Un nuevo estudio hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo concluyó que la violencia afecta desproporcionadamente el valor de los bienes raíces en los barrios pobres de México, una imagen de cómo el crimen incrementa la desigualdad de la riqueza.

El crimen nos cuesta. Nos cuesta de manera directa —por las mayores inversiones públicas y privadas en seguridad, como policías, alarmas, costos de salud, costos de encarcelamiento, entre muchos otros factores— como de manera indirecta, por los cambios de los comportamientos que hacemos por miedo al crimen. El crimen afecta el bienestar de la sociedad. ¿Pero cómo medimos este efecto?

Tener una mejor comprensión de los costos indirectos de la delincuencia es crítico para conocer el impacto de la violencia sobre el desarrollo. En nuestro reciente libro “Costos del Crimen y la Violencia en el Bienestar en América Latina y el Caribe,” evaluamos el impacto de los homicidios sobre el precio de la vivienda en México.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog Sin Miedos del Banco Interamericano de Desarrollo y fue editado para su claridad y publicado con permiso. Vea el original aquí.

Una de las formas en la literatura de medir cambios en el bienestar es mediante la disposición de pagar de la gente. Debería existir una menor disposición a pagar por bienes inmobiliarios ubicados en zonas violentas, reduciendo el bienestar social de las víctimas.

Para ver si eso es cierto, muchas veces se utiliza la metodología de precios hedónicos, es decir valuar todas las partes de bienes compuestas. En el caso de las propiedades, esto incluiría además de los metros cuadrados, el servicio de seguridad. En este estudio, Ajzenman, Galiani y Seira (2015) utilizamos precios y otras características de viviendas de más de 1,3 millones avalúos de casas y apartamentos vinculados a solicitudes de hipoteca reportadas a la Sociedad Hipotecaria Federal entre 2008 y 2011 que cuentan con datos geo-referenciados.

Por otra parte, la información sobre homicidios procede del Sistema Nacional de Información en Salud (SINAIS) que registra la causa de muerte, la fecha y el lugar donde ocurrió. El total de observaciones permite hacer una evaluación desagregada de los efectos de la violencia sobre la vivienda social y residencial.

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Se detecta un incremento del 100 por ciento en la tasa de homicidios asociado a una caída en el precio de las viviendas de bajo costo de 0,9 por ciento a 1,2 por ciento, mientras que los precios en las zonas residenciales no se ven impactados. Extrapolando a nivel nacional, y considerando que entre 2006 y 2011 la tasa de homicidios se disparó más de 200%, estos resultados indican que durante este período los precios de las viviendas de las familias más pobres han disminuido 2,5 por ciento a consecuencia de la violencia.

Un análisis posterior de sección cruzada concluye que la escalada en la tasa de homicidios tiene un impacto del 64 por ciento al 81 por ciento superior en los pobres en relación con los no pobres, dependiendo del indicador de victimización considerado. Por otro lado, aunque pobres y no pobres tienden a cambiar de residencia más en aquellas municipalidades con mayores incrementos de la violencia homicida, el efecto es un 50 por ciento mayor en el caso de los hogares pobres.

Además, en aquellas municipalidades donde la violencia ha sido más persistente —por ejemplo, reflejándose en un incremento de al menos 150 por ciento en el número de homicidios entre 2008 y 2011, con tasas de homicidios sucesivamente crecientes durante este período— la reducción en el precio de las viviendas en zonas pobres ha sido 40 por ciento mayor que en aquellos sectores que han experimentado picos de violencia homicida de corta duración.

En síntesis, la violencia tiene un efecto distributivo regresivo, afectando más a las familias de escasos recursos frente a las de altos ingresos, reduciendo el valor de uno de los activos más importante para ellas: su vivienda. Dado ello, entonces, y en el ánimo de encontrar un lugar en el cual se sientan más seguros, el incremento de la violencia homicida relacionada a drogas habría provocado un patrón migratorio intensificado de los hogares pobres al carecer de los medios para acceder a viviendas de mayor costo que disponen de mayores medidas de protección.

Queda claro que los costos intangibles del crimen pueden exacerbar la desigualdad y la brecha de pobreza.

*Este artículo fue publicado originalmente en el blog Sin Miedos del Banco Interamericano de Desarrollo y fue editado para su claridad y publicado con permiso. Vea el original aquí.

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