En un entorno competitivo y fluido como el del narcotráfico en México, unos grupos como el CJNG y los Caballeros Templarios se han consolidado con una estrategia regional. Sin embargo, solo el CJNG sigue creciendo, algo que destaca por su flexibilidad en el uso de la violencia y su discurso de perfil vigilante.

Cada organización criminal mexicana ha tenido que adaptarse a la militarización de la seguridad pública y a la privatización de la violencia, que han arrojado más fuerzas federales en las calles y cárteles mejor armados.

El Cartel Jalisco – Nueva Generación (CJNG) y los Caballeros Templarios en Michoacán, nacieron en un período en el que el nivel de exigencia era máximo en el cual se puede decir que los actuales han sobrevivido casi un proceso de selección natural.

Por su lado, los Templarios perfeccionaron un modelo de infiltración y extorsión a escala local y estatal, cuyos resultados originaron el levantamiento de las autodefensas michoacanas y el debilitamiento de los templarios. Mientras tanto, sus rivales del CJNG se han adaptado bien.

El CJNG surgió después de la muerte de Ignacio “Nacho” Coronel en 2010, representante del Cártel de Sinaloa en Jalisco, lo cual desató una lucha por su sucesión. El CJNG venció en gran parte por sus vínculos sólidos con el cártel del Milenio o los hermanos Valencia, una vieja estructura criminal que tenía dominio en Michoacán hasta comienzos del año 2000.

Durante años se creía que el Cartel del Milenio estaba desmantelado. No obstante, el liderazgo del CJNG por un michoacano como Nemesio o Rubén Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, ilustra esa base dejada por el Milenio. Hoy día las estructuras remanentes (recursos, redes, etc.) de esta organización son claves en el desarrollo del CJNG, como lo es otra organización que también se creía desmantelada (La Familia Michoacana) para comprender el origen de las autodefensas.

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Ni siquiera importantes detenciones han podido interrumpir su expansión regional: la solidez del CJNG en Jalisco continúa, a pesar de la detención de “El Menchito”, hijo de Oseguera y presunto segundo al mando.

De hecho, es la vinculación del CJNG con este Estado del oeste mexicano la que puede explicar parte de su éxito. Es difícil para cualquier grupo criminal repetir la infiltración generalizada de los Templarios en las instituciones michoacanas, pero Jalisco ofrece otras alternativas para el crecimiento de una organización criminal.

Su capital, Guadalajara, es un entorno estable. Se trata de una de las tres mayores ciudades de México, aunque sin la presencia institucional del Distrito Federal ni el flujo criminal de Monterrey en los últimos años.

A esto se añade la presencia histórica en Jalisco de algunas de las organizaciones de narcotraficantes más importantes (la red de Guadalajara, el cártel de Sinaloa y el del Milenio), que hace presumible la existencia de un saber hacer en materia de lavado de dinero, testaferros y demás relaciones necesarias para la economía criminal, que el CJNG podría aprovechar como grupo dominante. Un ejemplo es la zona de Bahía Banderas, que comprende ciudades de Nayarit y Jalisco, y cuyo potencial de lavado de dinero lo demuestra el prófugo Caro Quintero. El turístico Puerto Vallarta, fue mencionado por la Fiscalía de Jalisco como un lugar con presencia destacada del CJNG, así como la Sierra Occidental, donde ha sido recientemente asesinado un alcalde.

Además, Jalisco permite un acceso cercano a diferentes puntos comerciales como Manzanillo (Colima) o el puerto michoacano de Lázaro Cárdenas, claves en el pujante negocio del tráfico de metanfetaminas.

Desde la seguridad de Jalisco, el CJNG ha construido un enfoque regional, con un corredor natural que incluiría, junto a Michoacán, a Nayarit, Colima y Guerrero. Esa fortaleza parece haber servido para atraer a individuos vinculados a la organización del Cartel de Sinaloa en la zona.

Lo que sorprende del CJNG es que su estrategia exitosa de consolidación como grupo regional está acompañada de la facilidad de usar la violencia de manera múltiple e integrada con naturalidad en sus objetivos.

Una de sus manifestaciones más cruentas ha sido el uso de un grupo como Los Matazetas, para dar golpes quirúrgicos y propagandísticos en zonas en disputa con los Zetas como Veracruz. Después, han retirado la marca o, según algunas fuentes, la habrían desmantelado por su impacto negativo en la opinión pública.

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Pero la organización tiene la capacidad de pasar de estas acciones vagamente inspiradas en el paramilitarismo, a un enfrentamiento directo con el ejército. Así lo demuestran emboscadas tipo guerrilla, como la reciente muerte de cuatro soldados en Jalisco.

Mientras tanto, en Michaocán el CJNG ha buscado alianzas con las fuerzas de seguridad. Con su actuación en el conflicto entre autodefensas y Templarios, el Cártel de Jalisco identificó un conflicto sumamente mediático, se infiltró en él y utilizó sus recursos para ayudar a autoridades y autodefensas, con el objetivo común de debilitar a los Templarios.

Su flexibilidad en el uso de la violencia se complementa con un discurso de organización vigilante. Como ejemplo, destaca la capacidad de hacer propia la narración de las autoridades sobre las organizaciones señaladas como más dañinas en cada sexenio. Frente a los Zetas, el CJNG ofrece sus ‘matazetas’. Frente a Templarios, se insinúan como ‘matatemplarios’.

Esta confluencia de objetivos con las fuerzas de seguridad supone que la “guerra al narcotráfico” ha implicado la extensión de discursos contrainsurgentes entre organizaciones criminales para legitimarse y fortalecerse, algo que se observa con mayor profundidad en el contexto colombiano. También plantea hasta qué grado ha existido algún tipo de colaboración entre cuerpos de seguridad y narcotraficantes para acabar con los grupos criminales percibidos como más peligrosos.

En cualquier caso, organizaciones regionales como el CJNG son el resultado de un período en el que la consolidación de un cártel a escala nacional enfrenta múltiples dificultades. Grupos en el foco de las autoridades por su manera de expandirse, como los Zetas, acaban fragmentados por la acción de las fuerzas de seguridad. Y organizaciones con tendencia a cohabitar con los grupos locales, como el de Sinaloa, dejan intactas las herramientas para que éstos reclamen autonomía, como sucedió en Jalisco tras la muerte de Coronel. De ahí que sea dudosa la construcción de una nueva hegemonía en el narcotráfico mexicano, como la de Félix Gallardo en el siglo pasado, precisamente a partir de la red de Guadalajara.

*Jesús Pérez Caballero tiene un PhD en Seguridad Internacional del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (Madrid, España) y trabaja como investigador independiente en temas de crimen organizado, tráfico de drogas y derecho penal en Latinoamérica.

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