El gobierno colombiano no ha evaluado adecuadamente la amenaza que representa el surgimiento de dos “carteles neo-paramilitares”, los cuales pretenden controlar todos los niveles de la actividad criminal en Colombia, según un nuevo informe publicado por un centro de investigación de Bogotá.

El informe de la Corporación Nuevo Arco Iris “Del Caguán a La Habana” describe cómo las facciones restantes de los grupos paramilitares desmovilizados y los carteles de la droga desmantelados han convergido en torno a dos estructuras criminales: los Rastrojos y los Urabeños.

Según el reporte, estos dos grupos manejan las redes criminales a nivel nacional en todo sentido, desde el narcotráfico y lavado de activos internacionales hasta los juegos de azar y la prostitución en las calles, y han infiltrado profundamente la vida política y económica del país. El informe afirma que la respuesta del gobierno a esta expansión ha sido ineficaz, y revela una falta de comprensión de la naturaleza descentralizada, con “cabeza de hidra”, de esta nueva generación de grupos criminales.

Los Rastrojos y Urabeños fueron unas de las organizaciones criminales que surgieron tras la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y la fractura del Cartel del Norte del Valle. En 2006, había 33 grupos criminales narcotraficantes y neo-paramilitares compitiendo en todo el país, según el gobierno. En 2012, había seis. El gobierno afirma que esta reducción es una prueba de su progreso en la lucha contra las llamadas “bandas criminales”, o BACRIM. No obstante, según Nuevo Arco Iris, esta disminución del número de grupos criminales es indicio de que sus redes se han consolidado, a medida que pequeños grupos como los Paisas y los Machos han sido absorbidos por los Rastrojos y los Urabeños.

En los últimos dos años, el gobierno también ha usado el número de muertes, detenciones y rendiciones de capos de alto perfil – entre ellos, líderes de los Rastrojos y los Urabeños – como prueba de que estaba ganando la guerra contra las BACRIM. Sin embargo, Nuevo Arco Iris resta importancia a las detenciones estableciendo que no son más que acciones contra los grupos direccionadas hacia los medios de comunicación, las cuales no han acercado al gobierno a desmantelar completamente sus redes criminales.

Según Nuevo Arco Iris, el gobierno seguirá sin alcanzar esa meta debido a que aún no han reconocido y aceptado la naturaleza misma de las BACRIM. “(…) el fenómeno tiene muchos más alcances de los que supuso el gobierno y que se le ha salido de las manos” señala el informe, y agrega: “(…) las ‘Bacrim’ se han convertido en una medusa que se reproduce infinitamente porque no se ha descubierto el verdadero cerebro.”

El fracaso del gobierno para desarrollar estrategias efectivas que contrarresten a las BACRIM ha facilitado la expansión de los grupos, que en 2012 tomaron el control de 128 municipios más, teniendo presencia en 337 de los 1.119 municipios de Colombia, según el informe.

En las zonas donde están presentes, los grupos afirman su dominio con los métodos que están arraigados en su pasado paramilitar. “Estos grupos neo-paramilitares reproducen el modelo de los antiguos paramilitares, una violencia que elimina toda oposición, y el uso de las atrocidades de generar terror y la obediencia”, señala el informe.

Los grupos también han mantenido la influencia de las AUC sobre las instituciones débiles y corruptas de Colombia, incluso en las fuerzas de seguridad y en la política, según Nuevo Arco Iris. Los Urabeños, en particular, han establecido estrechas relaciones con las fuerzas de seguridad y cuentan con miembros tanto activos como jubilados entre sus filas. También han mantenido las alianzas con políticos locales establecidas por las AUC, aunque, a diferencia de la era paramilitar, estas relaciones se basan a menudo en poco más que la protección de los intereses económicos ya establecidos.

No obstante, pese a su ascendencia y las redes y métodos heredados, las BACRIM tienen estructuras diferentes y objetivos diferentes de los grupos armados que las precedieron, dice el informe. “(…) su objeto no es accionar contra el Estado y mucho menos acabar la guerrilla, o ser ejércitos privados para cuidar zonas productivas como en principio nació el paramilitarismo”, afirma. “Al contrario, los ‘Rastrojos’ y los ‘Urabeños’ han organizado una compleja estructura que tiene como objeto gerenciar todos los nexos delincuenciales del país.”

Análisis de InSight Crime

La fractura de las grandes organizaciones criminales es un efecto secundario común de las estrategias de “decapitación”, que buscan romper estructuras criminales monolíticas o paramilitares, ya sea deteniendo o desmovilizando a sus líderes. Su impacto puede verse no sólo en Colombia sino también en México, donde el número de carteles se ha multiplicado, a medida que las organizaciones se atomizan como resultado de muertes, detenciones y luchas internas.

Lo que Nuevo Arco Iris describe en Colombia es la etapa después de esta fragmentación, en el que las redes criminales vuelven a converger. Sin embargo, esto no necesariamente significa un retorno a la época de los carteles jerárquicos monolíticos dirigidos por un puñado de capos todopoderosos. Por el contrario, el hampa colombiano descrito por Nuevo Arco Iris es una peligrosa combinación de la flexibilidad de las redes descentralizadas con el poder y el alcance de las organizaciones transnacionales.

Si bien son los Urabeños quienes están surgiendo como el principal actor criminal en Colombia, podría decirse que es el caso de los Rastrojos el que más claramente ilustra las dificultades para hacer frente a estos grupos. En el último año, los Rastrojos han perdido una serie de líderes, aunque hay pocos indicios de que la organización este en su lecho de muerte a nivel nacional.

Como Nuevo Arco Iris afirma, el gobierno colombiano ha sido en gran medida incapaz de controlar el ascenso de los Urabeños y los Rastrojos. En la actualidad, la atención del Estado se centra más en La Habana, donde las conversaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se están llevando a cabo. No obstante, a menos de que el gobierno aprenda del surgimiento de las BACRIM, este ciclo de fragmentación y posterior re-consolidación se puede repetir con la guerrilla.

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