Hace treinta años, una presunta organización criminal llamada Serpientes Negras -cuya existencia nunca fue probada- fue utilizada para justificar la decisión del gobierno de poner fin a la implementación de una política más humana en las cárceles de São Paulo. Lo que le siguió fue el aumento de la represión y la masacre de la prisión de Carandiru en 1992, la cual dejó 111 reclusos muertos. Más adelante llegaría la pandilla de prisión PCC.

Nueve años antes de la formación del Primer Comando Capital (PCC) en las cárceles de São Paulo, los medios informaron de la aparición de un grupo criminal llamado Serpientes Negras, que supuestamente era el responsable del caos que se vivía en el sistema penitenciario del estado de São Paulo. Al igual que el PCC, las Serpientes Negras organizaron a los reclusos para que tomaran medidas contra las autoridades estatales, y también representaron una grave amenaza a la seguridad pública. Sin embargo, la principal diferencia entre las Serpientes Negras y el PCC, es que es posible que el grupo de las Serpientes Negras no haya existido.

Pocos han mirado más allá del mito. Y ahora, otra organización criminal se ha convertido en la peor pesadilla de las autoridades de São Paulo. El grupo de las Serpientes Negras sirvió como el principal pretexto para deslegitimar una política penitenciaria más humana, la cual alguna vez buscó implementar el entonces gobernador Franco Montoro junto con su ministro de Justicia, José Carlos Dias. Montoro fue elegido gobernador del estado en 1982, las primeras elecciones libres desde el golpe militar de 1964.

Este artículo apareció originalmente en Ponte y fue traducido y publicado con permiso del autor. Vea el artículo original en portugués aquí.

Como representante de los anhelos de una mayor democracia en São Paulo, el tiempo de Montoro en el cargo estuvo caracterizado por sus intentos de dar una voz a los grupos que en el pasado habían sido silenciados a la fuerza. Fue en este contexto que creó las Comisiones de Solidaridad, para representar los intereses de los reclusos de São Paulo, algo nunca antes visto en el sistema penal brasileño. Y según denuncias que nunca han sido probadas, estos comités dieron lugar al surgimiento de las Serpientes Negras.

Actualmente, investigadores del Centro de Estudios de la Violencia de la Universidad de São Paulo están estudiando este capítulo poco conocido de la historia de la violencia en las cárceles de Brasil. Su proyecto, llamado “De las Comisiones de Solidaridad al Primer Comando Capital (PCC): Disputas y conflictos relacionados con las organizaciones de reclusos”, es coordinado por la socióloga Camila Caldeira Nunes Dias (profesora en la Universidad Federal ABC) y por los investigadores Fernando Sallo (profesor de la Universidad Bandeirante de São Paulo) y Marcos Cesar Álvarez y Gustavo Higa, un profesor y un graduado de la Universidad de São Paulo, respectivamente.

Las Comisiones de Solidaridad

Montoro asumió el cargo de gobernador de São Paulo en 1983, cuando el país estaba en medio de la transición hacia la democracia. Como gobernador prestó especial atención a los sectores que ampararon la dictadura y que necesitaban ser democratizados. De ahí nació su política penitenciaria humana, que se manifestó, sobre todo, en las Comisiones de Solidaridad.

El ex ministro de Justicia Dias habló con Ponte sobre la iniciativa.

“Nosotros teníamos una conciencia política de respeto por los Derechos Humanos, y entendimos que este respeto debe estar dirigido a todos, estén libres o en la cárcel”, dijo. “Por lo tanto, establecimos una política de respeto hacia los prisioneros, dando un ‘no’ absoluto a la tortura. La idea detrás de la creación de las Comisiones de Solidaridad fue la de permitir a los presos ejercer su ciudadanía”.

Según Dias, los presos elegían a sus representantes, con la condición de que no podían estar recluidos por delitos graves. Tenían que contar con un expediente limpio. Aquellos que eran elegidos representaban a los reclusos ante el departamento justicia estatal, directores de las prisiones y jueces. Ellos también eran los responsables de la organización de eventos en los centros penitenciarios.

“Siempre ha habido aquellos que dan las órdenes [en las cárceles]. Lo que queríamos era incluir a las personas que recibieron el voto popular “, dijo Dias.

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Las votaciones eran abiertas –incluso los de la Secretaría de Justicia tenían algo que decir. Nunes Dias –la socióloga que está coordinando la investigación en la Universidad de São Paulo- afirma que las Comisiones de Solidaridad fueron una experiencia nunca antes vista en Brasil.

“Fue una experiencia radical e inédita en el sistema penitenciario. Siempre existieron líderes entre los presos, pero la diferencia era que los liderazgos de las comisiones eran aceptados, legitimados y reconocidos por el Estado. Las comisiones permitieron establecer un puente entre la población carcelaria y el gobierno”.

Las Comisiones de Solidaridad fueron creadas en algunas cárceles del estado de São Paulo, pero tuvieron más actuación en la Penitenciaría del Estado y en la Penitenciaría de Araraquara (en el centro de São Paulo). Según José Carlos Dias, las comisiones funcionaron tan bien que la experiencia casi fue internacionalizada.

“Yo llegué a recibir a un profesor de derecho Penal de la Universidad de Frankfurt y lo llevé a una cárcel para que conociera las Comisiones de Solidaridad. El profesor quedó impresionado con la comisión y aseguró que necesitaba importar esa idea para los presos alemanes”, recuerda el ex ministro de Justicia.

Entretanto, la reacción entusiasmada del profesor alemán, no fue la misma de otros diversos sectores de la sociedad paulista. La política de humanización de los presos sufrió una fuerte oposición entre los medios, miembros del personal de las prisiones (agentes carcelarios y directores de penales), autoridades judiciales y partidos políticos, incluso en el PMDB, el partido político de Franco Montoro. La presión contra las Comisiones de Solidaridad creció aún más a mediados de 1984, con la aparición de la denuncia de una organización criminal llamada Serpientes Negras.

Serpientes Negras: una disputa en la prensa

La denuncia sobre la existencia de la organización Serpientes Negras surgió en junio de 1984, tras una investigación del juez magistrado Haroldo Pinto da Luz Sobrinho. Pinto da Luz concluyó que había una crisis en las cárceles del estado de São Paulo generada por un grupo criminal que actuaba desde el interior de las Comisiones de Solidaridad. La denuncia fue publicada en su totalidad por el periódico O Estado de São Paulo el 23 de junio de 1984.

Los medios divulgaron la denuncia de forma masiva, pero en la prensa escrita hubo polarización y disputa por las Serpientes Negras. Mientras Estadão y el Jornal da Tarde –del mismo grupo editorial- enfatizaban en el poder de la organización criminal y en el peligro que representaba para la población, criticaban fuertemente al gobierno de Montoro y especialmente a la Secretaría de Justicia. Floha de São Paulo inicialmente se esforzó en mostrar que no había pruebas de la denuncia. El diario incluso abrió un espacio para dar voz a algunos guardias penitenciarios, quienes negaron la existencia de las Serpientes.

Algunos titulares revelan dicha polarización. El día de la denuncia del juez magistrado, el 23 de junio de 1984, Estadão le dedicó una página entera al asunto. El titular principal decía “El gobierno todavía ignora a las Serpientes Negras”. Otros titulares en la misma página decían: “Guardias viven clima de miedo y rebelión”; “Una gestión llena de contradicciones y atropellos”; “El giro de poderes no puede ser permitido”. En la página estaba publicada toda la denuncia de Haroldo Pinto da Luz Sobrinho. El mismo día, Folha escribió: “Dias ordena investigar la denuncia sobre las Serpientes Negras”.

Todavía durante el mismo mes, junio de 1984, el juez magistrado dirigió la denuncia directamente al Consejo Superior de la Magistratura, que encomendó una investigación minuciosa a una comisión de jueces de justicia criminal, encabezada por un hombre llamado Pestes Braga. Luego de 60 días, la Comisión Especial de Indagatoria concluyó las investigaciones y entregó el informe. El contenido del informe no se hizo público en su totalidad, dejando a la prensa publicar e interpretar el contenido según sus intereses.

En líneas generales, el informe concluyó que había una organización llamada Serpientes Negras como había varias otras cuadrillas en algunas cárceles, pero resaltaba que esa organización no tenía un carácter político o ideológico ni el poder que le era conferido por la denuncia de Haroldo Pinto da Luz Sobrinho.

El simple descubrimiento de que Serpientes Negras no eran totalmente ficción llevó a Estadão a publicar los siguientes titulares el día 29 de agosto de 1984: “En silencio, gobierno ignora informe”; “Montoro: aún no recibí el informe”; “Secretario cambia su posición, y huye”. En Folha fueron más cautelosos y durante varios días publicaron historias sobre cómo el informe aún no había llegado a las manos del gobernador. Apenas el 21 de septiembre Folha publicó “Jueces piden cambios en la Magistratura”, informando que el informe criticaba el trabajo de la Magistratura –justamente el sector de Haroldo Pinto da Luz Sobrinho, el mismo juez que había hecho la denuncia.

Como escribió Ricardo Kotscho, un reportero de la época, “el tiro salió por la culata”. La misma noticia decía que las Serpientes Negras no contaba con el carácter ni con la dimensión política ni ideológica que se había denunciado. Tal vez, el mayor indicio que sembró dudas alrededor de la existencia de la organización criminal Serpientes Negras fue el informe del juez Haroldo Pinto da Luz Sobrinho. Pinto da Luz afirmaba que tenía pruebas concretas, pero su denuncia estaba basada en el testimonio del preso Derney José Gaspariano, quien, a cambio de información, recibió beneficios como casa por cárcel. Y, como informó Folha de São Paulo en el titular de la portada “Surge el inventor de las Serpíentes”, Derney era paranoico, según informes psiquiátricos.

Para José Carlos Dias, la organización criminal Serpientes Negras no pasó de ser ficción: “Eso [Serpientes Negras] nunca existió. Todo eso fue una creación de sectores de la prensa y del juez Haroldo Pinto de Luz Sobrinho, quienes inventaron la existencia de esa organización. Estadão y el Jornal da Tarde llevaron a cabo una verdadera campaña en mi contra, que la verdad era una campaña contra una política de Derechos Humanos”.

José Carlos Dias, antiguo Secretario de Justicia, tiene otra explicación sobre cómo surgió la historia de las Serpientes Negras. “Esa expresión surgió cuando hubo un enorme traslado de presos de un penal a otro, cuando se formó una fila grande, algunos presos comentaron que aquella era la serpiente negra, pero nunca hubo una organización”, completó.

A pesar de que las denuncias nunca fueron comprobadas, la insoportable presión generada por los rumores terminó inviabilizando la continuidad de las Comisiones de Solidaridad. Pese al esfuerzo de Montoro en mantenerlas, fueron perdiendo fuerza gradualmente hasta desaparecer completamente en 1987. Con el cambio de gobierno en el estado de São Paulo, la política de humanización de los presos dio lugar a nuevas estrategias de Estado, nada humanas.

PCC: El mito de una pandilla de prisión que se convirtió en realidad

Con el apoyo público, los gobiernos de Orestes Quércia (1987-1990) y Luiz Antonio Fleury (1991-1994) endurecieron la represión en las prisiones. Los presos perdieron los canales de representación. La orden era reprimir cualquier levantamiento contra las autoridades.

Dos episodios retratan ese período. El 5 de febrero de 1989, en represalia por un intento de fuga, 51 presos fueron confinados en una sala sin ventilación de 1,5m x 4m dentro del Distrito Policial 42. De ellos, 18 murieron por asfixia.

Luego, el 2 de octubre de 1992, la Policía Militar asesinó a 111 detenidos en un evento que fue mundialmente conocido como la Masacre de Carandiru. El PCC surgió en 1993 y podría ser visto como el resultado de la forma en que São Paulo se ocupó de sus presos.

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“La investigación trabaja con la hipótesis de que la interrupción de la política de humanización, con el bloqueo de los canales de representación de los presos, generaron las condiciones sociales y políticas que permitieron el surgimiento del PCC”, afirmó Nunes Dias. “Si el Estado hubiese respetado las leyes, el PCC habría tenido un terreno menos fértil para proliferar, y su discurso tendría menos sentido”.

Según la socióloga, el PCC surgió como un representante de los presos, pero en una lógica completamente diferente a la que tenían las Comisiones de Solidaridad. Mientras en las comisiones los líderes eran elegidos a través del voto, el liderazgo del PCC es impuesto a través de la violencia. Mientras las Comisiones de Solidaridad se constituían como la llave de la lucha por los derechos, el PCC busca su legitimidad en el mundo del hampa, y en vez de buscar la integración social con el Estado como interlocutor, trata al Estado como su principal enemigo. José Carlos Dias cree que, de haber sido mantenida, la política de humanización iniciada por él mismo durante el gobierno de Montoro, 10 años antes de que surgiera el PCC, habría impedido la constitución de la organización criminal.

“Si las comisiones de representantes de los presos hubiesen continuado, no habría habido lugar para el surgimiento del PCC” afirmó. “El PCC surgió cuando se impuso la dictadura”.

*Arnaldo Pagano es un periodista de 27 años, graduado de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo. También estudió guionismo en la Escuela de Cine de Cuba. Ha sido periodista para la agencia de noticias R7 por cinco años. También ha escrito para UOL y ha trabajado en agencias de presa en áreas de economía y cultura. Este artículo apareció originalmente en Ponte y fue traducido y publicado con permiso del autor. Vea el artículo original en portugués aquí.

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