Un pico repentino de secuestros en Guerrero y Baja California ha coincidido con el continuo deterioro de las estructuras del crimen organizado que dominan a los dos estados del oeste de México.
Según estadísticas publicadas por la ONG Observatorio Virtual, la tasa de secuestros en Baja California y Guerrero marcó un repunte en el primer trimestre de 2016 en contravía con la baja en la tasa nacional iniciada en 2013.
En Guerrero, (pdf) la cifra registrada de 2,34 secuestros por 100.000 habitantes es tan solo un ligero salto en comparación con los 2,27 registrados el último año, pero se opone a una tendencia a largo plazo, ya que Guerrero registró bajas sustanciales en 2014 y 2015. La cifra es la tercera más alta de todos los estados mexicanos en el presente año, y casi tres veces la media nacional, de 0,80 por 100.000 residentes.
Los secuestros informados por el Observatorio Virtual se concentran en un número relativamente pequeño de municipios de Guerrero, en su mayoría a lo largo de la costa y en varias ciudades pequeñas en el interior. En los pasados 12 meses, General Canuto A. Neri y Pedro Ascencio Alquisiras, ambos pueblos en el interior con poblaciones inferiores a los 7.000 habitantes, tuvieron tasas de secuestros de 16,03 y de 14,17 por 100.000 habitantes, respectivamente. Cualac, una ciudad comparable en tamaño cerca de la frontera con el estado de Oaxaca, registró un índice de 13,99. La cifra para Chilpancingo, capital del estado, fue de 7,49.

Aunque la prevalencia del delito en estos puntos álgidos fue más que suficiente para hacer de Guerrero uno de los estados más peligrosos del país en raptos, 48 de los 81 municipios del estado no registraron ningún secuestro.
En Baja California, (pdf) los datos del Observatorio Virtual indican circunstancias mucho mejores que en Guerrero. La tasa de secuestros del estado fronterizo en 2016 es de 0,68 por 100.000 residentes, apenas por debajo del promedio nacional y en décimo lugar entre los 32 estados mexicanos. Esto parecería indicar que la situación está bajo control. Sin embargo, la tendencia reciente es más alarmante. El índice de secuestros en Baja California se ha más que duplicado en 2016, impulsada por una racha de raptos en Tijuana, la ciudad más grande del estado. El índice de secuestros en Tijuana (pdf) durante los tres primeros meses de 2016 también está por encima del doble en comparación con 2015.
Análisis de InSight Crime
Las estadísticas de secuestro son notoriamente difíciles de rastrear, pues muchas víctimas, creyendo que el pago de un rescate sin participación de la policía es la forma más segura de garantizar la libertad, tienen un disuasivo poderoso para denunciarlo. Como resultado de eso, cualquier estadística oficial minimiza significativamente la cifra real. Pero asumiendo que dichas estadísticas reflejan una tendencia genuina, y es probable que así sea, hay diferentes factores que las impulsan, con una en especial que se destaca.
Un factor clave específico de ambos estados es la larga decadencia de los grupos criminales dominantes: la Organización Beltrán Leyva (BLO) en Guerrero y el Cartel de Tijuana en Baja California. Ambos han sufrido años de retrocesos y sus cabecillas fundadores han sido capturados o asesinados.
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La familia Arellano Félix, que creó el Cartel de Tijuana de una rama del Cartel de Guadalajara prácticamente ha dejado de operar. Sus fundadores Ramón y Benjamín Arellano Félix fueron uno asesinado y el otro arrestado en 2002. Tras heredar la operación, sus hermanos Javier y Eduardo fueron capturados en 2006 y 2008. Otros parientes y subordinados también asumieron el mando, pero ninguno —incluyendo a Enedina Arellano Félix, hermana de los fundadores y presunta jefa actual— ha logrado devolver al grupo la influencia que alguna vez tuvo.
El resultado ha sido un periodo de reorganización sustancial en Baja California. Los informes han sido de algún modo contradictorios: algunas fuentes describen los intentos de los veteranos de los Arellano Félix por recuperar su influencia, mientras que un funcionario del gobierno declaró más recientemente que el cartel de Jalisco se movía en el área. Sea cual sea el caso, y estos dos posibilidades no se excluyen entre sí, no hay un único grupo en control de Baja California.
De manera similar, la OBL, que alguna vez tuvo el dominio de la costa del Pacífico sur de México, ha sufrido un repentino declive. El antiguo jefe de la familia, Arturo Beltrán Leyva, cayó muerto en 2009 en un enfrentamiento con agentes de seguridad en Cuernavaca, destino turístico entre Ciudad de México y Guerrero. Su hermano Alfredo cayó preso poco antes de eso en una operación que provocó la división del grupo del cartel de Sinaloa, mientras que Carlos fue detenido poco después. El último que quedaba, Héctor Beltrán Leyva, cayó preso en 2014.
La desintegración de la OBL ha dado pie a una intrincada red de facciones disidentes, como Guerreros Unidos, Cartel Independiente de Acapulco, Los Ardillos, Los Rojos y muchos otros. Sin un actor hegemónico que organice estos grupos y divida las responsabilidades y los beneficios, naturalmente han entrado en conflicto entre sí, así como con otros nuevos actores que se han dejado tentar por el vacío de poder.
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La ausencia de un único ente controlador en la cima de la cadena alimenticia local ha contribuido por mucho tiempo al aumento de la pequeña delincuencia, desde robos de bancos y de autos hasta extorsión y secuestro.
Existen diferentes explicaciones para este fenómeno, que se ha manifestado en todo el país. Uno es que el grupo hegemónico único está en capacidad de proscribir ciertas conductas entre la delincuencia local, ejerciendo un papel de policía del hampa. Pero cuando quien detentaba el control lo pierde, y la verdadera policía no logra entrar para imponer el debido castigo al secuestro o a otros crímenes de ese tipo, los actores criminales quedan libres para cometer actos que antes se consideraban inaceptables.
Otra explicación relacionada es que los grandes grupos tienden a tener acceso más fácil a los productores de estupefacientes, ya sea cocaína suramericana o heroína mexicana, y los medios para mover cargamentos más importantes. En efecto, esto significa acceso a altas ganancias. Cuando una organización de mayor tamaño se desintegra, los ingresos que acompañan al tráfico de grandes cantidades de droga también se agotan, y como resultado, las células más pequeñas que operan en el nuevo grupo debilitado deben hallar formas de sustituir los ingresos perdidos, y es ahí donde aparecen la extorsión y el secuestro para tomar el lugar de los cargamentos de droga.
Falta ver si el último repunte en Guerrero y Baja California es un incidente transitorio o el comienzo de una nueva tendencia, pero lo cierto es que el colapso de la OBL y del cartel de Tijuana creó las condiciones para que el secuestro siga aumentando en estos atribulados estados.