Antes de que el obispo Fabio Colindres dijera a los mediadores del gobierno salvadoreño, a principios de 2012, que iba a participar en una negociación secreta para detener la lucha entre las dos pandillas más grandes de El Salvador, tres altos funcionarios de la Iglesia Católica ya habían dicho a los representantes del gobierno que no querían tener nada que ver con esas conversaciones. La decisión de Colindres, de participar en la controversial tregua entre pandillas, podría tener vastas consecuencias para la Iglesia, una de las instituciones más respetadas de El Salvador.
Las divisiones causadas por la participación de Colindres en la tregua — la cual fue firmada en marzo del año pasado por las dos pandillas más grandes de El Salvador, la MS13 y Barrio 18 — siguen latentes en esta nación centroamericana, de siete millones de personas. El 12 de mayo, la Conferencia Episcopal, el cuerpo colectivo de la jerarquía de la Iglesia, emitió un comunicado cuestionando la tregua.
“La tregua no ha producido el beneficio que la población honrada y trabajadora esperaba para sí misma (…)” señala el comunicado, agregando que las extorsiones y otras actividades criminales no han disminuido.
Llegar a un acuerdo con, lo que muchos salvadoreños creen que son criminales parasitarios que se alimentan de los más débiles de la sociedad, siempre iba a tener un costo. A cambio de detener el casi constante derramamiento de sangre entre las pandillas en ese país, el gobierno salvadoreño se comprometió a transferir a 30 de los líderes de las pandillas, desde una instalación de máxima seguridad a otras cárceles del país, a aumentar los derechos de visitas y a sacar a los militares de varias prisiones. Presuntamente, hubo otras concesiones como pagos en efectivo, pero estos no fueron públicos ni se han confirmado. Desde entonces, el gobierno ha impulsado más programas sociales y económicos para los pandilleros, con el fin integrarlos de una mejor manera a la vida económica salvadoreña y sacarlos de las actividades criminales que actualmente los financian.
La tregua fue negociada por el ex congresista y ex guerrillero, Raúl Mijango, y el capellán militar, el Obispo Fabio Colindres. Ellos habían estado negociando en secreto durante meses antes del anuncio, bajo el patrocinio del Ministro de Justicia y Seguridad del país, el general retirado del ejército David Munguía. Y en las semanas suguientes, después de que la tregua saliera a la luz, ellos alegaron que habían trabajado independientemente del gobierno. Al final resultó que Mijango había sido un consultor de Munguía, mientras que Colindres, debido a su rol como capellán militar, tenía una estrecha relación con el ministro de seguridad. Posteriormente, el gobierno aceptó que había “facilitado” el proceso, pero repetidamente ha guardado su distancia.
Esto es comprensible dado que la tregua entre las pandillas puede ser, en muchos sentidos, una bomba de tiempo política. Intercambiar homicidios por mejores condiciones en las prisiones es una propuesta peligrosa – un gesto de facto que la violencia de las pandillas les había asegurado suficiente capital político para negociar con los altos mandos gubernamentales -. Las pandillas siguen siendo impopulares. No tienen representación política formal y han hecho poco por desarrollar una plataforma política coherente. Su fuerza se basa en los números – cuentan con unos 65.000 miembros activos – y en su disposición para utilizar la fuerza, la cual emplean a menudo para victimizar a los más débiles e indefensos en sus comunidades.
El papel de Colindres fue especialmente controversial porque él es un obispo, un miembro de la jerarquía de la Iglesia. Su participación fue, en esencia, un gesto de aprobación de la Iglesia Católica del país, de la importancia de lograr esta tregua para El Salvador, pese a las reservas de algunos de sus colegas. Parecía ayudar a legitimar el proceso para el público y las élites del país. Colindres es del ala más conservadora de la Iglesia, por lo que su participación también puede servir como un medio para involucrar a la comunidad empresarial en lo que es un proceso que no ha acabado.
El obispo dijo a InSight Crime que había decidido participar, sin consultarlo con la Conferencia Episcopal, el cuerpo colectivo de la jerarquía, y que fue motivado por el papel humanitario que siempre ha asumido la Iglesia, especialmente en la mejora de las condiciones de los prisioneros. No obstante, el papel de la Iglesia parece ser más simbólico que real. Colindres no era la primera opción de Munguía o de Mijango, y los negociadores declararon abiertamente que necesitaban un representante de la Iglesia con el fin de legitimar la tregua.
La Conferencia Episcopal, pese a haber expresado en principio su apoyo hacia el obispo, ha mantenido su silencio y, en cierta medida, se distanció de Colindres, lo que lleva a muchos a creer que hay una profunda división dentro de la Iglesia sobre cómo manejar con la tregua. El comunicado del 12 de mayo parece confirmar estas divisiones. Pese a estar firmado por Colindres, el comunicado aparece unas semanas después de que el mismo Colindres visitara Estados Unidos, en un intento por promover la tregua.
Hay muchos otros factores en juego que han llevado a divisiones al interior de la Iglesia, sobre la decisión de Colindres de participar en la tregua. Colindres parece contento de jugar este pequeño y simbólico rol. Otros miembros de la Iglesia quisieran jugar un papel más activo en la conformación de la tregua y la implementación de los programas para sostenerla o, por lo menos, establecer las condiciones en que la Iglesia participará. Colindres se ha aislado a sí mismo y el proceso con las pandillas, manteniendo su distancia con algunos miembros de la Iglesia. El obispo parece no darse cuenta de las posibles consecuencias políticas que tendría para la Iglesia, si salen a la luz todos los detalles de la tregua, y la Iglesia parece impotente para impedirle su participación.
Desenredar el papel de Colindres y la Iglesia en la tregua no es fácil. Pese a su éxito en reducir las tasas de homicidio a la mitad – un logro notable desde cualquier punto de vista – y haberse movido hacia la siguiente fase de implementación de capacitación laboral y otros programas económicos, la tregua no es universalmente popular. Las encuestas muestran que la mayoría de las personas son escépticas de las intenciones de las pandillas y de las posibles consecuencias de la tregua, particularmente en lo que respecta al futuro político del país. La comunidad internacional también está dividida. El gobierno de Estados Unidos ha expresado su preocupación, mientras que la Organización de Estados Americanos ha enviado emisarios para facilitar el proceso en curso.
Por su parte, Colindres defiende sus acciones y dice que sus críticos están celosos de su rol. Es un papel que él parece aprovechar a medida que la tregua se mueve hacia su siguiente etapa. Irónicamente, el despiadado uso que el gobierno le ha dado a la Iglesia y al aislamiento de Colindres de su jerarquía, podrían jugar un papel en el fracaso de la tregua. Ni el gobierno ni Colindres pueden implementar la siguiente fase de la tregua sin el apoyo de instituciones como la Iglesia. No obstante, en este punto es un obstáculo dificil de superar.

Este estudio es parte de una serie producida en el marco del proyecto de investigación y estructuración del diálogo sobre religión y violencia en Latinoamérica del Centro de Estudios Latinos y Latinoamericanos (Center for Latin American and Latino Studies). A la luz de las consecuencias de la violencia criminal en las democracias de la región, el proyecto busca mejorar el entendimiento de cómo los actores religiosos actúan hoy en día, al ser menos importantes de lo que fueron durante anteriores periodos de violencia política, patrocinada, en gran medida, por el estado. Investigación fresca en Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, México y Perú, permite llevar a cabo un análisis comparativo entre los diferentes países, al igual que entre su pasado y su presente. El proyecto es apoyado por la Iniciativa sobre Asuntos Internacionales y Religiocos Henry R. Luce de la Fundación Henry Luce (Henry R. Luce Initiative on Religion and International Affairs of the Henry Luce Foundation).
Para los desarrollos del proyecto, vea: https://www.american.edu/clals/Violence-and-Victims.cfm

