Un nuevo estudio busca abordar los roles complejos y cambiantes de las mujeres en estructuras criminales, los cuales muchas veces han pasado desapercibidos o han sido subestimados tanto por la academia como por los medios de comunicación.

En el informe “Mujeres y crimen organizado en Latinoamérica: más que víctimas o victimarias”, el Observatorio Colombiano de Crimen Organizado, de la Universidad del Rosario, e InSight Crime, buscan desentrañar esta dinámica.

*Descargue el informe,“Mujeres y crimen organizado en Latinoamérica: más que víctimas o victimarias” aquí.

El informe analiza tres economías criminales: el narcotráfico, la trata de personas y el tráfico de migrantes, para revelar la multitud de roles que en muchos casos desempeñan las mujeres de manera simultánea, ya sea desde el ascenso al poder o ejerciendo influencia en una diversidad de formas.

Por un lado, parece cierto que muchas mujeres permanecen en roles criminales de baja responsabilidad que los líderes, masculinos en su mayoría, les delegan, como el trabajo en cultivos de coca o laboratorios de droga, como mulas, en el reclutamiento de víctimas para redes de trata de personas, la organización logística o la participación en microtráfico. No obstante, los riesgos que esos roles conllevan provocaron que el número de mujeres presas en el mundo aumentara un 52 por ciento entre 2009 y 2019.

Pero este no es el panorama completo. En este informe, InSight Crime y la Universidad del Rosario incluyen perfiles de algunas de las mujeres que se han destacado en el crimen organizado en el continente americano, muchas de ellas unidas por un lazo común: el recurso a la violencia.

Cuando se inician o ascienden en la jerarquía de una empresa criminal, la violencia es un instrumento que las mujeres han usado —en mayor o menor grado— para lograr su cometido. Los perfiles de líderes criminales de Colombia, Guatemala y México que se incluyen en este informe muestran el uso que han hecho de ella.

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Uno de los principales objetivos de esta iniciativa es mostrar que el crimen organizado no es un entorno exclusivamente masculino, sino que el género es un factor que define las actividades y los roles asumidos por hombres y mujeres.

El lanzamiento de este informe se hizo en un evento en la ciudad de Bogotá, Colombia, el 9 de marzo, con la participación de la coordinadora del estudio y profesora de la Universidad del Rosario, Arlene Tickner, quien explicó por qué esta línea de investigación se consideró digna de exploración.

“Tenemos una situación paradójica en la que las mujeres asumen cada vez más unas tareas en diferentes facetas del crimen. Sin embargo, este aspecto sigue sin ser detectado en la investigación académica y las políticas públicas en Latinoamérica”, señaló Tickner.

Para la catedrática, el constante aumento de las tasas de privación de libertad de mujeres en toda Latinoamérica durante la última década, donde estas mujeres han llegado a prisión por delitos menores relacionados con el narcotráfico, es precisamente uno de los indicadores que muestran por qué es preciso analizar este fenómeno.

Este informe conjunto muestra cómo la mayoría de estas mujeres proceden de estratos socioeconómicos bajos, tienen poca educación formal y pocas oportunidades de empleo formal en razón de estereotipos de género.

Además, según Tickner, durante décadas las mujeres han sido en su gran mayoría víctimas del crimen organizado, especialmente en los ámbitos de la trata de personas y el narcotráfico. Esto ha llevado a la falsa premisa de que aun cuando participen en actos delictivos, se espera que las mujeres cumplan roles exclusivamente de subordinación, sin ejercicio de violencia.

Para desmontar estos mitos, es necesario entender la participación femenina a través de la óptica del género, observó Tickner, para evitar que los estereotipos de género impidan una comprensión plena del crimen organizado.

En la conferencia en Bogotá, Tickner estuvo acompañada de la teniente coronel Lurangeli Franco, jefa del área estratégica para la implementación de los acuerdos en la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (UNIPEP); y de Irina Cuesta, investigadora en el campo de la dinámica del conflicto y las negociaciones de paz de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Sobre las acciones emprendidas por las autoridades colombianas, Franco señaló que el Sistema de Información para la Política Criminal de la Policía Nacional fue la primera gran iniciativa del país para identificar la participación de la mujer en las economías criminales y añadió que las “recomendaciones de esta investigación deben usarse para ayudar a transformar los sectores de justicia y seguridad en Colombia y sensibilizarlos sobre los aspectos de género”.


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Para Miguel Serrano, líder de estudios territoriales del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI), de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD), este informe ayuda a desglosar los roles femeninos en las organizaciones criminales. Serrano se centró en los hallazgos de la investigación sobre el ingreso voluntario de las mujeres a las estructuras criminales.

Una investigación de 2019 sobre población carcelaria femenina en Colombia halló que por lo menos el 24 por ciento de las mujeres habían comenzado su participación en el crimen por voluntad propia.

Serrano añadió que esas investigaciones enfrentan los mismos problemas que otros estudios similares debido a que la naturaleza clandestina de estas economías criminales dificulta conocer a ciencia cierta la participación real de las mujeres.

Finalmente, la investigadora Irina Cuesta de la FIP enfatizó que los estereotipos culturales sobre los roles de las mujeres en el crimen organizado han influido de manera inevitable en investigaciones anteriores en este campo.

Cuesta elogió que este nuevo informe suprimiera la división entre víctimas y victimarias, y comentó que esto también mostraba que “los roles secundarios” que la mujer desempeña en los grupos criminales, como logística, son más complejos de lo que se pensaba anteriormente.

En su intervención final, Tickner respondió que lo difuso de la división entre víctimas y victimarias es crucial para entender las decisiones que toman las mujeres en las estructuras de crimen organizado. Según la profesora de la Universidad del Rosario, aunque es posible que las mujeres en posiciones de liderazgo se sientan “empoderadas”, eso no elimina la posibilidad de que hayan sido víctimas en el pasado o puedan volver a serlo en el futuro.

*Descargue el informe de InSight Crime “Mujeres y crimen organizado en Latinoamérica: más que víctimas o victimarias” aquí.