas, lo que ofrece potenciales lecciones que pueden aprender las islas vecinas.
Resumen ejecutivo del informe del BID: