Según la ONUDD, los campos de coca han disminuido en Colombia, en Perú y también en Bolivia. Alguien debería contarle eso a los narcotraficantes en el VRAEM, donde el tránsito aéreo de drogas continúa a ritmo febril, con poca capacidad o acción por parte del Estado para detenerlo. 

Mientras la ONUDD (la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) proclama una reducción de la superficie de cocales colombianos de casi el 50% entre 2007 y 2012; de 17,5% en Perú entre 2012 y 2013; y de 26% durante los últimos tres años en Bolivia; en el Valle de los Ríos Apurimac, Ene y Mantaro (VRAEM) el zumbido de los motores de narcoavionetas no solo no para sino aumenta.

El monitoreo de vuelos (que no incluye cobertura de radar que Perú, increíblemente, no tiene) indica hoy que ingresan de cuatro a seis narcovuelos por día. Cada avioneta carga unos 300 kilos de droga.

Este artículo apareció originalmente en IDL-Reporteros y fue publicado con permiso. Vea el artículo original aquí. 

Pero, según afirman fuentes humanas de inteligencia, el número de narcovuelos se ha incrementado a entre 8 y 10 vuelos por día, sumando los del VRAEM y Pichis Palcazu.

Y ya no solo avionetas. Según fuentes con conocimiento de causa, hace unos 10 a 15 días aterrizó en el VRAEM un bimotor con capacidad de carga de 800 kilos de droga. El avión, dicen las fuentes, despegó con carga completa y sin tropiezo.

El incremento de vuelos ha cambiado de varias maneras el narcotráfico en el VRAEM. El acarreo y acopio de cocaína son ahora las febriles actividades, con su exigencia de prontitud y rapidez de desplazamiento, que dominan el narcotráfico.

¿Es esto un asunto de seguridad nacional? Si todos los días entran desde el extranjero y salen con feliz impunidad de 6 a 10 vuelos ilegales en la zona más militarizada del país, ¿qué se puede decir? Seis vuelos por día suman 180 por mes. Ocho vuelos por día representan 240 por mes. A 300 kilos de droga por vuelo, se exportan 54.000 o 72.000 kilos de cocaína mensualmente por vía aérea. Sea lo mayor o lo menor, es una cantidad que pone al narcotráfico en hiperactividad.

Como ya lo ha informado IDL-Reporteros, la reacción del Estado peruano es de una extraña pasividad. Este año se ha capturado solo un par de narcoavionetas en tierra, y Perú no dispone ni de radares ni de mecanismos satelitales adecuados.

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De hecho, según ha sabido IDL-Reporteros de fuente fidedigna, algunos de los últimos operativos en la región se han hecho con la colaboración directa de la inteligencia colombiana, mucho mejor equipada que la peruana.

¿Es esto un asunto de seguridad nacional? Si todos los días entran desde el extranjero y salen con feliz impunidad de 6 a 10 vuelos ilegales en la zona más militarizada del país, ¿qué se puede decir?

Puede de repente decirse que el tráfico de cocaína no es en sí una amenaza de seguridad nacional.

Pero si ocurre que las avionetas llegan vacías y que el tráfico de armas desde Paraguay a Bolivia y de ahí a Perú no es en absoluto una posibilidad descabellada, en tanto existe una ruta establecida y una capacidad de carga ociosa, las cosas pueden verse diferentes.

Algunas fuentes de seguridad coincidieron con que este es un asunto serio que Perú debe afrontar antes de que se agrave.

Conversación con Cateriano 

En la tarde del jueves 26, sin embargo, entrevisté por teléfono al ministro de Defensa Pedro Cateriano y encontré que su visión del problema era más bien flemática.

Cateriano no estuvo de acuerdo “necesariamente” con que el problema de los narcovuelos fuera, hoy por hoy, el principal problema de seguridad nacional.

“Hace siete años”, dijo, “se trata de comprar un sistema de defensa aérea [que no solo contemplaba] los radares sino misiles antiaéreos. Y eso, lamentablemente, el gobierno pasado no lo pudo adquirir”.

Un proceso de compra de radares el año pasado, dijo Cateriano “se vino abajo porque la propuesta del país que había ocupado el primer lugar [en el proceso licitatorio], Italia,… al momento de presentar la oferta económica superó lo que se había establecido”.

“Ahora”, prosiguió Cateriano, “estamos en pleno proceso para adquirir cuatro radares”.

¿En cuánto tiempo se adquirirán esos radares?

“Estamos en plena ejecución”, dijo Cateriano, “luego vendrá la etapa de presentación de propuestas, evaluación técnica, económica y financiera. Y luego, la Fuerza Aérea, que es la institución encargada de realizar el proceso, recomendará cuál es la propuesta más conveniente”.

¿Qué tiempo significa eso?

“No es una compra de la noche a la mañana”, respondió Cateriano. “Después viene el proceso de entrenamiento de la gente que va a operar esos radares. Eso va a implicar una demora, naturalmente”.

Cateriano sostuvo que su información no coincidía con que hubiera de ocho a diez vuelos por día. “Es una fuente periodística y yo no la puedo verificar. Yo no tengo esa cifra. Hay estadísticas y denuncias que indican que estarían volando cuatro avionetas [al día] aproximadamente”.

¿Está de acuerdo o no –le pregunté a Cateriano– de que hay una tendencia al incremento de narcovuelos?

“El tema es el siguiente:”, respondió Cateriano, “con la caída de ‘Alipio’ y ‘Gabriel’, los narcotraficantes dejaron de pagarle cupo a los terroristas. Paradójicamente, eso que fue un golpe al terrorismo motivó que en zonas del VRAEM se facilitara lamentablemente ese tráfico aéreo ilícito”.

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“¿Por qué no hemos tomado acciones?”, continuó el ministro de Defensa, “porque Perú, [a raíz del derribo de la avioneta con misioneros el 2001] acordó no utilizar el radar [prestado por Estados Unidos] para la interdicción aérea. Y también [ese radar] necesita una reparación. Por eso el gobierno tomó la decisión de adquirir cuatro radares… Lamentablemente es un proceso lento. [Cuando se haga] Perú podrá contar con radares para realizar labores de interdicción”.

¿No hay fecha entonces para el momento que los radares y el personal que los maneja estén operativos?

“Eso se conocerá para cuando los países presenten las propuestas técnicas. El plazo de entrega, la calidad técnica: todos esos son aspectos con que va a calificar a los postores la FAP (Fuerza Aérea del Perú). Calidad, transferencia tecnológica, capacitación al personal que va a operar. Plazo de entrega: todos esos son los criterios técnicos que se van a tener que calificar para ver quién gana o no. Pero eso se sabe una vez que se presentan las propuestas”.

Hablamos de meses en el mejor de los casos, calculé.

“Estamos hablando de meses, efectivamente, de los próximos meses del segundo semestre de este año”, concluyó Cateriano.

La paciencia es muchas veces una modesta aunque positiva virtud. A veces, pienso, hasta tiene utilidad estratégica. Pero cuando cada mes que demora el pacienzudo proceso de compra representa por lo menos 180 narcovuelos más, con todas las consecuencias (empezando por la corrupción) y peligros que ello implica, la paciencia empieza a parecerse peligrosamente a la negligencia.

*Gustavo Gorriti es un periodista peruano y el actual director de IDL-Reporteros, donde apareció originalmente este artículo. Vea el artículo original aquí.

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6 respuestas a “De la paciencia a la negligencia”