Un promedio de cinco personas fueron asesinadas por la policía todos los días en Brasil el año pasado, según un informe anual de seguridad, dejando al descubierto una arraigada cultura de la violencia dentro de las fuerzas de seguridad de ese país.

El Foro de Brasil sobre Seguridad Pública unió fuerzas con la organización no gubernamental (ONG) de Estados Unidos Open Society Foundations para llevar a cabo estudio comprensivo sobre los asesinatos de la policía, como parte de su informe anual (pdf), concluyendo que las fuerzas de seguridad del país están rodeadas por una “cultura de la violencia”.

El informe encontró que 1.890 personas fueron asesinadas por la policía en 23 estados del país durante el 2012, un promedio de cinco al día (cuatro estados no proporcionaron ninguna cifra). Los asesinatos fueron desglosados estado por estado con la gran mayoría -1.322- teniendo lugar en São Paulo, Río de Janeiro y Bahía.

Al llamar al número “inaceptable”, el foro señaló que en Estados Unidos, con una población 60 por ciento más grande que la de Brasil y más armas de fuego en circulación, 410 civiles fueron asesinados durante el mismo año. Se comparó el número de brasileños asesinados con los 89 policías asesinados mientras prestaban servicio en el mismo período -el equivalente a 21 civiles muriendo por cada agente de policía durante el transcurso del año-.

Hay tres criterios internacionalmente aceptados para evaluar si la policía está abusando de la fuerza letal, dijo el estudio. El primero es la relación entre el número de civiles asesinados por la policía con el número de policías muertos en acción (como se menciona arriba), es decir, ¿qué tan afectados resultan los civiles durante los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad? Cuando el número de civiles asesinados por la policía se eleva por encima de un determinado porcentaje, se puede concluir que la policía mata demasiado. La proporción máxima aceptable, según el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus inciales en inglés), es de 12 civiles muertos por cada policía asesinado. Las organizaciones internacionales consideran la proporción 10 a uno como la cuota máxima aceptable, informó la prensa brasileña.

El segundo criterio es la proporción de civiles asesinados por la policía en comparación con aquellos heridos por la policía. En teoría, el número de heridos debe ser mucho mayor, dijo el estudio; si no, puede asumirse que la policía no sólo está utilizando la fuerza letal para proteger a los civiles, sino también para otros fines.

El último criterio examina el número de civiles asesinados por la policía en comparación con el número total de homicidios. Si el número de civiles asesinados por la policía representa una alta proporción de los homicidios totales, la policía probablemente está utilizando una fuerza letal excesiva. En general en Brasil esta cifra no era demasiado alta -civiles asesinados por la policía representaron cerca del 4 por ciento de los más de 50.000 homicidios totales en 2012 (frente a un porcentaje del 3,6 por ciento en cinco años en Estados Unidos, según un estudio de 2010 citado por el informe del Foro). No obstante, este porcentaje varió ampliamente según el estado. En São Paulo, el estado más poblado de Brasil, cerca del 20 por ciento de los homicidios se llevan a cabo por la policía, como el Secretario del Foro, Sergio de Lima, señaló en una reciente entrevista, señaló AFP. Sin embargo, en el primer semestre de 2013, el número de asesinatos de la policía se redujo en un 64 por ciento después de la instalación de un nuevo jefe de seguridad del estado.

Análisis de InSight Crime

Durante muchos años los elementos de las fuerzas de seguridad brasileñas han aplicado su propia justicia brutal; para hacerle frente a los altos niveles de crimen violento, instituciones judiciales fracturadas y la falta de financiación y entrenamiento.

“Oficialmente en Brasil no existe la pena de muerte”, dijo Liz Leeds, un experto policial de Brasil de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). “Sin embargo, lo que está pasando es la pena capital”.

Muchos oficiales de policía no confían en el sistema en el que trabajan, por lo que se convierte en “su propio sistema”, dijo Adilson Paes de Souza, quien fue oficial de la policía militar en Brasil durante 30 años y luego estudió la violencia policial. “Ellos arrestan a los criminales y luego ven que esos criminales son liberados después de pagar un soborno”. Entonces muchos deciden tomar el asunto en sus propias manos.

Hay muchos agentes de policía buenos y no violentos en Brasil, dijo Souza, pero en otras unidades que cometen abusos contra los Derechos Humanos se convierte en un “rito de paso”. Dos funcionarios entrevistados por Souza, quienes habían cometido ejecuciones extrajudiciales, le dijeron que habían sentido la presión de grupo para cometer crímenes y habían utilizado la violencia para lograr la aceptación de sus colegas y jefes.

Generalmente los asesinatos policiales son reportados como criminales que se resistieron al arresto, se dijo en el Foro, un asunto sobre el que muchos observadores, entre ellos la ONG de Estados Unidos Human Rights Watch (HRW), han llamado la atención en el pasado. Examinando docenas de informes de la última década de los llamados “asesinatos de resistencia” o asesinatos que ocurrieron durante presuntos tiroteos, HRW encontró que muchos en realidad eran ejecuciones extrajudiciales.

“Los oficiales involucrados en estos asesinatos llevan los cadáveres a los hospitales para destruir evidencia de la escena del crimen con el falso pretexto de rescatarlos, y en algunos casos plantan la evidencia en sus víctimas antes de que lleguen investigadores forenses”, dijo HRW en julio pasado.

Leeds señaló que los muertos tienen una cara común. “La policía arresta a aquellos entre 15 y 24 años, los hombres de bajos ingresos y de color”, dijo. “Cuando se empieza a desempacar las estadísticas, estas son las personas que están muriendo”.

Souza no iría tan lejos como para llamar a los asesinatos policiales una forma de limpieza social, pero, dijo, son sin duda “una forma de control social”.

La cultura de la violencia entre la policía de Brasil tiene un largo historial. En un caso famoso, la policía de Rio de Janeiro abrió fuego contra un grupo de unos 60 niños de la calle en el centro de la ciudad en 1993, matando a ocho de ellos. En 2009, HRW recopiló las estadísticas oficiales para informar que la policía de Río de Janeiro y São Paulo habían matado a más de 11.000 personas desde 2003 -una por cada 28 personas arrestadas en 2008-. La policía rutinariamente utilizó la fuerza letal y rara vez fue castigada, según el informe.

No obstante, muchos países de Latinoamérica enfrentan problemas similares de altos niveles de crímenes violentos, narcotráfico y un sistema judicial plagado de ineficiencia y corrupción, pero los asesinatos policiales no son tan altos, dijo el Foro. ¿Qué hace que Brasil sea diferente? Algunos apuntan a la dictadura militar del país entre 1964 y 1985, cuando la policía militar patrullaba las calles.

“Hubo una Doctrina de Seguridad Nacional que decía que el enemigo debía ser asesinado, y ese enemigo eran aquellos que vivían en un área determinada de la ciudad o pertenecían a determinada clase social”, dijo Souza. “Muchos pensadores importantes dicen que todavía tenemos esa doctrina en la actualidad”. Los agentes de policía a menudo se ven como en “guerra” con los narcotraficantes que controlan las favelas. “Ellos sentían que estaban en un campo de batalla, que tienen que matar al enemigo o morir”, dijo Souza de sus entrevistados.

El secreto y la impunidad son problemas graves. La brutalidad policial es un “tabú” para los que trabajan en la policía brasileña, dijo el Foro; los que lo discuten son “vistos con desconfianza”. La falta de transparencia promueve la continuación de los asesinatos. Sólo 18 de los 27 estados tienen oficinas de defensores del pueblo de la policía, dijo Leeds, y en 16 de ellas no hay obligación impuesta sobre esas oficinas para ofrecer información sobre las muertes de civiles, lo que significa que los controles internos son débiles, y la impunidad es alta.

“En Brasil, la información es poder y la información no se comparte”, dijo.

“Todo el mundo sabe que los abusos suceden, pero nadie habla de ello”, dijo Souza.

Souza también apunta a una falta de formación. Pese a que todas las unidades de policía se someten a una capacitación obligatoria en Derechos Humanos, es “insuficiente, deja pasar muchos de los principios básicos, es un fracaso”, dijo. “Las autoridades dicen que son fallas individuales, no el fracaso del sistema. Pero tenemos fallas individuales todos los días, varias veces al día”.

No obstante, se están tomando algunas medidas para abordar el problema. Las nuevas directrices de la Secretaría Especial de Derechos Humanos del país llevaron al gobierno del estado de São Paulo a prohibirle a la policía militar remover los cadáveres de las víctimas de tiroteos de la escena del crimen a principios de este año. Y “se ha hablado mucho” sobre la desmilitarización de la policía y la creación de una única jerarquía de la policía, en lugar de los dos cuerpos policiales civiles y militares, dijo Leeds.

“Pero hay una gran cantidad de resistencia dentro de la policía ya que es una institución con una larga historia”, dijo. “Y los congresistas y senadores que tendrían que aprobar esta legislación son muy sensibles a los sindicatos de la policía, ya que son una parte importante de su base de votantes”.

Souza dijo que se requiere un gran cambio de paradigma. “Hemos perdido el verdadero sentido de la autoridad; en su lugar se asocia con la brutalidad y la violencia”, dijo. “El Estado no escucha a su pueblo, no lo representa, así que la gente no confía en él y busca sus propias soluciones violentas. Tenemos que crear una nueva relación entre el Estado y la sociedad.”