La desmovilización del principal grupo guerrillero de Colombia, las FARC, dejó un vacío de poder en el hampa en la frontera este que este país comparte con Venezuela, donde ahora los dos grupos insurgentes que aún quedan libran una batalla por el control, con graves consecuencias para los habitantes atrapados en el fuego cruzado.

En Filo de Gringo, población en la región este del Catatumbo, en Colombia, un grupo de enmascarados patrulla las calles. Llevan puestas sudaderas negras, botas de caucho y camisetas rojas, en ocasiones, blancas, y empuñan pistolas que, según relatan los lugareños, “agitan como si fueran juguetes”.

Son la nueva milicia urbana del Ejército de Liberación Popular (EPL).

La milicia urbana sirve como enlace entre la comunidad y la insurgencia. Se aseguran de que se obedezcan las normas y leyes impuestas por el grupo guerrillero. Reconocidos e identificables para los locales, se ocultan sin embargo de la mirada de las fuerzas de seguridad y de personas de fuera, actúan como sustitutos del cuerpo de policía, dando a los insurgentes la inteligencia e infundiendo un régimen de miedo y control.

Andrés,* trabajador social en Filo de Gringo, afirma que la milicia está tratando de librar al pueblo de cualquiera que trabaje para el estado colombiano, para que el grupo guerrillero pueda imponer su autoridad.

“Me dijeron que o me iba o me mataban. No les importa que yo esté aquí para trabajar con los niños. Me ven como el enemigo”, dijo Andrés a InSight Crime.

La milicia apareció en Filo de Gringo en 2016, cuando el EPL comenzó a convocar a las comunidades locales del Catatumbo a reuniones obligatorias. La renacida facción guerrillera tenía nuevas leyes que transmitir.

Se impondrían toques de queda. Se limitarían las reuniones sociales. Habría pena de muerte para ladrones y consumidores de drogas.

“Casi todo eso ya lo habíamos oído”, comentó Andrés. “Pero de algún modo era distinto. El tono era más agresivo”.

La represalia por interferir con el EPL puede ser dura. En el pueblo de San Calixto, al suroeste de Filo de Gringo, Nelly Amaya, dueña de una cafetería, desafió las órdenes de la guerrilla de no servir alimentos a las fuerzas de seguridad. Por causa de eso murió baleada.

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Amaya, que hacía parte de la Asociación Campesina del Catatumbo (ASCAMCAT), fue la primera de varios líderes sociales que han sido muertos en la región desde la desmovilización de las FARC.

“Fue un cambio de táctica”, opina Andrés. “Había nueva gente en la ciudad y eso implicaba negocios. Estaban enviando un mensaje”.

Fue un mensaje que las comunidades del Catatumbo recibieron fuerte y claro.

En el pueblo cercano de El Tarra, hubo un miliciano del EPL, conocido como “Zanahoria”, cuyo mandato aterrorizó a los habitantes, hasta que fue detenido en abril.

“Irrumpía en nuestras casas en medio de la noche”, le contó un residente a InSight Crime. “Nos daban pintura y nos ordenaban que escribiéramos EPL en las paredes de la calle. Decían que iban a matarnos si no lo hacíamos”.

Rápida expansión

Anteriormente, el EPL estaba confinado en su mayor parte en Hacarí, La Playa y Ábrego —un cúmulo de pueblos a apenas unos 100 kilómetros al oeste de la frontera con Venezuela. Pero con el repliegue de las FARC en 2016, el EPL comenzó a expandirse más allá de su bastión tradicional, y se hizo más activo a lo largo de la frontera.

Esta expansión no ha sido pacífica, y en ocasiones hasta los parques infantiles del Catatumbo se han convertido en campos de batalla.

“Las escuelas han quedado atrapadas en el fuego cruzado. Los maestros se ven impotentes para proteger a sus alumnos”, señaló un funcionario local del El Tarra. “En Filo de Gringo, a veces el EPL ha entrado a los salones y se ha hecho cargo de la clase”.

Las organizaciones benéficas que trabajan contra el reclutamiento forzado estiman que en el último año más de 150 jóvenes fueron reclutados en el Catatumbo por el EPL y por el más voluminoso Ejército de Liberación Nacional (ELN).

“Los seducen con armas, dinero y motocicletas”, añadió el funcionario.

Gabriel Quintero Prado, excomandante del EPL, dice que los guerrilleros se han visto obligados a reclutar más miembros para mantener el pie de fuerza que necesitan para su expansión. Pero Prado informó a InSight Crime que los nuevos reclutas pueden estar contribuyendo al incremento de los índices de violencia.

“El problema es su inexperiencia. No tienen reparos para tirar del gatillo y están fuera de control”, señaló.

Aunque el mismo EPL está alimentando los temores de las comunidades locales y contribuyendo al desangramiento, otro factor es la guerra entre ese grupo guerrillero y su primo mayor, el ELN. El ELN dice que los enfrentamientos con el EPL han dejado más de 100 combatientes muertos de ambos lados desde el mes de marzo.

Las fuerzas de seguridad creen que las facciones guerrilleras se están disputando el control del lucrativo negocio de la droga en el Catatumbo. Según el informe de seguimiento más reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), ha habido una explosión en el volumen de cultivos de coca sembrados en la región. Y con las FARC fuera de escena, ha habido un veloz cambio en las reglas de juego.

“Nos daban pintura y nos ordenaban que escribiéramos EPL en las paredes de la calle. Decían que nos iban a matar si nos negábamos”.

Según una fuente de la cúpula de mando del ELN, el EPL está trabajando con la red criminal de Los Urabeños, asediados pero aún poderosos, y del cartel mexicano de Sinaloa, para abrir un nuevo corredor de narcotráfico. La fuente informó a InSight Crime que el cartel de Sinaloa hace presencia en la región desde 2016.

Pero según Quintero Prado, el conflicto reciente también tiene que ver con la minería.

“El Catatumbo está ubicado sobre la fuente de carbón más grande de Colombia. El EPL quiere explotar eso. Siempre han querido. Pero el ELN querrá detenerlos a toda costa”, dijo.

Quintero Prado no niega la participación del EPL en el negocio de drogas ilícitas, pero insiste en que el grupo guerrillero sigue fiel a los ideales revolucionarios originales.

“La insurgencia tiene su anclaje en los problemas sociales de esta región. Encarna la lucha de los campesinos”, afirma. “Tienen tierra, tienen hombres y tienen leyes. Son un sustituto del estado”.

Por tradición, el Catatumbo ha dado un apoyo tácito a la guerrilla. Pero según Quintero Prado, los líderes del ala política del EPL están teniendo cada vez más dificultades para manejar la relación con los revolucionarios alzados en armas.

“Hay preocupación por el creciente número de alianzas con Los Urabeños. Les preocupa que elementos cada vez más criminalizados erosionen la historia política y la base social del partido y de la guerrilla”, comentó.

Divisiones internas

El EPL ha padecido una crisis de liderazgo desde octubre de 2015, cuando las fuerzas de seguridad dejaron herido de muerte a Víctor Ramón Navarro Cervano, alias “Megateo”. Su sucesor, Guillermo León Aguirre, alias “David Léon”, fue arrestado en Medellín solo dos meses después.

El actual comandante responde a los alias de “Mauricio” y “Pacora”. Su nombre real sigue siendo desconocido, pero al parecer fue discípulo de Megateo y tiene más de 30 años de experiencia en la guerrilla.

Su rival es Reinaldo Peñaranda Franco, alias “Pepe”, quien fue un aliado cercano de León. Se dice que tiene mayores habilidades políticas y organizacionales que Pacora, a quien se le reconoce la creación de una exitosa estrategia militar.

Más recientemente, sin embargo, se han conocido denuncias de que un guerrillero que usa el alias “Manuel” está compitiendo por tener mayor influencia. Se lo considera el más despiadado de los tres, y según la policía local, es quien está al frente del reclutamiento.

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El reciente término de un paro armado impuesto por el EPL, que durante dos semanas mantuvo inmóvil al Catatumbo y atrapó a miles de habitantes en sus hogares, es una victoria de las bases social y política de la insurgencia, que logró persuadir a la línea dura de la guerrilla de dar marcha atrás. Pero aunque los elementos criminales del grupo siguen afirmando su control en las comunidades marginadas del Catatumbo, no cabe duda de que dañarán más su base principal de apoyo.

Lo que empezó como una lucha por la difícil situación del campesinado, se ha convertido en una carrera por ganar territorio. A los nuevos reclutas ya no se los instruye en la ideología de izquierda, sino que se los enrola para asegurar el dominio del EPL en el hampa post-FARC. Aunque el ala política del EPL intente afirmar y defender sus raíces ideológicas, puede que siga perdiendo influencia ante estos nuevos elementos radicales, pues la campaña del EPL por un cambio social se está metamorfoseando en una búsqueda de lucro criminal y violenta.

* Nombre cambiado por razones de seguridad.

Crédito: fotografía parte superior: Mathew Charles